lunes, 31 de octubre de 2011


Serie RECORDANDO SIN IRA (III)
...Viene de la primera parte, leer nota anterior

DEL ÁNGEL VÍCTOR APAZA QUISPE  AL  ÁNGEL CIRO CASTILLO
(Segunda  parte, 

En estas circunstancias abruptas y trágicas, conocí también la Ciudad Blanca.  La asumí entonces como un gran convento, aseado, señorial, taciturno,  de alcurnia, de gente conventual, de arquitectura conventual y de hipocresía conventual. Pocos años antes se había intensificado la migración del campo a la ciudad, masivamente desde Juliaca y Puno, con gentes que se asentaban en pueblos jóvenes que los arequipeños de pura cepa desdeñaban, impulsándolos a marcharse a Lima.

Matar por un sueño
En Arequipa las cosas fueron distintas. Tras enviar nuestros despachos por teléfono, casi a gritos, fuimos al presidio – una mole de piedra sillar  de altos muros que abarcaba una manzana – sin mayor suerte para hablar y fotografiar  al condenado. Las autoridades habían recibido estrictas órdenes de Lima de no permitirlo y realizar la ejecución dentro del mismo penal, al día siguiente y sanseacabó.

No nos quedó otra que hurgar en la historia, hablar con sus familiares del reo, con su abogado y con  el cura  a cargo de los auxilios espirituales finales. A diferencia de los tacneños, los arequipeños  de los alrededores del presidio mostraban  preocupación, se detenían al pasar frente a la puerta de la cárcel, rezaban, se persignaban y se iban.

Víctor Apaza Quispe, era un hábil carpintero-ebanista de origen andino que trabajaba en la mina Tuna Tocasini. Tres años antes, la madrugada del 22 de enero de 1969, había soñado que su esposa le era infiel con su mejor amigo. Rumió sus celos durante toda la jornada de su trabajo y poco a poco llegó a la convicción de que había recibido un mensaje de los espíritus y decidió lo que debía hacer.

Regresó al hogar  y con engaños, sin que nadie lo notara,  llevó a la presunta infiel a un paraje solitario  y la asesinó a golpes de piedra. Luego sepultó el cuerpo  de Agustina Belisario  Capacoila y al día siguiente corrió la voz de que ella había abandonado el hogar con rumbo desconocido. Los familiares de la víctima no le creyeron y lo denunciaron a la policía, cuyos agentes lograron que rápidamente confesara su crimen.

Sin perdón por cálculo político
El juez penal de primera instancia lo halló culpable y  el Tribunal Correccional de Arequipa lo condenó a la pena capital y al pago de 30 mil soles de reparación civil  a favor de los deudos. Ante la apelación, la Suprema había confirmado la sentencia y ordenando su ejecución. Ni Apaza, ni su predecesor  en ir al patíbulo días antes en Tacna, supieron que eran carne de cañón en un conflicto político social en la cumbre, entre hombres que se arrojaban entre sí, su carne y su sangre, en beneficio de sus propios fines.

En este caso el general Velasco también se negó a ejercer su prerrogativa de conmutar la pena. Pudo haberlo hecho, pero su cálculo político fue dejar que ejecutaran al segundo reo para usarlo como motivo suficiente de la inminente intervención contra el Poder Judicial

Los comentaristas de los diarios de la revolución Expreso, Extra y La Crónica, habían revelado ya que la seguidilla de sentencias capitales que probablemente iba a continuar, era parte de una conspiración derechista, de los enemigos de la revolución, con la finalidad de exacerbar el rechazo de la población del sur contra el régimen de Velasco, malograrle su gira celebratoria del tercer año de la revolución ni capitalista ni comunista y por qué no, propiciar un levantamiento “popular” que sirviese de base de un pronunciamiento mayor.

Los vocales supremos que confirmaron la condena de Apaza fueron: Octavio Torres Malpica, Enrique Cuentas Ormachez, García Salazar, Alejandro Bustamante Ugarte y Ricardo Nugent, el mismo tribunal supremo que un año antes había condenado a muerte  al llamado “Monstruo de Cajamarca”, Ubilberto Vásquez.   


Los últimos días
Al salir del penal de hablar  con el hombre en capilla, sus hijas Francisca y Alejandrina, ambas adultas, con lágrimas en los ojos,  nos contaron que  habían  perdonado a su padre, le habían entregado ropa limpia y ayudado a repartir sus herramientas, su  equipo de carpintería,  algunos muebles acabados y en construcción, entre los reclusos que se habían convertido en sus discípulos en el arte de la ebanistería. Se iban a la funeraria a arreglar todo para el entierro del día viernes 17 de setiembre, fijado como fecha de la ejecución.

