domingo, 7 de diciembre de 2014



EL DESPRECIO DE KARL MARX
HACIA SIMÓN BOLÍVAR

Por Elmer Olórtegui

Tres décadas después de la muerte del Libertador Simón Bolívar, en enero de 1858, en el tomo III de The New American Cyclopedia fue publicada una casi violenta y desmitificadora nota biográfica suya, escrita por el creador del materialismo histórico, Karl Marx, a solicitud del editor de Cyclopedia,  Charles Daña, quien, además,  era  director del "New York Daily Tribune". También apareció en la edición alemana de MEW, t. XIV, pp. 217-231. Se trata de una pieza histórica controvertida y poco referida por los historiadores  y biógrafos del Libertador, porque derriba de un solo tajo la imagen de súper hombre, genio militar, adalid de la libertad y hábil político que dio su vida por la emancipación de América.
En los hechos, el texto trasunta un desprecio absoluto de Marx hacia la obra de Bolívar. Antes de publicar el artículo, Dana le reclamó a  Marx el "tono prejuicioso" con el que había escrito la nota, ante lo cual el autor no le respondió y más bien, en una carta fechada en Londres el 14 de febrero, mes siguiente del incidente, admitió ese tono de su nota al comentarle  a su amigo Federico Engels la protesta del editor. Marx escribió: " En lo que toca al estilo prejuiciado, ciertamente me he salido algo del tono enciclopédico. Pero hubiera sido pasarse de la raya querer presentar como Napoleón I al canalla más cobarde, brutal y miserable. Bolívar es el verdadero Soulouque".
Gruesamente, Marx expone a Bolívar como traidor de Francisco Miranda, arguyendo que lo entregó a las autoridades realistas a cambio de su pasaporte para salir en una pieza de Caracas reconquistada por el Capitán General  Monteverde, a la caída de la primera república. Marx también reproduce el apodo “El Napoleón de las Retiradas” que  el general Piar había endilgado a Bolívar, lo cual más tarde pagó con su vida, pues El Libertador lo  mandó fusilar.   
El artículo de Marx sobre Bolívar ha sido digitalizado para MIA-Sección en Español por Juan R. Fajardo, y transcrito a HTML por Juan R. Fajardo, febrero de 1999.

También es muy  interesante y demoledor a la vez, el  enfoque de Marx  sobre  la acción de Bolívar en el Perú. Marx escribió: "Durante las campañas contra los españoles en el Bajo y el Alto Perú (1823-1824) Bolívar ya no consideró necesario representar el papel de comandante en jefe, sino que delegó en el general Sucre la conducción de la cosa militar y restringió sus actividades a las entradas triunfales, los manifiestos y la proclamación de constituciones. Mediante su guardia de corps colombiana manipuló las decisiones del Congreso de Lima, que el 10 de febrero de 1823 le encomendó la dictadura; gracias a un nuevo simulacro de renuncia, Bolívar se aseguró la reelección como presidente de Colombia. Mientras tanto su posición se había fortalecido, en parte con el reconocimiento oficial del nuevo Estado por Inglaterra, en parte por la conquista de las provincias alto peruanas por Sucre, quién unificó a las últimas en una república independiente, la de Bolivia. En este país, sometido a las bayonetas de Sucre, Bolívar dio curso libre a sus tendencias al despotismo y proclamó el Código Boliviano, remedo del Code Napoleón. Proyectaba trasplantar ese código de Bolivia al Perú, y de éste a Colombia, y mantener a raya a los dos primeros estados por medio de tropas colombianas, y al último mediante la legión extranjera y soldados peruanos. Valiéndose de la violencia, pero también de la intriga, de hecho logró imponer, aunque tan sólo por unas pocas semanas, su código al Perú. Como presidente y libertador de Colombia, protector y dictador del Perú y padrino de Bolivia, había alcanzado la cúspide de su gloria. Pero en Colombia había surgido un serio antagonismo entre los centralistas, o bolivistas, y los federalistas, denominación ésta última bajo la cual los enemigos de la anarquía militar se habían asociado a los rivales militares de Bolívar. Cuando el Congreso de Colombia, a instancias de Bolívar, formuló una acusación contra Páez, vicepresidente de Venezuela, el último respondió con una revuelta abierta, la que contaba secretamente con el apoyo y aliento del propio Bolívar; éste, en efecto, necesitaba sublevaciones como pretexto para abolir la constitución y reimplantar la dictadura. A su regreso del Perú, Bolívar trajo además de su guardia de corps 1.800 soldados peruanos, presuntamente para combatir a los federalistas alzados. Pero al encontrarse con Páez en Puerto Cabello no sólo lo confirmó como máxima autoridad en Venezuela, no sólo proclamó la amnistía para los rebeldes, sino que tomó partido abiertamente por ellos y vituperó a los defensores de la constitución; el decreto del 23 de noviembre de 1826, promulgado en Bogotá, le concedió poderes dictatoriales”.

