sábado, 12 de noviembre de 2022

 

CULTURA TOPARÁ: SOLO UNA 

TRANSICIÓN DE PARACAS A NAZCA

Parte III

 Además de la dicotomía entre expertos anotada por los arqueólogos polacos Krzysztof Makowski y Tomasz Kołomański sobre si Paracas y Topará fueron culturas diferentes o una sola, hay un tercer grupo de investigadores que postula una posición intermedia: que en verdad existió la cultura Topará, pero en el marco de una fase de transición entre Paracas y Nazca, es decir la corriente transicional que, de un modo u otro, insiste en el planteamiento inicial de Tello que va de Chavín de Huántar a Paracas y de ésta a Nasca.

 

La transición, según Isla y Reindel,

a partir de la prehistoria de los valles de Palpa 

Los valles de Palpa y la zona del proyecto de Isla y Reindel

Los arqueólogos peruanos Jhonny Isla y Markus Reindel, en su trabajo, “La Transición Paracas – Nasca en los valles de Palpa”, sobre la base de cinco fechados radiocarbónicos provenientes de excavaciones realizadas en el sitio Estaquería, en el valle de Palpa, han establecido que la “transición” ocurrió entre el año 95 ane., y 130 ne. (225 años). Esta datación, analizada y calibrada con el programa Oxcal, más la información estratigráfica, indica que el período de “transición” puede ubicarse con más precisión entre el año 120 ane., y el 90 ne. (210 años).

Dejan en claro que, para ellos, la cronología inicial de Paracas – Nasca fue determinada únicamente según el acervo cerámico y textil recuperado. Y, a pesar de que los investigadores advirtieron  que hubo cambios tecnológicos tanto en la alfarería como en la textilería, los atribuyeron a solo la “influencia estilística Topará”, específicamente de sus fases Jahuay 3 y Chongos.

Tras la detección de la cerámica topará por Lanning y Wallace, su vinculación cultural con Paracas y Nasca fue estudiada inicialmente por Dororthy Menzel, en 1971,  Ann Peters, en 1997  y  por  Vanessa Tinteroff, en 2008. Lanning, Wallace y Menzel, han determinado que la  cerámica topará se desarrolló principalmente en los valles de Chincha y Pisco,  desde donde se expandió al valle de Ica, influyendo sobre la alfarería Paracas con innovaciones tecnológicas. 

Desde esta perspectiva, Isla y Reindel plantean, entonces, que entre la cultura Paracas y la Nasca hubo una etapa de transición que se dio en el contexto de una evolución natural, pero afectada por la influencia de los Topará.

Pero, como ese enfoque era incompleto porque se sustentaba solo en la cerámica y alguna textilería, en los últimos quince (15) años se concentraron en estudiar la supuesta transición a partir de  nuevas evidencias arqueológicas obtenidas en los valles de Palpa, una zona de ocupación humana más antigua que la de paracas y que siguió hasta mucho después del final de los nasca.

Además, en Palpa hay sitios que fueron ocupados únicamente durante el supuesto período de transición a los que se aplicó modernas técnicas de identificación  estratigráficas, cronología relativa y fechados absolutos.

A los investigadores también les atrajo la existencia de suficiente material cultural de estudio del patrón de asentamiento, las prácticas funerarias, los petroglifos y geoglífos, además de vestigios cerámicos y textiles.

Sin embargo, al cabo de su pesquisa Isla y Reindel  encontraron en los valles de Palpa, no una continuidad cultural, sino indicadores de “cambios fuertes y abruptos”, como:

·      El aumento de la población y del número de asentamientos.

·      Un nuevo  uso del territorio

·      Predominio de la nueva cerámica Topará con nuevas formas de vasijas, producto de nueva tecnología alfarera.

·      El aumento del número de petroglifos y geoglifos con respecto al pasado y,

·      El uso de una técnica para hacer geoflifos, distinta de la que posteriormente usarían los Nasca.

·      La transición pareciera que no fue ni tan gradual ni tan natural como se pensaba; estuvo marcada por profundos cambios en la estructura social, en la organización de los asentamientos y en la cultura material de ese tiempo.

·      La causa de esos cambios, tanto en los valles de Nasca como en los de  Palpa fue el acceso al poder de élites políticas Topará, las que generaron e impulsaron  la transformación.