El abogado defensor, César Villalba, nos dijo que al mediodía había enviado  a Lima el pedido de clemencia dirigido al Presidente Velasco y  que confiaba  en que, tratándose de una segunda ejecución judicial en menos de 48 horas – todo un record en el país y quizá en el mundo – el general podría conmoverse y evitar el nuevo derramamiento de sangre. También nos informó que otros 535 arequipeños, entre notables y simples, habían hecho el mismo pedido mediante cartas y telegramas.

Nos contó también que Apaza se había transformado en todo un predicador de la palabra de dios a nombre de la iglesia adventista y que decía que ya había sido perdonado por el creador a cuyo lado iría luego de su inminente muerte.

El jueves 16 de setiembre, al mediodía llegó el expediente de la ejecución por vía aérea. Los recibió el juez de primera instancia Luis Burga Febres, con cara de yo no fui.  Esa misma tarde, Palacio de Gobierno confirmó que el régimen militar no iba a intervenir en el tema. La suerte de Apaza estaba echada y nosotros debíamos pasar una nueva noche en blanco para ser testigos, aunque sea de lejos, de su muerte a manos de la ley.

A las 4 de la madrugada del 17 de setiembre, mientras afuera tiritábamos por el intenso frío y nuestros dientes castañeteaban  a cada momento, dentro del penal Apaza se despidió de sus pastores de aflicción diciendo: “Los bendigo a todos. Voy hacia Jesús. Tengan Misericordia y ayuden a mis hijas”. Poco antes había encargado entregar sus tres frazadas y su ropa de carpintero a sus mejores alumnos. Luego,  quedó a cargo del jefe del pelotón de fusilamiento.

En eso llegaron a la entrada del presidio Inocencia, hermana de Apaza y su tía Francisca, llorando a mares e  intentando ingresar para  acompañarlo en el trance final. Entonces  el relativo silencio de la gélida madrugada arequipeña se rompió súbitamente con una poderosa y trágica detonación. Eran las 4 y 35. Escuchamos también el tiro de gracia y luego, aunque muy lejanos, los lamentos de dolor y desconsuelo de  algunos de los presos. Doña  Inocencia y doña Francisca, arrecieron también su llanto.

Presenciaron la ejecución el juez Burga Febres, el alcalde Raúl Cuadros, el abogado del reo, Villalba, el capellán del presidio, José de la Vega un médico legista y el secretario del juez.

Al salir, el juez estaba demudado y tembloroso y antes de que le preguntásemos cómo fue, nos dijo:
-Dios dice. No matarás, pero ya ven… ¿qué podemos hacer? – Y, se fue raudo hacia su automóvil.

El gran cortejo.  

Antes de las seis de la mañana, la funeraria “Carlos Medina Valdivia”, se llevó el cuerpo. Para ahorrar esfuerzo, afectado por una depresión anímica creciente, le dije a Zavaleta que iríamos a esperar el entierro en el cementerio.

A eso de las once de la mañana, en el camino, nos dimos con una verdadera sorpresa. Extrañamente, por las calles arequipeñas un cortejo de unas siete mil personas acompañaba al  féretro de Apaza. ¿Qué es esto?, me pregunté. ¿Quién y cómo los había convocado? No había respuestas. Los acompañantes llevaban flores amarillas en las manos y algunos, velas encendidas, en silencio. A un viejo andino de rostro curtido por el sol con una tez aceitunada por los rayos ultravioletas, le pregunté.
-Taita, ¿por qué tanta gente?
- Sangre de Apaza es de apus; santo es el, pues, por eso – me respondió con total convicción  y se fue. Quedé con más preguntas  que respuestas.

Realmente impresionados seguimos al cortejo que terminó pasado el mediodía. Un cúmulo de flores quedó al pie de la tumba.

La revolución contraataca
En los días siguientes, en Lima, se confirmó la versión de que las “vacas sagradas”  se alistaban a revisar dos casos más de sentencias de muerte, uno en Puno y otro en Iquitos. Ni modo. Pedro Franco me dijo que me preparase para ir. El Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, emitió entonces un comunicado en el que denunciaba la conspiración contrarrevolucionaria de los vocales supremos para desprestigiar al proceso revolucionario peruano. Anunciaba que, en respuesta, el gobierno procedía a abolir la pena de muerte en el país y a destituir  en el acto y de un plumazo a todos los integrantes de la Corte Suprema de Justicia. El puneño y el loretano, éste último alguien cuyo crimen contra una niña de once años cubrí con detalle en 1969, se salvaron del paredón  y cumplieron cadena perpetua.

