martes, 22 de noviembre de 2022

 

TOPARÁ, SEGÚN OTRAS INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS

PARTE IV - FINAL

LA INVESTIGACIÓN DE ANN PETERS

Por Elmer Olórtegui

Periodista

En 2018, la Universidad Católica del Perú, dedicó su Boletín de Arqueología N° 25 a profundizar el tema de la opción transicional entre Paracas y Nazca: “De Paracas a Nasca, interacción y transición: esferas geográficas, prácticas sociales y procesos históricos en la costa sur”, sobre la base de artículos y ensayos de connotados investigadores de las mencionadas culturas. No obstante, varios de ellos trataron el tema de la indudable existencia de la cultura Topará. La arqueóloga estadounidense, Ann Peters una de las principales investigadores actuales del tema, junto con su colega Elsa Tomasto-Cagigao, haciendo de editores, reseñaron la parte medular de los trabajos en el artículo: “De Paracas a Nasca: ¿por qué la necesidad de estudiar una época «transicional»?

Cinco años antes, en 2013,  Peters había publicado en el N° 17 de la misma revista científica su ensayo,  Topará en Pisco: patrón de asentamiento y paisaje”, en el que respalda que la cerámica topará fue documentada por primera vez como el estilo “Paracas Necrópolis, por su asociación a los contextos funerarios del cementerio Wari Kayan en el sitio de Paracas, que datan a aproximadamente del lapso entre el 150 ane., y el 200 ne.

También reafirma que la cerámica, arquitectura y el patrón ocupacional topará fueron estudiados inicialmente por Edward Lanning en el sitio de Jahuay, en la desembocadura de la Quebrada Topará y Dwight Wallace en los valles de Pisco, Chincha y Cañete.  

En 1997, Peters hizo su tesis doctoral en arqueología sobre la relación entre el patrón de asentamiento - ocupación de las fases topará, Jahuay, Chongos y Carmen con los recursos acuíferos y paisaje del valle de Pisco.

Ella postula que durante la primera mitad del Período Intermedio Temprano, el valle de Pisco era parte de una entidad sociopolítica topará centrada en el valle de Chincha y con presencia en el de Cañete. Esa entidad dejó su expresión alfarera, en forma de platos y botellas funerarias del estilo Carmen y su impronta arquitectónica en varios edificios monumentales, caracterizados por muros gruesos de adobe y cantos rodados que no eran aldeas agrícolas ni asientos exclusivamente ceremoniales.

La investigadora plantea que fueron centros sociopolíticos que albergaban a una población fluctuante y ofrecían ritos de culto e intercambio, organizadas por núcleos sociales que controlaban la zona. El tiempo y actividades modernas han destruido varios de estos lugares y en particular el patrón ocupacional real. Está segura de que sectores de sitios grandes y muchos sitios pequeños —caseríos agrícolas y campamentos de caza y de pesca— deben haber sido borrados por ocupaciones posteriores.

Los sitios principales fueron ubicados vinculándolos a las rutas hacia la bahía de Paracas, los valles de Ica y Chincha, y la Sierra al Este,  lo que dice que  su cultura material manejaba recursos de  Costa, la Sierra y del Altiplano, con el intercambio  de mayor distancia.

Según la percepción de Peters, tras la caída de los topará, todos sus centros principales fueron reocupados en los períodos subsiguientes por los nasca, los wari, los inca y los invasores españoles porque, sin duda, eran claves para el manejo de los recursos naturales regionales  y el acceso a otras regiones de la región Centrosur andina.

Los asentamientos  de las fases toparenses  Jahuay y Chongos se caracterizan por sectores con núcleos de recintos aglutinados, rodeados por canchas amuralladas, separadas por plazas abiertas. Cada sector tuvo múltiples funciones: residencial en ciertas temporadas y para actividades especiales de producción; espacio de compartir conocimientos especializados sobre textilería, alfarería, tallado en madera y otras labores.

De eso Peters infiere que la organización social toparense era segmentaria, de  grupos definidos por el parentesco y ancestros míticos e históricos, controladora de recursos naturales y del paisaje antropogénico. Su liderazgo político, militar y ritual debió ser algo similar al de los curacas de las sociedades posteriores de los Andes Centrales, aunque diferente del poder que ejercieron los incas y los invasores españoles.