No obstante sus hallazgos, Isla y Reindel persisten en su criterio de “transición de Paracas a Nazca”, porque encontraron algunos rasgos de continuidad cultural, como el caso de íconos religiosos de los textiles bordados de “Paracas Necrópolis”, que luego fueron grabados en la cerámica pintada del estilo Nasca.

El factor Topará en los valles de Palpa.  

Los valles de Palpa, son en realidad, oasis generados por los ríos Santa Cruz, Grande, Palpa y Viscas, tributarios  de la parte Norte de la gran cuenca del río Grande; un extenso territorio desértico que continua hacia el Este con pequeños valles, algunos de los cuales se extienden desde los Andes hasta el Océano Pacífico como cursos de ríos de régimen irregular o también llamados “ríos secos”.

Isla y Reindel estudiaron la zona desde 2006 en el marco del “Proyecto Arqueológico Nasca – Palpa”, el cual abarcó los pisos ecológicos ubicados entre los 200 y 4350 m.s.n.m., en donde hallaron evidencias de ocupaciones culturales durante  todos los períodos prehistóricos.  

 

Los valles de Palpa y sus tributarios en el Norte

de la cuenca del río Grande (mapa de Isla y Reindel)

Durante el Formativo Medio y Tardío – desarrollo Paracas (2,800 al 2,200 adp.) –, la población de la zona  aumentó ocupando todos los pisos ecológicos desde el litoral, hasta la puna. El pico poblacional más alto ocurrió al  final del Formativo, durante la influencia topará (2,200 adp. al año 50 de ne.).  

Los grupos humanos se ubicaron entre los 250 y los 1800 m.s.n.m., en más de 790 sitios durante todos los periodos prehistóricos, en forma de  asentamientos habitacionales, productivos, ceremoniales, cementerios, geoglifos y petroglifos,  estructuras funerarias y vestigios menores como espacios abiertos, altares o plataformas rituales.

Adicionalmente Isla y Reindel registraron andenería agrícola, canales y caminos prehispánicos. El mayor número de sitios arqueológicos, incluidos petroglifos y geoglifos, corresponde al supuesto periodo  de transición Paracas – Nasca.

Asentamientos de la “transición”.

Del total de sitios arqueológicos, 553 (70%) son asentamientos o lugares de vivienda, vinculados a tumbas, petroglifos y geoglifos. De este último número, 224 (42%) corresponden a la “transición”, el  doble de la cantidad de asentamientos del tiempo Paracas.

Como pueblos se caracterizaron porque estuvieron bien delimitados, con numerosas terrazas, recintos de habitación, ubicados sobre laderas y colinas, arriba de los bordes de los valles. Se halló cerámica distintiva en la superficie.

Por tipos de asentamiento, según tamaño, número de recintos y componentes arquitectónicos constituyen:

·      Caseríos simples  con pocas unidades de vivienda

·      Aldeas con mayor número de viviendas y espacios comunales, y

·      Poblados grandes con muchas viviendas, espacios comunales y algunas estructuras o espacios abiertos de posible función pública

En la mayoría de los asentamientos las terrazas de habitación tienen muros de contención de piedra de campo y canteadas, de medio a un metro de altura, sobre los cuales construyeron  paredes de quincha, armadas con postes de sauce o huarango. Los recintos están orientados hacia el valle. Casi no hay sitios de habitación en zonas escarpadas ni en áreas planas cerca del borde de los valles. Pero, el poblado Estaquería, sí está  zona plana, cerca de la confluencia del valle de Palpa y el de río Grande.

 

Sitios principales

Uno de los poblados más grandes de ese tiempo es,  Carapo. Tiene una extensión de 20 hectáreas, en la confluencia de los valles de Palpa y Viscas. Al lado Este, sobre una meseta está un grupo de geoglifos de filiación Nazca.

Otros sitios similares son Campanario, Gramadal Chico, Alto La Isla y Paucarastro en el valle del río Grande, Estaquería, Buena Vista, en el de Palpa y Belén Alto, en la margen derecha del valle de Ingenio. Todos parecen haber sido los centros principales de la época.

 

Momia hallada en Carapo,  de la transición Paracas –Nasca,

sentada y con las piernas hiperflexionadas (Foto Johny Isla).