El culto a Apaza Quispe  
 Desde entonces y durante muchos años, para mí, el tema de la devoción de la población andina de Arequipa hacia la memoria del ejecutado  Apaza Quispe, fue una cuestión sin resolver. Era todo un contrasentido, un entrevero de la razón, que alguien convicto de asesinato y ejecutado por eso fuese venerado como un hombre santo.

En 1987, durante la administración demócrata cristiana encargada del Banco Agrario del Perú, por ser aliada política del APRA durante el primer alanismo, se ideó un programa de recuperación de andenes para ampliar el área cultivable en la Sierra. Un arquitecto- antropólogo peruano de apellido Gómez de La Torre, con los créditos de haber trabajado para la ONU en materia de recuperación de monumentos arqueológicos del Asia y de Egipto, fue convocado para elaborar un perfil del proyecto.

Entonces, lo invitamos a un viaje de trabajo por Cusco y Puno junto  con los mandamases del banco de entonces. Gómez de la Torre era entonces  un hombre sabio y hoy, si aún vive, debe ser más. Conocía la historia de la humanidad, de la civilización, cultura por cultura, tribu por tribu, costumbre por costumbre. Y, en la práctica, fue un guía de lujo para todos, cuando recorrimos Sacsayhuaman, Ollantaytambo,  Machu Picchu, las chulpas de Sillustani y otros vestigios de los quechuas imperiales y de los aymaras thiahuanaquenses.

Ese hombre sabio fue el que descifró para mí el enigma Apaza: desde tiempos inmemoriales, la mayoría de las culturas consideró a la fuerza reproductiva de la tierra como  uno de los principales factores sagrados de la existencia, junto con la presencia de poderosas fuerzas sobrenaturales que interactuaban con los humanos y les rindieron culto. Dedujeron también  que las dificultades y problemas de sequía e inundaciones, se debían a incumplimientos  de los humanos con los apus y siendo que la sangre es el líquido de vida, era también la mayor ofrenda que se podía entregarles en son de sumisión y súplica.
Ese es el origen  de los sacrificios humanos para el vertido de la sangre hacia la tierra. Lo hicieron los chavines, en los albores del estado andino, los moches, ante los embates del fenómeno de El Niño, siguieron haciéndolo los Cupinsnique  y los Sechín, según los bajos relieves de Casma. Comprobadamente lo hicieron también los andinos de Sur, que sacrificaron a la doncella “Juanita” en lo alto del Sabancaya. Lo hacían también y hay la sospecha de que siguen haciéndolo los aymaras del altiplano, en los cerros cutimpos del Collao.

En consecuencia, para los originarios peruanos, así como para otras culturas, la sangre derramada, así como la memoria de la personal aportante de ella, constituyen una especie de conexión  entre los simples humanos y los grandes espíritus. Para los andinos arequipeños, la sangre derramada de Apaza Quispe, un hombre que se arrepintió de su falta, tiene este significado de sacrificio y, por tanto, él deviene en un intermediario, en un interlocutor entre los hombres, entre su pueblo y los seculares  dioses andinos sureños, capaz de escuchar ruegos y plegarias y obtener su atención y cumplimiento por parte de los apus.

Con ligeras variantes, este es el mismo caso de Ciro Castillo Rojo. Este joven, independientemente de las circunstancias de su muerte, vertió su sangre hacia el suelo arequipeño en una inmensa hendidura del  monte Bomboya. Además, era un hombre joven, fuerte y saludable, libre aún de cargas negativas de la vida. Para la configuración mágico-religiosa andina sureña, es todo un ángel de bondad cuyo espíritu seguirá por mucho tiempo recorriendo el Colca y el Bomboya y muy bien podría estar cerca de los dioses, con capacidad de hablarles de los ruegos y plegarias de los simples de Cailloma y por qué no de toda Arequipa.  
¿Quién se atreve  a decir que no?

domingo, 30 de octubre de 2011


Serie RECORDANDO SIN IRA (II)

DEL ÁNGEL VÍCTOR APAZA QUISPE
AL ÁNGEL CIRO CASTILLO

(Primera parte)

El sentido homenaje y adiós que una multitud de habitantes de Arequipa dio a los restos del malogrado estudiante de ingeniería forestal, Ciro Castillo Rojo,  disparó mi memoria  cuarenta años atrás, hacia el fusilamiento y entierro del convicto por asesinato,  Víctor Apaza Quispe, en setiembre de 1971.

¿Por qué? Por dos similitudes. La primera: el doliente gentío presente en los funerales. La segunda: la expresión de la creencia popular andina de que el uno y el otro, por razones no muy bien explicadas, habrían  subido a la categoría de personas sagradas, de hombres santos, dignos de veneración.

