viernes, 31 de octubre de 2014

PIZARRO O LA POLÍTICA DEL TAHÚR



Pizarro o la política del tahúr
Punto de vista sobre el libro “Pizarro,  el Rey de la Baraja –
Política, confusión y dolor en la conquista”
ELMER OLORTEGUI

La obra, “Pizarro, el Rey de la Baraja – Política, confusión y dolor en la conquista”, de Alan García Pérez- Lima, 2012, 204 páginas, es un innovador y sorprendente enfoque de un tema capital de la historia de América Latina y, en particular del Perú,  no obstante que se pensaba  que sobre dicha materia, casi se había dicho todo.
A mi modo de ver, lo innovador del trabajo consiste en que el autor, uno de los políticos y pensadores actualmente  gravitantes en el Perú y Latinoamérica, expone ampliamente la aplicación de la Teoría General de los Sistemas a uno de los hechos sociales decisivos de la humanidad: la política. Sobre la base de diversos e importantes desarrollos de investigación académica y social, la obra enfoca el tema “Pizarro” dentro de la configuración precisa de las categorías determinantes de todo sistema político. De este modo, como el mismo autor lo precisa, la obra no es un relato o análisis histórico más, sino que resulta una especie de escaneo electrónico de avanzada precisión que postula como la tesis  del libro la siguiente: que  fue la ACCIÓN POLÍTICA diestra y eficaz  de Pizarro – definida como “la competencia, distribución y ejercicio del poder para dirigir sociedades y decidir en nombre de ellas, con la obediencia del conjunto social” – la que hizo posible su triunfo y el de la Corona Española sobre el Tahuantinsuyo.
Desmenuzando el planteamiento central del libro se tiene entonces que  la toma del Incanato se debió a los siguientes factores: la capacidad política de Pizarro para constituir una élite y un “núcleo duro” de dominio y prevalencia. Su acertada e inmediata facultad para identificar la distribución  del poder existente entre los grupos y personas. Su habilidad  para administrar mejor que Atahualpa y  otros jefes indígenas la tensión  que se produjo  entre los líderes y los grupos subordinados que presionaban y se movilizaban. Su destreza  para interpretar, planificar y anticipar sistemáticamente  los hechos. Su astucia, la  que le permitía confundir diestramente  a sus adversarios. Y, finalmente,  su capacidad para trasladar  sus responsabilidades a sus oponentes.
Vistos los hechos, desde esta innovadora óptica, es procedente la conclusión del autor de que estos factores políticos  fueron tan importantes para la imposición de las fuerzas invasoras pizarristas, quizá tanto o en mayor medida como pesaron la acumulación de recursos económicos (dinero, caballos), los  medios productivos y los  avances tecnológicos (pólvora, hierro), el desconocimiento de los Incas de la rueda y la conducción animal, su notable y grave división interna, así como un componente esencial de la motivación humana: la ambición de riqueza pronta y cuanto mayor, mejor.
Lo sorprendente y polémico del contenido del libro es el original planteamiento de la presunción del  profesor García Pérez  – la que debido a la acuciosa y metódica labor de contrastación con los hechos, casi se vuelve certeza – acerca de que la gran eficiente destreza política de Francisco Pizarro procedía de su amplio dominio y experiencia en el juego de mesa llamado “Tresillo” (en proceso de extinción), el cual había logrado gran popularidad y difusión en España y sus dominios de ultramar, durante lo que duró su invasión y ocupación del Nuevo Mundo. Este juego de baraja que admitía más de dos participantes, sujeto a unas veinticuatro reglas que permitían numerosas combinaciones de riesgos y alternativas para vencer a los rivales,  habría sido, según el autor, una especie de referencia básica, fuente, modelo o manual de operaciones que Pizarro empleó constantemente para tomar sus decisiones, desde las cruciales, hasta las más simples. De este modo, todos los que lo rodeaban, eran para el hijo de Extremadura, cartas del “Tresillo” con distinto valor, que debían ser jugadas siempre en su propio beneficio, según las reglas del sistema. El análisis comparativo de los principales hechos de Pizarro, desde que compró el permiso real o  “Derecho de conquista” de Pascual de Andagoya para explorar los territorios al Sur de Panamá, hasta su asesinato a manos de los almagristas, muestra,  de modo contundente, que corresponden o se inscriben dentro de cada una de por lo menos unas  quince reglas del “Tresillo”. Considero que este aporte explicaría en buena parte la espectacular vida, fracasos y éxitos de Pizarro, sobre la base de su arrolladora personalidad, su vocación y capacidad  de liderazgo y su valentía  a toda prueba para la aventura  y el  combate, no obstante su origen llano y su condiciones menoscabadas de hijo natural y analfabeto, en tiempos en que esas condiciones generaban una exclusión social, difícilmente reparable.