Entonces, a fines del Período Formativo, los líderes de las culturas Topará, Paracas y Nazca Inicial, no pertenecieron a un Estado o a un imperio. Sus desigualdades habrían tenido un carácter más fluido: controlaban la labor y la lealtad de sus comunidades y su gran riqueza provenía del desarrollo y buen manejo de recursos naturales de la vertiente pacífica de los Andes Centrales. A través de alianzas, deben haber negociado tránsito libre y protegido para el  intercambio a larga distancia, tanto por la Costa como por la Sierra.

Eso ha llevado a Peters a deducir que por entonces se instauró una red cambiante de relaciones de poder que se redefinía constantemente por el combate y las alianzas de parentesco, en cuyo contexto gran cantidad de trabajo comunal y los más finos productos de alto prestigio se canalizaban a ritos mortuorios de preservación, entierro y  mantenimiento de los fardos – tumba de los ancestros.

Hablan los fardos funerarios de Wari Kayán

En su trabajo: “¿Qué constituye la transición Paracas – Nasca en Paracas Necrópolis? Prácticas mortuorias, artefactos presentes, formas de indumentaria y diversidad sociocultural”, publicado también en la revista PUCP N° 25,  Peters presentó su estudio de  16  fardos de  Wari  Kayan  y  los  comparó  con  otros estudiados por el propio Julio C. Tello y con  60  procedentes del mismo sitio y de  Arena  Blanca.

Su indagación, sobre la base del examen científico de fardos complejos y simples le ha permitido formular una propuesta sobre el modelo del orden social, de las relaciones de intercambio y de los procesos históricos en el tiempo correspondiente.

La muestra

Los restos humanos de la muestra son adultos de entre 35 a 50 años. El sexo  se estableció en  características  físico – biológicas y el género, en los artefactos afines. La gran mayoría de momias estaban sentadas con la cara hacia el Norte, con los recipientes en ese lado de la base y con cañas o armas, al lado derecho (al Este) o en ambos lados.

Hay rastros de que varios fardos fueron abiertos durante la “transición” paracas – nasca, porque encontraron en un fardo huesos del pie de otra momia. El equipo de Peters consideró entierros secundarios a fardos que contenían paquetes de varias momias completas o incompletas.

La muestra de Peters tiene un mayor número de fardos del Periodo Formativo Superior Tardío o Final y pocos contextos de la cultura Nasca. Sin embargo, lo estudiado equivale a menos  de  la  quinta  parte  de  los  fardos  intactos recuperados de Wari Kayan y otros sectores de Paracas.  Es decir, hay muchos fardos sin estudiar.

Los entierros del final del Formativo son cercanos a la tradición Paracas, pues tienen artefactos  y  estilos  parecidos  a  los  recuperados  de  algunas  tumbas  de  “Paracas  Cavernas”  y  el final de “Ocucaje” y son distintos de los entierros posteriores.

Hallazgos de la interacción Paracas Tardío – Topará

·      Las momias del final del Formativo tienen  tatuajes grandes en manos, antebrazos y piernas, zonas donde la piel está conservada,  en  forma  de  diseños  en  color  negro-azulado. También tienen dibujos con pintura  corporal,  pero  no se ha podido si son formales  o  marcas del contacto con textiles u otros materiales.

·      En los entierros de Wari Kayan, el ajuar incluye armas e instrumentos. Armas: cuchillos de punta triangular de obsidiana con mango de madera, estólicas, hondas y flechas grabadas. Otros instrumentos: peines, coladores, flautillas y quenas de  caña o de hueso, varas de madera  tallada con pulido fino  y  complejo.  Las armas, los instrumentos musicales y las varas talladas están solo en entierros de  masculinos. Los coladores y peines están tanto en éstos como en los de mujeres.

·      Los adornos de metal son grandes y complejos. Los detalles repujados, el recorte del adorno en contornos, las figuras humanas y felinas muestran el dominio de técnicas especiales y la importancia del trabajo de metal.

·      Entre los adornos de plumas predominan las de papagayo (Ara ararauna) amarillas y a veces azules y adoptan forma de abanico, de penacho triangular de plumas amarradas a una varita de madera, o de borla construida con un anillo y pendientes de caña con plumas amarillas y negras.

·      Hay entierros femeninos que tienen adornos de pendientes triangulares de piel, cubiertos por plumas amarillas adheridas.

·      En los entierros predomina la tela llana de algodón. En los fardos masculinos  hay  túnicas cerradas y faldas de algodón natural.