Con otras palabras y con gran acierto, Marx describe el hoy conocido personalísimo proyecto de Simón Bolívar de convertirse en el emperador del Perú y Bolivia, en un principio con la creación sin tapujos ni hipocresías de lo que se llamaría “Imperio de los Andes” y luego, a través de la Confederación Peruano-Boliviana.  Bolívar ejecutó la parte básica de su plan monárquico-absolutista disfrazándolo de “República con constitución y presidencia vitalicia”, pues logró que las nacientes republicas del Perú y Bolivia aprobaran  constituciones vitalicias casi idénticas, redactadas de su puño y letra como copia de la constitución bonapartista que consolidó a Napoleón en el poder a través del triunvirato, luego del golpe de estado que acabó con la revolución francesa.  La acción de sus opositores colombianos y venezolanos  para impedir que Bolívar  intentara hacer mismo en Colombia, tal como era su íntimo propósito, así como la tuberculosis, abortaron los sueños absolutista del libertador americano, quien contradictoriamente era un esclavista irredento que en el tramo final de su vida no tuvo reparos en descubrir su verdadera entraña  imperial absolutista y despótica en un vano intento de imitar a Napoleón Bonaparte. 7 Dic 2014




sábado, 6 de diciembre de 2014

EL VERGONZOSO ORIGEN DEL PODER JUDICIAL
PERUANO: EL “CASO MONTEAGUDO”