No obstante, hay hasta tres hechos que el libro no toma en cuenta en el dibujo total de la personalidad  de Pizarro  – sin que por eso sus méritos disminuyan – y que también contribuyeron al éxito a la operación de emboscada, secuestro, captura y extorsión que  el Gobernador General  ejecutó con gran maestría en Cajamarca para apoderarse, en poco menos de dos horas, del representante del máximo poder de un inmenso imperio.
El primer hecho es la inmensa ambición que movía a Pizarro y a sus hombres, una ambición desmedida por riqueza material en oro y plata cuya satisfacción justificaba en los hechos toda la gama de iniquidades de las que es capaz la especie humana: engaño, traición, asesinato, genocidio. Considero que el desarrollo del tema del “Tresillo” abre la gran posibilidad de que expertos en  reconstrucción de configuraciones  psicológicas de personajes desaparecidos, haciendo uso de las herramientas del psicoanálisis  por analogía, exploren los actos propios del invasor ibérico y ensayen una cercana descripción aunque seda arqueológica de su dimensión mental.
El segundo hecho es que Pizarro y los suyos, pero en especial Pizarro, se jugaron la vida en  la aventura incaica: la Capitulación de Toledo, constituyó un exacto contrato de concesión (similar a los actuales)  para que el extremeño y sus socios hicieran por iniciativa privada, sin que la corona arriesgara dinero alguno, la aventura de exploración y conquista del aún desconocido Pirú. Para eso comprometieron casi todo o la mayor parte de sus recursos propios y un fracaso estrepitoso hubiese significado su ruina total. Ellos no podían regresar con las manos vacías. Para evitar eso, Pizarro hizo uso eficiente de la técnica de “Secuestro y Extorsión”, desarrollada por los militares españoles en sus guerras contra los moros y en Italia, un procedimiento  sobre cómo una pequeña fuerza podía hacerse de un reino, siempre y cuando – usando el procedimiento del engaño o la emboscada – pudiese llegar cerca del rey o emperador, con el mayor éxito posible. Este procedimiento, que los españoles habían convertido en una especie de manual de operaciones, incluía como punto crucial  la toma en rehén del rey – hecho que paralizaba totalmente a la fuerza enemiga – y añadía la obtención de un rescate dinerario y finalizaba con  el llamado “control  del enemigo”, lo cual implicaba la inevitable  muerte del dignatario preso, una vez consolidaba la rendición u ocupación del reino. Para eso, en el caso de Atahualpa, Pizarro organizó   el engaño de la reunión diplomática en Cajamarca, promovió el asesinato de Huáscar, culpó   de ese  crimen a Atahualpa  y usó    ese cargo como  el sustento de la  ejecución pública del Inca, ocho meses después de su secuestro,  el 26 de julio de 1533.
El tercer hecho es el planteado por el historiador Ivan R. Reyna, profesor de la Universidad de Missouri en su trabajo: “La chicha y Atahualpa: el Encuentro de Cajamarca en la Suma y Narración de los Incas de Juan Diez de Betanzos”. Según Reyna, a Pizarro y su gente le fue fácil apoderarse del emperador porque este acudió a la plaza de Cajamarca totalmente ebrio con chicha. El historiador, además de lo valioso de su fuente principal, Betanzos,  ha hallado registros en todos los cronistas del hecho  de que, luego de su entrevista el día anterior con Hernando de Soto  y  Diego de Almagro, el Inca se reunió con sus generales, discutieron sobre los “barbudos”  y luego bebieron chicha, abundante chicha hasta el día siguiente, de tal modo que cuando el emperador fue atacado estaba en una gran curda, medio mareado aún  y por eso reaccionó sin ánimo ni fuerzas.  Reyna apoya su tesis en una detallada investigación acerca del carácter ceremonial y celebratorio de la chicha en el mundo andino, en especial en la nación quechua y en la expresión de casi todos los cronistas de que Atahualpa tenía una marcada adicción al alcohol de maíz, en forma de chicha. Hay otro hecho registrado por los cronistas que abona en este sentido. En medio de la trifulca de la emboscada, el Inca no pudo recuperarse rápidamente cuando tuvo que salir de su anda, luego de que sus cargadores cayeran asesinados. Estaba como perdido.  Como era imprescindible que el Inca fuese capturado vivo, Pizarro mismo tuvo que abalanzarse para evitar que uno de los suyos atacara a Atahualpa con su hierro, por lo que el Gobernador sufrió una herida en uno de los brazos. Es evidente que el probable hecho circunstancial de la descomunal borrachera del Inca, sumado a otros errores estratégicos y tácticos cometidos por Atahualpa en el curso de la llegada de los españoles y su captura, como el dejarse llevar por su insuperable soberbia, permitieron  también  la facilidad con la que Pizarro y sus hombres lo tomaron en rehén, a pocos kilómetros de donde acampaban entre 30 y 35 mil guerreros incaicos. Esa fuerza, como esperaban los invasores, quedó con las manos atadas por la amenaza de muerte inmediata del Inca, si decidían atacar.
Lo anotado, contribuye al aporte central del libro bajo nuestro análisis, la sistemática determinación de las reglas que conformaron el sistema de acción política de Pizarro, o sea de las condiciones que le permitieron acceder, ejercer y mantenerse en el poder para ejecutar sus propósitos. Este es el resumen de lo que se puede llamar, la “política de Pizarro”: su constancia indesmayable para ejecutar sus propósitos. Su fijación  de objetivos propios definidos, pero confusos para los demás, el logro de su legitimidad como líder indiscutible y su constante personalización en todas las circunstancias, su capacidad para decidir y ejecutar los hechos fundamentales, su comprensión intuitiva pero acertada de la realidad física y social de su escenario, su destreza  para comprender la psicología  de los contrarios y multiplicar la confusión y la desunión  entre ellos, su previsión para guardar elementos de negociación, su proverbial paciencia y serenidad, su previsión para apoderarse de la logística segura del nuevo territorio y su sagacidad para evadir las responsabilidades y atribuírselas a otros.
El libro, abre también una puerta sobre otro importante tema del ejercicio general del poder para la investigación y el debate intenso: la marcada relación que parece existir entre el ejercicio intenso del poder y su trágico final en la mayoría de los casos. Los finales no trágicos, parecen ser la excepción de la regla. 

Lima, 15 de octubre de 2014