Cuatro tipos de túnicas de tela llana (foto Ann Peters)


Cinco formas de faldas masculinas en la fase final de Paracas 

(foto: Ann Peters) 

·      El manto  típico  de  “Paracas  Necrópolis”, corresponde al final del Periodo Formativo (Manto 1). Los de color rojo predominante se encuentran en los fardos masculinos.

 

Tres mantos paracas – topará del Formativo Final (foto Ann Peters)

·      Los tocados también se encuentran en la cabeza del individuo o la cima de un fardo, enrollado y torcido en forma de turbante. Hay una gran variedad de tocado de hombres hechos de cuerdas, hondas y bandas de diversas técnicas (Tabla 9).

·      La indumentaria  típica de los fardos masculinos consta de una túnica y un manto  que representan el mismo ícono, tocado. El traje femenino requiere de mayor definición por haberse encontrado en  estado  fragmentario  en  los  casos  analizados. 

·      La indumentaria  frecuente  —el  manto,  los  mantos  femeninos Lineales  y  las  túnicas –  es indicativa de “Paracas Necrópolis” y, en consecuencia, está ligada específicamente a la tradición Topará. En cambio, la túnica designada como 3 y el manto 2, con bordados predominantes, reflejan las influencias mutuas entre las tradiciones Paracas y Topará que caracterizan al valle de Ica.

·      Peters, también determinó que la mayoría de los fardos “Paracas Necrópolis” son de categoría “Z”, es decir considerados pequeños, de tamaño correspondientes al volumen de un sepultado en posición sentada.  Muchos conservan solo una momia,  un hermoso tocado,  uno  o  dos  mantos,  otras  indumentarias  y  otros  artefactos. 

Sin embargo, aproximadamente el 8%  del total está compuesto por fardos de mayor tamaño y   son considerados “complejos”, porque cada uno contenía entre 30 y más de 200 diversos vestigios de diferente tipo por lo que se les considera ajuares de personajes de alto rango.

·      Peters interpreta la presencia de esos vestigios desde el enfoque de un “modelo de intercambio” bélico o amistoso entre los actores sociales, en el cual, “el liderazgo social se fundamenta en  el  desarrollo  de  relaciones  diversas  de  alianza  y  confrontación,  esenciales  para el  manejo  de  poder  económico”. Precisa que el modelo solo implica el nivel de las conocidas alianzas entre curacas o jefes de ayllus o de comarcas, a veces vinculados por relaciones de parentesco, más no  a una estructura tipo Estado. Por lo tanto, dirigió su búsqueda del rango social del sepultado en tal o cual fardo, en función de tres factores: 1) la estructura del fardo y el número de capas de exposición construidas en momentos distintos; 2) la cantidad y calidad de los vestigios identificados; y 3) la diversidad de los estilos involucrados.

Hallazgos de la interacción Topará – Nazca inicial

Los fardos más grandes con  más  objetos  y  variedad  corresponden  a  personajes  o  a  grupos  emparentados y a encargados  de  los  rituales  post mortem, vinculados a  un  círculo  social  más  amplio, dentro del cual  el intercambio y el liderazgo social se fundamentaba en relaciones diversas. En este tipo de fardos habrían sido sepultados líderes  sociales  tanto de Paracas Tardío, Topará y Nasca  en el curso de la transformación política y cultural de entonces.

Sus ofrendas tienen diversos orígenes socioculturales y fueron producidas  en  diferentes  momentos  históricos.  Pueden  representar  hasta dos  generaciones  de  liderazgo.

·      En un fardo se recuperó dos pieles de zorro. En otro, sólo una. El zorro es un elemento característico de la mayoría de los fardos masculinos.

·      Entre los  penachos  asociados  a la etapa, la  mayoría  tiene  una  estructura  y  composición particulares, en especial plumas largas amarillas de oropéndola amazónica (Psarocolius sp.).

·      No aparecen instrumentos musicales.

·      Las armas halladas tienen formas conocidas: porras, estólicas, manojos de cañas identificadas como partes de flechas, varas pulidas con un extremo puntiagudo y bastones con anillos de tendones.

·      En los fardos transicionales aparece nuevas versiones de  túnicas con bordados en característicos. La túnica 5 (Figura 3b y 3c) es la “unkuña” o “esclavina”, según nombres dados por Tello y sus colegas y “ponchito”, por Paul. Más pequeñas que  los  unkus,  estas  túnicas  forman  parte  de  nueva  vestimenta  masculina  distinto al modo anterior.   

