lunes, 7 de noviembre de 2022

 

LA MISTERIOSA CULTURA TOPARÁ, CREADORA

DE LOS FAMOSOS MANTOS PARACAS

Parte I

Por: Elmer Olórtegui Ramírez

Periodista

REESCRIBIENDO LA PREHISTORIA

En el antiguo curso “Historia del Perú”, de la etapa secundaria, nos metieron en la memoria que en el desierto del Sur próximo, primero fue la cultura Paracas (deformadores y trepanadores de cráneos, excelentes ceramistas y eximios tejedores de sus bellos mantos). No nos dijeron por qué desaparecieron, pero nos aseguraron que fueron reemplazados por la también muy conocida cultura Nazca, la de las famosas líneas o gigantescos dibujos hechos en lienzos de pura arena y piedra sobre la superficie del mero planeta, pasión total de doña María Reiche.

Esa sucesión cronológica fue establecida por el padre de la arqueología peruana, don Julio C. Tello y su equipo, el mismo que,  deslumbrado en 1919 por la imponente y potente fortaleza – templo de Chavín de Huántar en un magro valle ancashino casi junto al Marañón y a la Alta Amazonía, nos dijo que esa  fue nuestra primera civilización, o la cultura madre de todas las culturas peruanas antiguas, cuyo origen debía buscarse en nuestra selva.

Gran trabajo, mucha dedicación y perseverancia y amor al terruño del doctor Tello, pero lamentablemente erró en eso de Chavín primera cultura andina, pues hoy está comprobado que mucho antes de ese pueblo,  habían existido como sociedades complejas de avance civilizado, los Sechín, en Casma – Ancash, los Cupisnique, en los valles del  Jequetepeque y Moche, en La Libertad, los Kotosh, en Huánuco y los Caral, en el valle del río Supe.

Su gran interés por conocer, recuperar y estudiar nuestro pasado, por encima de la incuria y el absoluto desinterés de los gobiernos,  llevó a Tello descubrir en 1925 la cultura Paracas, a través de los vestigios del cementerio de “Las Cavernas”, en Cerro Colorado, Bahía de Paracas. Amplió su conocimiento de los paracas en 1927  con su segundo y tercero impresionantes hallazgos: los sitios “Wari Kayán” y “Cabeza Larga/ Arena Blanca”, en una ladera alta y en la falda baja de Cerro Colorado.

La confusión de Tello

En Wari Kayán, encontró cerca de 429 momias enterradas como fardos funerarios, en lo que Tello supuso que había sido una ciudad para muertos de alcurnia. Los vestigios estaban envueltos con varios mantos de distinta calidad, entre los que resaltaban  unos de gran belleza y calidad, tejidos con algodón, fibra de alpaca y vicuña, dibujados primorosamente con tintes irreductibles y acompañados de bellas vasijas y otros bienes. Para diferenciarlo de su primer hallazgo, “Paracas Cavernas”,  Tello bautizó los lugares como pertenecientes a la fase “Paracas Necrópolis”  una etapa de evolución más avanzada de ese pueblo que habría ocurrido antes del advenimiento de la nueva sociedad de los Nazca.

Así como nuevas investigaciones han rectificado la pre historia peruana estableciendo que la primera civilización surgió entre los años 6,000 y 5,000 adp., en la Costa Norcentral Andina, mucho antes que Chavín de Huántar, así también, hoy, hay que reescribir la historia de la Costa Sur Andina.

La novedad es que recientes hallazgos arqueológicos y una cronología más exacta basada en métodos de datación modernos, han hecho emerger a la cultura Topará como un dominio de la Costa Sur, intermedio entre las culturas Paracas y Nazca, la cual prevaleció aproximadamente desde el año 150 antes de nuestra era, hasta el año 150 de nuestra era, es decir que duró tres siglos, tiempo mucho mayor que el de nuestra vida republicana actual. 

 

                                             Tumba Caverna paraquense, en Bahia Paracas



                      Fardo funerario topará, del cementerio Wari Kayán, Bahía de Paracas


PRIMEROS RASTROS DE LOS TOPARÁ

El arqueólogo estadounidense, Dwight Wallace, trabajando para el  “Proyecto Arqueológico Fullbright” entre 1957  y 1959) produjo el ensayo, “Trabajo de campo en la Costa Sur del Perú”, en el que registró su primera detección del rastro de un estilo alfarero singular en la zona de Pisco, distinto a los estilos Paracas y Nazca. El nuevo estilo consistía, “en una cerámica delgada, pulida de color anaranjado y sin decoración. Los tipos relativamente raros con decoración incluyen bruñido de molde, engobe crema, puntuación interior y ocasionalmente un engobado rojo e inciso exterior”.

Además, observó  dos fases de evolución de tal estilo: Chongos A y Chongos B, en alusión al sitio arqueológico Chongos del valle de Pisco, en donde analizó una vasija y un plato de bordes en ángulo.

También anotó que la cerámica de la fase Chongos A  es similar a la alfarería del estilo Jahuay, descubierto por Lanning a 20 Kms., al Norte de Chincha y que Chongos B está identificado en varios yacimientos del valle de Pisco y puede ser bien definido en Ica pero allí, asociado a un tipo engobado con decoración incisa en el contorno, característico del tipo Nazca I.