Patrones de asentamiento

·      En cada valle, el asentamiento principal estaba en la parte baja, pero en laderas altas y colinas, algo alejadas del borde del valle, cerca de las zonas planas y con mayores terrenos de cultivo y casi siempre, sobre el nivel que habían ocupado los asentamientos Paracas Tardío.

·      Este patrón de asentamiento obedeció a los cambios del clima, los que durante la transición generaron relativa aridez, pero con humedad suficiente para sustentar una economía estable basada en la producción agrícola

·      La presencia de una nueva entidad política y social – los Topará – fue el principal factor externo que propició en los valles de Palpa y  Nasca, el súbito aumento de sitios, el incremento de la población, la aparición de un nuevo estilo de cerámica, la construcción de  petroglifos y geoglifos.

·      Los Topará fomentaron la llegada de nuevos grupos de pobladores que ocuparon más intensivamente los valles de Palpa y promovieron la formación de nuevas élites hasta el surgimiento de los nasca como entidad política y social.

La cerámica de los valles de Palpa:

La cerámica de la “transición” en los valles de Palpa es  similar a la cerámica del estilo Topará, aunque muestra elementos propios indicadores de cierta independencia cultural a pesar de que, al final del Período Formativo, los topará impusieron su estilo alfarero en los valles de la cuenca del río Grande.

Características: 

·      Vasijas reducidas o negras y  oxidadas que presentan tonos de color marrón, naranja y rojizo.

·      Ceramios con paredes delgadas, técnicamente bien logradas, cuyas superficies presentan buen acabado y cierto grado de pulido y decoración bruñida en el fondo de los cuencos.

·      Las vasijas oxidadas tienen decoración monocroma hecha con engobes de colores rojo, naranja o crema y motivos pintados en rojo, crema o blanco.

·      Las formas dominantes correspondes a varios tipos de platos, cuencos, Ollas, con cuello y sin cuello, botellas y cántaros.

·      Los cuencos mayormente tienen paredes bajas con diferentes grados de inclinación

·      La forma más característica y exclusiva de cuencos de la transición tiene paredes convexas, muy curvadas, sin ángulo basal y siguen un contorno convexo y redondeado hacia la base.

·      Otros tipos de cuencos tienen paredes rectas y bajas con ángulo basal pronunciado,  semejantes a los del estilo Chongos y constituyen los antecedentes inmediatos de los cuencos característicos de la fase Nasca 2.

·      Hay cuencos más altos que tienen paredes convexas y base redondeada, así como cuencos o tazones bastante grandes con superficies oscuras al interior y grises o tonos más claros al exterior.

·      Algunos de cuencos presentan motivos incisos en el interior y se incluyen en la categoría de ralladores.

·      Los platos y cuencos, están decorados con formas pintadas con líneas o grupos de líneas dispuestas en forma vertical o diagonal pendientes del borde de las vasijas. Grupos de líneas y círculos también en base a la técnica del negativo.  También aplicaban algunos motivos geométricos pintados en colores crema o sobre fondos de color rojizo y naranja opaco. Estos mismos motivos se presentan en forma incisa, técnica que es utilizada también para delinear motivos naturalistas de plantas, animales y figuras humanas.

·      Entre las botellas destaca un tipo bien característico y claramente comparable con los cántaros de las fases Jahuay 3 y Chongos de la tradición Topará; es la botella de doble pico con cuerpos modelados en forma de frutos, típicas de esta época y muestran una forma característica del estilo Topará

·      Decoración monocroma lograda en base a la aplicación de engobes de color blanco o crema, seguidos de otros de tonos de color rojo, marrón, naranja y gris.

 

Vasijas que formaban parte del ajuar funerario de uno de una tumba

ubicada en  Belén Alto, valle de Ingenio.  (Foto Johny Isla).

Culto a los muertos

La muestra mortuoria de la investigación de Isla y Reindel  fue insuficiente para establecer patrones de enterramiento.

·      Los cementerios de la “transición” en los valles de Palpa se encuentran casi siempre, en o cerca de los sitios de habitación.

·      Hay sitios mortuorios de la “transición” afectados por ocupaciones posteriores.

·      En el sitio Belén Alto hay un cementerio más o menos delimitado, con tumbas dispuestas en filas, muy cerca de la zona de vivienda.