 

Cinco tipos de túnicas atribuidas a etapa de transición paracas – nasca.

(foto: Ann Peters)  

·      Siguió el uso de la falda, pero apareció la wara o taparrabo. Las  telas  de  tocado  masculinas  aparecen  con  proporciones  parecidas  a  las  anteriores, pero con otros estilos del bordado.  

·      El manto siguió presente, con cambios en los estilos de bordado.

·      Aparecen también estilos atípicos con características del surgimiento Nasca 1 con múltiples figuras del “guerrero”.

·      Los fardos femeninos de esta fase nasca se caracterizan por el vestido femenino (manto 4) de dos paños de tela llana de algodón natural o de camélido teñido. El manto femenino (manto 5) es más pequeño que los otros mantos. Este tipo de fardo incluye también telas bordadas que cubren  ofrendas más novedosas o más relacionadas a nasca con vestimenta más antiguas.

 


                                              Cuatro tipos de wara o taparrabo masculino

                                                                               (foto: Ann Peters)


Cuatro piezas de vestimenta de los inicios de nasca, llamados “Anakos”. 

(foto: Ann Peters) 

·      En esta fase y en la posterior, en fardos masculinos, fueron halladas  túnicas  abiertas,  llamadas por Tello “casulla”  (Tabla  11), cubriendo la parte exterior del fardo.  

·      También fueron recuperados  penachos de una forma particular, una  especie  de  borla  con  una  armadura  cónica  cubierta  por  hileras  de  plumas  amarillas,  con  otras  plumas colgantes. Una variante tiene plumas de halcón y otra un par de borlas con plumas de loro.

·      Estos adornos presentan diversos tipos de plumas, como las de cóndor (Vultur gryphus) para abanicos y de loro (Amazona farinosa), además de plumas amarillas probablemente teñidas.

·      También desarrollaron una gran variedad de cuerdas y cintas delgadas incorporando fibras vegetales naturales, de camélido policromas en diversas estructuras y cabello humano.

·      Ya en la fase nasca 2 aparecen nuevas prendas de vestir con  franjas  en los cuatro márgenes, denominadas por Tello y sus colegas como  anako”, mantos llamados “mantón”,  turbantes,  túnicas de proporciones atípicas, con franjas continuas en los cuatro márgenes, y bordados y flecos parecidos al grupo anako. Se trataría de una  tradición de vestimenta del específico grupo social nasca, que llegó a participar de la tradición mortuoria de Paracas Necrópolis.

·      En esta fase nasca 2  los llautus, o cintas diversas y telas de tocado de colores brillantes fueron colocados en la cima del fardo y no están tapados por otras prendas como antes. Este cambio de  prácticas  indica  que  el  fardo  ancestral  cambió  de  identidad  cultural,  como resultado de un  realineamiento en las relaciones políticas y cambio del balance de poder en las alianzas, hechos que habrían ocurrido durante no más de cinco generaciones.

Iconografía continua con innovaciones

Los mismos íconos fueron representados en todos los estilos:

El ave-insecto dorsal

Los monos-humanos

El felino lateral con manchas corporales

El ave de dos cabezas

El personaje de dos apéndices cefálicos, fueron los íconos centrales, durante todo el tiempo de la “transición”. 

Pero, también fue importante la figura danzante o sacrificada, como representación de la mortalidad. También resaltan las figuras de guerreros, cóndores, halcones y serpientes de dos cabezas.

Los íconos relacionados a la pesca y caza marina y la producción agrícola surgieron en  la  cerámica  Topará,  pero  las  figuras  como el “pez con brazo humano”, aparecieron en los textiles del Formativo Final.

Los íconos del lobo marino, la llama y la vicuña, las  plantas  alimenticias,  diversas  especies  de  aves,  las  flores  y  los  insectos  aparecieron durante nasca inicial, en la composición textil.

El proceso histórico, según la cultura material.