Pero, lo que prendió la alerta entre los investigadores del Sur fue que Wallace determinó que el tal estilo Chongos, en general, es similar a lo que se conocía por entonces como la cerámica del estilo  “Paracas Necrópolis”.

Entonces, ocurrió que desde la década de los sesenta del siglo pasado, los investigadores pusieron atención en el nuevo estilo de cerámica porque era diferente tanto respecto a la alfarería paracas, supuestamente contemporánea y compartía algunos rasgos con la posterior cerámica nazca inicial

                                              CARACTERÍSTICAS DE LOS TOPARÁ

Los topará desarrollaron una avanzada y bella textilería en algodón y fibra de camélidos sudamericanos (llama, alpaca y vicuña), de colores variados e intensos, con motivos decorativos de alta complejidad (La confusión inicial hizo que sus obras fueran bautizados como los famosos “mantos paracas”). Su cerámica, en cambio, fue monocroma y con poca decoración, eso sí,  hecha con una técnica avanzada respecto a la Paracas, pues tenía paredes finas, era pintada antes de su cocción, la cual se hacía a casi 1,000 grados centígrados. También practicaban la deformación craneana y siguieron la tradición de la trepanación craneana iniciada por los paracas. .

 Ubicación

Los investigadores han dado a esta cultura el nombre Topará que corresponde a un pequeño valle ubicado en el límite de las actuales provincias de Cañete (Lima) y Chincha (Ica).  Durante su apogeo, los topará establecieron su centro político administrativo en el gran valle de Chincha, más al Sur, en donde existen edificaciones monumentales con su estilo arquitectónico y técnica constructiva que aún se mantienen en pie.

La cultura topará abarcó las actuales provincias de Cañete (Lima), Chincha , Pisco, Nazca y Palpa (Ica), desde el litoral hasta las cabeceras de los valles de la región y sitios en la puna andina. 

 Principales sitios arqueológicos:

·         Jahuay (valle de Topará).

·         Huaca Santa Rosa (valle de Chincha)

·         Huaca Soto (valle de Chincha).

·         Chongos (valle de Pisco).

·         Cerro Colorado (Paracas).

·         Wari kayan o “Paracas-Necrópolis” (Paracas).

·         Carapo (Palpa y Viscas).

·         Campanario (valle río Grande)

·         Gramadal Chico (valle río Grande)

·         Alto La Isla (valle río Grande)

·         Paucarastro (valle río Grande)

·         Estaquería (Palpa)

·         Buena Vista (Palpa)

·         Belén Alto (valle de Ingenio)  

 

Guerra de expansión y dominio

Lamentablemente sin la debida cita, la enciclopedia global Wikipedia consigna que, en realidad  los topará desataron una guerra de expansión (invasión y ocupación) contra los paracas y tras su dominio militar impusieron cambios en la alfarería, la textilería, la arquitectura, la construcción y en otros ámbitos de la vida diaria de aquel tiempo.  También afirma sin dar  fuente cierta, el hallazgo de armas en muchos fardos funerarios, así como la existencia de un gran número de cráneos con fracturas provocadas  por instrumentos contundentes, algunos trepanados, como signos de una época muy violenta.

 Arquitectura

Topará desarrolló un particular diseño arquitectónico: grandes casas de planta rectangular dotadas de varios ambientes amplios cuyas entradas se abren hacia un patio y sus muros siguen un riguroso trazo ortogonal. Sus edificios ceremoniales más imponentes están en el valle de Chincha. Constan de una alargada plataforma orientadas de Este a Oeste, sobre la cual se alza una fila de recintos adosados unos a otros y cercados por elevadas murallas. Tienen como promedio 4 m. de altura. Huaca Santa Rosa, en Chincha, junto a la Carretera Panamericana,  está considerado como su edificio principal. Fue construido con canto rodado y  mide 250 por 300 metros,  aproximadamente. Otras construcciones, como  Huaca Soto, están hechas de adobe.

 Culto a los muertos  

La expresión de esta tradición mortuoria toparense es fidedigna en los hallazgos de Julio c. Tello en Wari kayan, y en otros sitios de la Bahía de Paracas. Otro cementerio importante de esta cultura fue el de Chongos, pero ha sido muy saqueado por ladrones de tumbas. El 13 de marzo de 2018, se documentó vestigios  de que algunos individuos consumían parte de los restos humanos.

El ceremonial funerario topará era riguroso y prolongado. Momificaban el  cadáver con una técnica muy elaborada cuyo procedimiento físico químico es aún desconocido. No obstante se cree que en la mayoría de los casos recurrían  a la momificación natural, librada al medio ambiente.

La momia, envuelta en su sudario y en posición sedente, era colocada en un cesto de mimbre conjuntamente con un ajuar funerario compuesto por una serie de objetos que pudieran ser de utilidad para la prolongación de la vida ultraterrena. Como parte de los ajuares, han sido halladas: prendas de vestir, hondas, tejidos, así como vasijas con granos de maní, mazorcas de maíz, etc.