·      Fueron analizados cinco contextos funerarios individuales saqueados, tipo pozo – tumba. Cuatro adultos estaban en posición sentada con las piernas flexionadas y la cabeza apoyada en las rodillas. Los restos de un niño estaban dentro de una olla.

·      A diferencia de estos cinco entierros, en la península de Paracas (Fase “Paracas Necrópolis”), el patrón de enterramiento cambió a procedimiento de los fardos funerarios,  con restos en posición sentada envueltos con elaborados tejidos bordados y ofrendas de cerámica del estilo Topará; sin embargo, fuera de la península, los entierros fueron individuales con la posición sentada predominante durante “transición”.

 Los petroglifos

Fueron registrados más de 40 sitios con petroglifos, la mayoría de los cuales están en las partes media y alta de los valles de los ríos Grande, Palpa y Viscas, y sobre los 2,500 m.s.n.m. En Chichictara, está el mayor número de petroglifos de toda la región.

Fueron identificadas más de 158 piedras con más de 400 figuras grabadas, que datan de todo el desarrollo Paracas (2,800 a 2,200 adp.), pero la mayoría pertenece a Paracas Tardío y, principalmente, a la “transición Paracas”, con representaciones de figuras antropomorfas que luego fueron trasladadas a los  geoglifos.

 

Algunos petroglifos de la “transición” en los valles de en Palpa.

El mayor número se encuentra en el sitio de Chichictara, Palpa.

(Fotos Johny Isla y Markus Reindel).

 Los geoglifos

Al sur de la ciudad de Palpa fueron hallados más de 50 geoglifos sobre las laderas de las colinas y de las planicies que bordean los valles de Palpa, con imágenes  zoomorfas (aves y felinos),  antropomorfas, seres míticos  y con dibujo  geométricos  de simples líneas, trapecios y algunos pequeños campos o espacios barridos.

Los trazos antropomorfos – solos o en grupos –, muestran el cuerpo de frente y los brazos abiertos, con una especie de tocado, representado por líneas  a modo de penacho,  figura frecuente en los petroglifos  y en la cerámica de la  “transición”.  Nasca.

Estos vestigios son técnica y estilísticamente diferentes a los famosos geoglifos de la época Nasca, porque son pequeños y están en planos inclinados.

Los topará hicieron sus geoglifos combinando dos técnicas: extraían  y acumulaban  las piedras para figuras de bajo y alto relieve que resaltan por contraste con el terreno oscuro de laderas y otras superficies inclinadas.

Los moradores empezaron a dibujar los  primeros geoglifos durante “Paracas Tardío” y aumentaron su producción en la  “transición”, impulsados por el poder topará.

Por eso los dibujos corresponden a aves y felinos, pero también al Ser Oculado, y a motivos de los textiles de la fase “Paracas Necrópolis”,  vinculados con la tradición Topará.

Los geoglifos más antiguos han sido parcialmente borrados o cortados por los geoglifos nasca, más grandes y geométricos, de lo que se infiere que los primeros constituyeron los antecedentes inmediatos.

Los geoglifos nasca son más grandes y fueron  trazados sobre superficies mayormente planas, con la sola técnica del barrido,  retirando las piedras de la superficie.

 

Grupo de geoglifos topará, del Templo de la Fertilidad, en una ladera, al sur de Llipata, Palpa.

Sus figuras se parecen a imágenes de los textiles de la fase Necrópolis (Foto Johny Isla).

 

Conclusiones de Isla y Reindel

Los investigadores señalan que el cambio más importante que caracterizó a la “transición”, ocurrió en el patrón de asentamiento.

Fue repentino, con aumento tanto en el número como en el tamaño de los poblados, así como con el crecimiento de la población respecto al anterior periodo  Paracas y al sucesivo surgimiento de Nasca.

Con mucha cautela, Isla y Reindel,  atribuyen éste y los demás cambios económicos, políticos, sociales y culturales,  al impacto que tuvo “la influencia Topará” en los valles de Palpa en la cuenca del río Grande, incluso en Acarí, en donde erróneamente, tal predominio es atribuido a la cultura local Huarato. Y, al igual que otros investigadores – tal vez por carencia de mínimos testimonios –  no van más allá de mencionar “la influencia” topará, sin darle contenido a ese concepto en cuanto a su origen, causas y procedimiento: ¿fuerza, persuasión ideológica – religiosa, alianzas, vasallaje?, además de precisar los ámbitos que abarcó el nuevo dominio en  la vida diaria de la sociedad de la Costa Centrosur.