El final del Formativo correspondió  en  las  Necrópolis  de  Wari  Kayan  a  alianzas  entre  diversos  grupos  ligados  a  la  tradición  Topará y su  interacción con la tradición Paracas, así como una segunda fase de convivencia entre individuos y grupos sociales de las tradiciones Topará y Paracas, que produjo vestimenta integrada, con la aparición de objetos novedosos de estilo nasca, textil y cerámico

En la fase nazca 1A el registro mortuorio de Wari Kayan, muestra que se produjo una oleada de nuevas formas de indumentaria, de artefactos de otro tipo, de nuevos estilos e iconografía que reflejan contacto con grupos sociales recién presentes. En la fase 1B y fase 2, hubo nuevos estilos de vestimenta de la  tradición  nasca, aunque  los grupos sociales ligados a las tradiciones Topará y Paracas no dejaron  de  existir,  sino  que  adoptaron  nuevas  prácticas,  íconos  y  estilos  en  la  interacción  con  sus  vecinos.

Entonces, el patrón mortuorio Paracas Necrópolis estuvo ligado a entidades sociales asociadas a variantes de la tradición cerámica Topará, y la mayoría de los estilos textiles que dominan en cada fardo han sido probablemente producidos por comunidades ligadas a esa tradición, en cada fase aparecen artefactos evidentemente no producidos por ellas. El carácter de estos artefactos cambia a través del tiempo, ligado tanto a las relaciones políticas cambiantes con otras comunidades como a los cambios en los estilos emblemáticos de cada grupo social.

CERÁMICA DE WARI KAYÁN, SEGÚN VANESSA TINTEROFF

La arqueóloga Vanessa Tinteroff, según su trabajo publicado también en el boletín PUCP ya citado: Las vasijas de Necrópolis, península de Paracas (costa sur, Perú): ensayo de análisis de su producción, su distribución y su depósito en contextos funerarios analizó exclusivamente también la  cerámica  de  Wari  Kayan.

Ella considera también que “la  transición” correspondió a la   emergencia  de  una  organización  sociopolítica  aglutinante, multicultural, compuesta por gente paraca, topará y nasca, en condición de dirigentes de cada uno o algunos valles de la Costa Centrosur.

Esa organización singular mantenía intercambio social, político y económico y sobre todo la paz, en un periodo de convulsión y crisis, según otros autores, situación que resulta muy volátil por no decir, imposible.

Wari Kayan habría sido un lugar neutral y sagrado de cohesión donde se enterraban las elites de las diferentes comunidades.

Tinteroff identificó 550 piezas cerámicas recuperadas por Tello en Wari Kayan, la mayor parte de las cuales permanece sin ser estudiadas  en  el  Museo Nacional Arqueológico, Antropológico e Histórico del Perú. Del total, centró su análisis en  115  piezas, habiendo terminado el estudio de formas y acabados de superficie de 44 piezas, cuyo contexto pudo ser establecido.

Entre las 44, identificó cuatro grupos: i) ofrendas de grupos locales del pueblo llano. Ii) Ofrendas de grupos medios locales, iii) de grupos medios de fuera de la península,  y iv) ofrendas de grupos de alto rango, procedentes de distintos lugares de la región.

LOS VESTIGIOS DE METAL DE WARI KAYAN,

SEGÚN MARIA VELARDE Y PAMELA CASTRO 

María Velarde y Pamela Castro, estudiaron los objetos de metal hallados en los fardos de Wari Kayan y los  compararon con los correspondientes a   Ocucaje, Nazca y otros,  obtenidos del mismo lugar. Hallaron cambios estilísticos muy notorios a lo largo del tiempo de uso de Wari Kayan, como mayor variabilidad tipológica, simplificación en la factura y el acabado y  la introducción de nuevas formas que se hicieron más frecuentes en Nazca.

LA VIDA EN SAMACA, ICA, DURANTE LA “TRANSICIÓN”,

SEGÚN LAUREN CADWALLADER et al.

En el valle del Bajo Ica

Sobre la ocurrencia más hacia  el  Sur  de la zona  de  intensa  interacción, Lauren  Cadwallader  et  al. estudiaron sin excavar los indicios de cómo fue la vida diaria en el sitio transicional 1004, en la cuenca de Samaca, en el valle Bajo Ica, cerca de  geoglifos  similares  a  los  de  las  pampas  de  Nazca. 

Analizaron la cerámica, textiles, redes, material lítico, restos botánicos y de fauna y restos humanos que, según los autores, señalan que los lugareños tenían varias  estrategias  de  subsistencia sobre la base de un  manejo  eficiente  del  medioambiente. 

Pero, hallaron rastros de un ambiente  social convulsionado, similar a lo encontrados en otros sitios de la época, de lo que deducen que esos pobladores participaron en la transición.

“MINA PRIMAVERA”, SEGÚN

HENDRICK VAN GIJSEGHEM et al.