Todo estaba envuelto cuidadosamente con un número no siempre igual de mantos o tejidos de diferente calidad y constituía un fardo funerario. El manto  más cercano al cadáver solía ser el de mayor calidad, bordado con figuras que representaban simbólicamente el mundo mitológico topara. Los mantos restantes son de menor calidad. Algunos fardos funerarios contienen hasta diez u once mantos y, sin duda, estos casos correspondían a restos de dignatarios.  

Textilería funeraria

Los finísimos y bellos mantos topará – paracas descubiertos en Wari kayan (“Paracas-Necrópolis”) suscitaron la admiración universal. Están hechos de fibra de algodón, de camélidos sudamericanos, algo de cabello humano y otras fibras vegetales.

Algunas telas contienen trescientos hilos por pulgada cuadrada, solo posible gracias a un hilado finísimo de las fibras. Sobre ellas se bordaron con gran colorido temas naturalistas (peces, felinos, aves, serpientes, frutos y flores), así como figuras míticas y simbólicas, todas con un arte extraordinario. Puede afirmarse que el arte textil topará alcanzó alturas no igualadas por ninguna otra cultura del mundo.

Los arqueólogos creen que los mantos más finos debieron pertenecer a los jefes y otros dignatarios del valle de Pisco, a juzgar por su complicadísima elaboración, que debió exigir miles de horas hombre de trabajo.

La variedad, vivacidad e intensidad de los colores de los mantos aún  mantienen su vigor, pese al tiempo; los topará llegaron a conocer la técnica de elaboración de tintes de prolongada duración. Teñían sus hilos hasta con siete colores, a los que añadían el  blanco y el pardo – oscuro del algodón natural. Los matices del rojo provenían de la cochinilla, los azules del índigo; un tono rojizo amarillento era obtenido de diversas especies de la familia Rubiaceae, género Galium, que comprende unas 400 especies de  plantas herbáceas anuales y perennes.

 

                                            Bello manto topará, extraido de Wari Kayán 



                            Ser mítico antropoformo topará, con rasgos de felino, de ave y pez

La Iconografía

La iconografía representada en los mantos topará constituyen el antecedente de la iconografía nazca. Las figuras y motivos complejos corresponden a dos grupos:

·      Grupo Simbólico: imágenes naturalistas de animales y vegetales.

·      Grupo Mitológico o de culto: compuesto por figuras de antropomorfas con parte de  ave, felino, orca, vegetales y otros seres sobrenaturales de mayor rango. Entre ellos destaca uno en especial, con rasgos humanos combinados con los de felino y ave.

 Cráneos alongados

Cráneo alargado, en el Museo Regional de Ica.

La costumbre del alargamiento craneano fue ampliamente vigente   entre los topará. Aplicaban dos formas: cráneos alargados (paltauma) y cráneos redondeados. La deformación craneana se iniciaban a temprana edad. Se cree que aplicaban vendas alrededor de la cabeza sobre las cuales colocaban tablillas,  las que  sujetadas al cráneo con cuerdas ejercían presión sobre los huesos, haciendo que a lo largo de varios años la cabeza adquiera la forma deformada requerida.

Esta práctica es muy antigua y se ha dado también en otras culturas en diversas partes del mundo. Los investigadores especulan que tuvo su origen en el remoto paleolítico del viejo mundo y fue trasladada al nuevo mundo durante el proceso del poblamiento de América. Teóricamente, debió ser motivada por el deseo de algunos individuos de diferenciarse de otros de su mismo grupo racial, por razones de jerarquía.

Trepanación craneana

Los topará mantuvieron la tradición paraquense de las operaciones quirúrgicas, mediante el procedimiento de la trepanación craneana. Es posible que esto haya sido una habilidad de ciertos shamanes avanzados.

El curandero cirujano disponía de un equipo especial: cuchillas de obsidiana de diversos tamaños, cuchillos de corte curvo en forma de medialuna, tipo tumi (hechos de aleación de oro y plata), pinzas, algodón y tejidos tipo vendas. La intervención buscaba salvar a personas afectadas por fracturas craneanas producto de accidentes, de golpes en combate o que eran pacientes de distintos tipos de cefalea o de enfermedades mentales

El curandero – cirujano eliminaba el cabello de la zona crítica, cortaba la piel para levantarla y acceder a la parte dañada de la caja craneana afectada o a la que se sospechaba estaba bajo la influencia de espíritu malvado. Luego perforaba el hueso con el cuchillo de obsidiana hasta abrir poco a poco una abertura circular hasta llegar al material cerebral sin dañar su membrana protectora. Entonces realizaba el tratamiento respectivo para la desinflamación del tejido cerebral y el conjuro necesario para extirpar el espíritu dañino. La parte final consistía en el cierre de la trepanación con placas de oro o secciones de calabaza, lo que permitía que la herida cicatrizara sin ningún problema.

Hay un buen número de vestigios humanos con rastros de trepanación y callos óseos que  indican que los pacientes sobrevivían a esa práctica.


               Cráneos humanos trepanados, tradición paracas que conservaron los topará.


Continúa, Parte II

Debate sobre la cultura Topará

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