Por Elmer Olórtegui
El Poder Judicial  fue “vergüenza  nacional” desde su nacimiento. San Martín creó “la alta cámara de Justicia”, una semana después de la Jura de la Independencia. El Historiador Herbert Morote, en su obra: “Bolívar, enemigo del Perú” cuenta que en plena campaña emancipadora (Dictador  y director de la guerra) ,  el 6 de marzo de 1824, el Libertador reemplazó la cámara por la Corte Superior de Justicia de Lima y, luego de la Batalla de Ayacucho, creó la Corte Suprema", a su medida y gusto. Morote añade que el principal propósito del Libertador “fue acomodar a jueces que le permitiesen reprimir la oposición, gobernar sin problemas y aceptar sus órdenes, dando la sensación de un marco de legalidad que todos los tiranos, hipócritamente, buscan. Como presidente de esta Corte nombró a Manuel Lorenzo de Vidaurre”,  a quien Morote califica como un  sirviente del dictador. O, sea, nuestro Poder Judicial  tiene en su ADN  una vocación servil incurable.Veamos ahora el caso “Monteagudo” que muestra como funcionó desde un principio el Poder Judicial peruano, como mero instrumento del poder político.
EL CASO MONTEAGUDO
Bernardo José de Monteagudo, nacido en Tucumán, en el virreinato de Río de la Plata, fue un luchador por la emancipación americana. Durante el breve protectorado peruano  del General José de San Martín, Monteagudo fue la mano derecha  del Protector en los cargos de Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores. Dio disposiciones en contra de los ricos de entonces, que lo malquistaron con la aristocracia limeña arribista y oportunista que había rodeado a San Martín. También se convirtió en blanco del Libertador Simón Bolívar, porque junto con su jefe San Martín, apoyaba la idea de que el Perú debía de convertirse en una  monarquía constitucional. Bolívar prefería la república y ya por entonces, desde Quito y Guayaquil,  maniobraba a través de sus agentes  secretos en Lima  para sacar del escenario peruano a San Martín y a su gente.  
Cuando  San Martín se fue a Guayaquil a reunirse con Bolívar, dejó al impresentable y luego traidor marques José de Torre Tagle como su “Supremo delegado” al frente del gobierno del Perú. Ni cortos ni perezosos,  Torre Tagle y su gavilla de aristócratas empolvados  cesaron a Monteagudo en todos sus cargos y el llamado Congreso Constituyente de entonces – un grupo de amigotes que se habían elegido así mismos por ser “propietarios” – lo desterró a  Panamá, amenazándolo con matarlo si regresaba.
La segunda parte de esta historia es trágica. Monteagudo regresó al Perú y se alió a Bolívar sobre la base de que ambos tenían la ilusión de convertir a Hispanoamérica en una nación de estados confederados. No obstante, sus enemigos y en especial Faustino Sánchez Carrión, uno de los ministros peruanos de Bolívar, se la tenían jurada, hasta el punto de que para quien quisiera oírlo Sánchez Carrión, sugería que Monteagudo debía morir. La cosa se complicó cuando a Bolívar le dio su fiebre final absolutista y preparó las constituciones vitalicias de Perú y de la recién creada Bolivia para crear nada menos que “El imperio de los Andes”, o la “Confederación Peruano- Boliviana”, con él de emperador disfrazado de “Presidente vitalicio”.  Bolívar, una vez que convocó al congreso constituyente que debía bendecir su imperio, comenzó entonces a deshacerse de todos sus opositores, entre quienes inevitablemente estaría el bravo  Monteagudo. Lo mismo hizo con el almirante Guisse. Bernardo de Monteagudo murió asesinado en Lima el 28 de enero de 1825, a los treinta y cinco años. Lo mataron a eso de las 8 de la noche de una puñalada en el corazón  en la Plazoleta de la Micheo, ubicada por entonces  en el extremo norte de la entonces calle Belén, décima cuadra del actual Jirón de la Unión. Total, en el mentidero de Lima fue un lugar común dos alternativas: la orden del asesinato habría procedido de Sánchez Carrión solamente, sin conocimiento de Bolívar, o fue un crimen de ambos.
Los asesinos, autores materiales fueron: Candelario Espinosa y el esclavo (ojo en ese tiempo había esclavos) Ramón Moreira. Confesaron su responsabilidad y dieron detalles de los hechos.
Un tribunal supremo integrado por Fernando López Aldana, José de Armas y Manuel Villanueva sentenció a  muerte al apuñalador Espinosa y a 10 años de prisión al cómplice Moreira. El dueño del esclavo, Francisco Moreira y Matute (amigo fiel de Sánchez Carrión) y sus presuntos coautores intelectuales, Francisco Colmenares y José Pérez, fueron absueltos.
Pero el fallo no agradó a Bolívar. Morote dice: “Bolívar ordenó a la Corte Suprema que se revisara el juicio y que se nombrara un tribunal especial para este propósito,dando detalles de su composición y cómo debían actuar:“(…) Tenga la bondad de pasar al presidente de la corte suprema de justicia el proceso correspondiente a la causa seguida contra los asesinos del coronel Monteagudo, imponiéndole de mi resolución, que se reduce a los siguientes: 1º. El presidente de la suprema corte de justicia queda autorizado por mí para nombrar un tribunal especial que vuelva a ver de nuevo, conozca y juzgue en primera instancia dicha causa. 2º. Este tribunal será compuesto de un presidente y dos vocales; dos fiscales serán los acusadores, y estos obrarán de acuerdo en mancomun in solidum. (…)”
No obstante el despelote fue que al no gustarle también los resultados de la revisión del caso, y atendiendo a que los asesinos proclamaron que dirían la verdad solo al Libertador, el 23 de abril de 1825 el mismísimo Bolívar habló a solas con ellos. No hubo ningún registro ni testigo. Pero después, coincidiendo con las habladurías de los limeños,  Bolívar conmutó las penas de los asesinos y  ordenó que, convertidos en soldados,  Espinosa y Moreira fueran enviados  a Colombia.

Años después, convertido ya en Presidente de Colombia, el general Tomás Mosquera,  quien en el trance del crimen Monteagudo era Jefe de Estado Mayor del Libertador, declaró  que el asesino Espinosa confesó ante Bolívar que asesinó a Monteagudo por encargo del ministro José Sánchez Carrión, quien le pagó 50 doblones de cuatro pesos en oro por la tarea. Sánchez Carrión era el líder de la logia secreta republicana que había enfrentado las intenciones monárquicas de Monteagudo, organizando su derrocamiento y expulsión de Perú en 1822.

Mosquera testimonió también que Bolívar se deshizo de  Sánchez Carrión, ordenando su envenenamiento. En efecto,  Sánchez Carrión murió mes y medio después de la reunión de Bolívar con los asesinos, de una extraña afección, el 2 de junio de 1825. Pero ahí no acabó todo. Según el testimonio de Mosquera,  el asesino de Sánchez Carrión, también fue liquidado por orden de Bolívar, para evitar toda filtración, luego de lo cual el Libertador suspendió la ejecución de Espinosa y ordenó el traslado de los asesinos de Monteagudo a Colombia. 6-Dic. 2014.