Sobre otras innovaciones tecnológicas que marcaron la etapa, Hendrick Van Gijseghem et al., sobre la base de sus investigaciones en Mina Primavera, han determinado que la hematita que se extraía del lugar durante la  “transición”, posibilitó la técnica del pintado pre cocción de la cerámica topará, uno de los hechos que marcaron el final de la cultura Paracas.

Su análisis de las áreas de trabajo, herramientas, demás equipo y 17 fechados radiocarbónicos, muestra que con el descubrimiento o la aplicación de la nueva técnica de pintado se produjo un  aumento  gradual  de  la  explotación  minera  desde  “Paracas  Tardío”  hasta  “Nazca  Temprano”.

También pone énfasis en que tanto  la  actividad  minera  como el material que se extraía eran actividades que se cumplían cargadas  de  un  fuerte  componente simbólico, mediante ceremonias y rituales especiales periódicas, dedicadas a divinidades de la tierra y de sus profundidades. Esto expresaba el hecho de una estrecha relación cotidiana entre la tecnología y la producción de bienes de prestigio durante la “transición”.

En resumen, los cinco mencionados investigadores llegaron a conclusiones similares: Las colecciones de Wari Kayan y otros sitios arqueológicos, más que una unidad cultural o dos fases, como lo había planteado Tello, muestran que existió una amplia variedad de artefactos y evidencias de una intensa interacción duradera, la cual es a la vez producto  de ese proceso y factor de las  transformaciones  políticas,  económicas  y  sociales de la transición Paracas – Nazca.

LA VISIÓN DE PETERS Y TOMASTO

Además de los análisis anteriores, Ann H. Peters  y   Elsa Tomasto-Cagigao, en su trabajo: “De Paracas a Nasca: ¿por qué la necesidad de estudiar una época «transicional»?2018, remachan la tesis de que hubo una transición entre las sociedades paracas y nazca, que duró varias largas centurias.

Sin embargo, echan mano a la cautela académica para,  dentro del contexto de la supuesta “transición”,  reducir el factor Topará a la sola presencia de un estilo alfarero más, a pesar de reconocer que se trata de “una transición con aspectos políticos (…) definida solamente con base en restos arqueológicos”,  que también contiene componentes  “de una transición sociotecnológica (…) que merece y requiere de un estudio propio, porque nunca se va a poder entender la dinámica de interacciones y cambios que lo caracterizan, si siempre se figura como el inicio o el final de otro período histórico”.

En ese sentido, Peters y Tomasto proponen el estudio de la “transición Paracas-Nazca” teniendo en cuenta a los grupos sociales existentes en aquel entonces en la región Costa Sur, lapso entre los años 250 ane., y 250 ne.,  así como a los evidentes procesos de innovación y transformación cultural,  social  y  político que caracterizaron a ese tramo prehistórico y que están asociadas  a  lo se ha dado en  denominar  Paracas Tardío, Topará y Nazca Temprano.

Así mismo, luego de revisar las investigaciones ya mencionadas, se percibe claramente que tampoco se atreven a mencionar siquiera la posibilidad de que los Topará hayan realizado una amplia campaña militar de invasión y ocupación de la región Costa Sur para expandir y consolidar su dominio total del área durante tres siglos, hasta su declive y el surgimiento de la sociedad nazca.

Prudente, pero también extrañamente, dicen que durante la “transición” no hubo  cambios  importantes  en  lo  “doméstico”, es decir en la vida diaria, en lo cotidiano,  pero, a renglón seguido afirman que “sí fue una etapa de convulsión social, marcada por desplazamientos de grupos humanos del Norte hacia el Sur, con la llegada de elementos Topará, y de Este a Oeste, con la migración de pobladores serranos hacia la Costa”. ¿Cómo se condice los “día a día”, supuestamente absolutamente pacíficos de la “transición”, con la afirmación de que fue una etapa de convulsión social con grandes movimientos de gentes en todas las direcciones? Más aun teniendo en cuenta que las propias arqueólogas anotan que las características de este lapso, según Peters y Tomasto, son intensos cambios:

·      Nuevas maneras de hacer las cosas

·      Nuevas actividades en las cadenas productivas

·      Nuevas ideas sobre cómo hacer geoglifos 

·      Ritos funerarios diferentes.