En consecuencia, este es un hueco negro más de  esta etapa de la prehistoria peruana, tan igual como sigue siendo el tema de si Chavín de Huántar fue un proto estado teocrático interregional y si su empoderamiento fue únicamente ideológico – religioso, o tuvo que recurrir, especialmente en su fase de crisis existencial, al uso de fuerzas armadas organizadas, en un intento desesperado por mantener su predominio sobre otros pueblos, entre ellos los Paracas. 

Según Isla y Reindel, la intrusión Topará es compatible con el lapso durante el cual, en los valles de Ica, Pisco y Chincha, centro de la cultura Paracas,  se registraron drásticos cambios en el patrón de asentamiento, debido al crecimiento y aglutinamiento de la población, aunque faltan investigaciones de comprobación.   Los vestigios  de poblados de Palpa correspondientes a la “transición” presentan casi similares características de los de Ica y en menor escala, respecto a los de Pisco. 

Otro sitio que parece haber sido importante en ese tiempo, fue La Ventilla. Isla y Reindel,  sostienen que la construcción de este sitio, en el Valle de Ingenio, sucedió en la “transición” y que sus  grandes patios delimitados con muros bajos imitan al modelo arquitectónico topará del sitio Chongos, en el valle de Pisco

El gran aumento del número y tamaño de los asentamientos durante la “transición” fue consecuencia  del acelerado crecimiento de la población, hecho que también coincide con la mayor producción de petroglifos y geoglifos  antecesores de los geoglifos Nasca.

Queda claro que el cambio en el patrón de asentamiento y el crecimiento poblacional de los valles de Nasca y Palpa, durante la “transición”, se debió a la migración  de la población Topará, lo que ha quedado demostrado con las evidencias registradas. 

Durante la transición, la influencia topará también propició una mayor integración  Costa – Sierra  en  la parte alta de los valles de Palpa, zona cercana a las cabeceras de los valles de Ica y Pisco, por una mayor demanda de fibras de camélidos sudamericanos para bienes de prestigio durante la fase Necrópolis – Topará.

Topará, entonces,  empezó a extenderse desde Chincha –Pisco  hacia  Ica – Nazca – Palpa, al final del Formativo y ejerció su predominio hasta el surgimiento de los Nasca. Este planteamiento supone que, primero hubo una interacción entre Topará y Paracas  y luego otro,  entre Topará y Nasca.

Isla y Reindel están convencidos de que la “transición” puede ser caracterizada como una etapa de experimentación y cambio en toda la Costa Centrosur, como ocurrió casi en todos los Andes al final de período Formativo. Entonces, “experimentando”, los topará aportaron complejidad social y la interacción regional, conservando  y transformando algunos rasgos culturales Paracas que se manifestaron en la cultura Nasca, como lazos lógicos de continuidad cultural entre Paracas y Nasca.

No obstante, remarcan que todavía falta saber con mayor detalle lo que se denomina como cultura Topará y cuáles fueron sus rasgos característicos más allá de sus fases o tipos alfareros.

Su definición todavía no es clara ni en su aparente centro de origen (los valles de Cañete, Chincha y Pisco) y por ende, menos aún en los otros valles donde ejerció influencia. Ese es un tema pendiente de estudios detallados y sistemáticos.

Los investigadores señalan: “Nosotros, al igual que otros colegas como Patrick Carmichael (1988), consideramos que el desarrollo de la cultura Nasca como tal —entidad política y social— empieza con la fase estilística Nasca 2 y no en la fase Nasca 1. En este sentido, también pensamos que la fase Ocucaje 9 marca el final del desarrollo autónomo de la cultura Paracas. Las fases Ocucaje 10 y Nazca 1 corresponden a la época de transición  Paracas y Nasca, la cual estaba fuertemente influenciadas por la cultura Topará”.

Continúa en la Parte IV:

TOPARÁ, SEGÚN ANN PETERS Y OTROS

 

 

 

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