Peters y Tomasto aceptan que “lo Topará” jugó un papel esencial en el proceso de cambio y transición por lo que finalizan planteando que “resulta crucial conocer lo que ocurrió en los valles norteños de Cañete y Chincha, durante ese tiempo con el objetivo de conocer y comprender “el origen del desarrollo de lo que llamamos Topará y que afecta a los valles sureños de la Costasur al final del último milenio a.C.”

 EL OCASO PARACAS A MANOS DE LOS TOPARÁ

Henry Tentalean et al., en su informe “El fenómeno Paracas: estado de la cuestión y un modelo de explicación social”,  plantea que tras poco más de 600 años de vigencia, durante el periodo “Paracas Tardío”, los paracas enfrentaron la conjunción de diversos factores adversos que desataron una severa crisis económica, política, agravada por desastres medioambientales.

Esa complicación habría provocado “la desintegración del poder a nivel de valles y, en consecuencia, el debilitamiento regional del fenómeno Paracas. Muchos sitios fueron abandonados, pero “otros fueron reocupados por grupos sociales que poseían una cultura material diferente”.

La mayor parte de la reocupación  que señala Tantalean es atribuida a los llamados “elementos” de la cultura Topará, de procedencia chinchana, lo que habría ocurrido hace aproximadamente 2,200 años adp., después de que numerosos sitios paracas   habían sido abandonados.

No obstante, en cierto número de asentamientos, el nuevo orden Topará estableció su predominio sobre poblaciones adscritas al antiguo universo paracas,  imponiendo variaciones religiosas, un nuevo de culto a los muertos y  sus estilos arquitectónico, constructivo, alfarero y textil. Particularmente impusieron un nuevo estilo  cerámico, monocromo, pero con uso de varios colores, de gran finura, conseguida gracias al  pintado previo a la  cocción a alta temperatura, es decir el detectado por Lanning y Wallace, en Jahuay y Chongos.

También implantaron avanzadas técnicas de hilado y tejido de fibra de algodón y de auquénidos sudamericanos, en cuyos productos de alta belleza y finura, aplicaron un bagaje  iconográfico complejo.

Y, habría ocurrido también eso de que,  “tras cuernos, palos”, pues en el curso de la consolidación del dominio toparense, hay registros en el valle de Palpa de que en el año 2,050 adp., un ENSO (Fenómeno El Niño) desató una intensa sequía que devastó la la flora y la fauna terrestre y marítima, lo que, como en todos los casos de este tipo de desastre ambiental, acentuó la crisis económica y social convirtiéndola en imposible de manejar por parte de las elites locales o de valles, agobiadas también por la supremacía toparense.

Así mismo, Tentalean alude como signo de la decadencia de los paracas, que en 1999,  Anna Cook percibió que en aquel tiempo, el valle de Ica pasaba por un escenario altamente conflictivo.  

No obstante la afirmación de Tentalean sobre la intrusión de los topará, su colega polaco Krsysztof Malakowski, en su libro, “Señores de los imperios del Sol”,  (2014:26),  insiste en  que el origen de la cultura Nazca (2,100 adp., al 600 ne.), es su antecesora, la cultura Paracas (2,700 al 2,100 adp.), sin considerar a Topará bajo ningún punto de vista.  Además, afirma que, corroborado por análisis del ADN de los fósiles de tumbas paracas y nazca, lo real fue que la misma población paracas siguió desarrollándose más hacia el Sur hacia Río Grande y Palpa hasta conformar la cultura Nazca.  

Según Makowski, el surgimiento de Nazca como cultura, está marcado por la difusión de un nuevo estilo cerámico con engobe (aplicación de una pasta de arcilla coloreada sobre la cerámica antes o después de su cocción) en el valle de río Grande. Este tipo alfarero, fue reemplazando gradualmente a la “cerámica paracas” que era pintada,  luego de salir del horno, pero no menciona que en ese tiempo prevalecía en la zona la alfarería topará que era pintada antes de entrar al horno.

Otros elementos arqueológicos marcadores de la nueva cultura nazca fueron: i) el traslado de la representación iconográfica que los paracas habían implantado en sus tejidos,  a los ceramios polícromos. ii) El cambió del panteón de espíritus o divinidades paracas, debido a la desaparición de algunas deidades y el surgimiento de otras.

Entonces, ¿lo que ocurrió fue el surgimiento  de la Cultura Nazca o el resurgimiento de los Paracas a quienes los arqueólogos de siglo XX solo les dieron otro nombre? 

FIN