En el caso del fallido ingeniero Ciro Castillo, eso está por verse. Quizá el hecho geográfico de que su tumba definitiva esté lejos, sea una dificultad insalvable para su veneración.

Sin embargo, en el caso de Apaza Quispe, es una realidad innegable y fácilmente contrastable con solo ir a su tumba, en el cementerio arequipeño de La Apacheta, convertida hoy  en el centro del culto a su memoria y a su presunto poder de ser intermediario entre los sufridos mortales  y - no se sabe a ciencia cierta -  el dios tipo judeo-cristiano o los ancestrales apus o espíritus protectores  regionales de nuestro sur andino.

La Corte Suprema de Justicia contra la Revolución
Era el año 1971 y el 3 de octubre de ese año, se iba a cumplir el tercer aniversario  de la revolución de las Fuerzas Armadas que había llevado al poder al general piurano Juan Velasco Alvarado. El proceso revolucionario estaba en todo su apogeo y el régimen había anunciado que celebraría la fecha con una vasta gira de Velasco por el sur, con mítines en Cusco, Juliaca, Puno, Tacna, Arequipa e Ica. Eran tiempos en que el viaje de un presidente, por más dictador que fuera, era  todo un acontecimiento.

 “El Chino Velasco” gobernaba con mano de hierro, anunciando reforma tras reforma remeciendo las “estructuras” del país, tratando de liquidar a la oligarquía terrateniente ex dueña del país, a la que había quebrado con su famosa y vituperada reforma agraria.

Por entonces el grupo de poder retador eran las “vacas sagradas” del Poder Judicial, o mejor dicho, los representantes de la oligarquía en la Corte Suprema, quienes con sus fallos aseguraban que en el Perú fuese más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja, que un campesino ganase un juicio por tierras a un gamonal.  Este apenas era la coyuntura de un contexto político, social y económico convulso.  

Yo era un joven reportero del diario Expreso de Lima, por entonces  a cargo de sus sindicatos, tras  su expropiación  decretada de un plumazo por Velasco Alvarado. En eso había desembocado la permanente oposición al régimen que hacia su propietario, el financista Manuel Ulloa Elías, ex ministro de economía y finanzas del depuesto primer régimen de Fernando Belaunde Terry.

Mi sueño se había vuelto realidad. A los 21 años y tras solo nueve meses de trabajo, ya era parte del equipo de “política” del diario dirigido por Efraín Ruiz Caro  e integraba el reducido y exclusivo club de “enviados especiales”, a quienes asignaban las  misiones más  importantes, pero difíciles, fuera de Lima.

Ese 10 de setiembre, al regresar de  no recuerdo qué comisiones, Pedro Franco, el flaco jefe de informaciones, me dijo:
-Prepárate, Paiche, te vas a Tacna mañana con el negro Fidel Zavaleta.
- ¿Qué ha pasado?
-Van a fusilar a un patita…
-¿A quién, a un político, como en la Revolución de Octubre?, pregunté en tono de broma.
-No, todavía no. La Corte Suprema, ha ordenado que maten a un preso. Termina tus notas de hoy  y te daré el despacho del corresponsal. Apúrate y haz los trámites de pasajes y viáticos.

Fidel, era un veterano reportero gráfico, bromista, bebedor, juerguero, buen amigo, imposible de hacer daño ni a una mosca. Se alegró al saber lo del viaje. “Podremos comprar contrabando en Tacna”, dijo frotándose las manos, insensible, encallecido ante lo que íbamos a cubrir.

Fusilamientos contrarrevolucionarios
En Tacna, bajamos del avión y fuimos directamente a la cárcel en pos de mi primer enfrentamiento con la muerte. El alcaide René Lajos Velarde, se alegró al vernos y con gran amabilidad nos llevó hasta la celda del hombre en capilla. Lo entrevistamos ampliamente y Zavaleta quemó dos rollos fotografiándolo hasta más no poder.

El condenado, FELICIANO HELI VIZCARRA CUAYLA, era un pobre hombre bajito y flaco, un ser esmirriado. Era de Caruma, provincia de Mariscal Nieto, en Moquegua, donde, un año antes, convencido de que lo habían traicionado,  mató a su esposa y a la hija  nacida días antes.
-¿Eres culpable, asumes tu culpa?, fue la pregunta clave.
- Yo la quería. Lo demás, todo lo dejo en manos de mi señor…

Era culpable, por lo que en primera y segunda instancia, aplicando la ley vigente, lo habían condenado al paredón. Meses antes, siguiendo un impulso que parece común en todos los que enfrentan trances de cercanía a muerte anunciada, se había vuelto feligrés de la iglesia evangélica adventista, pero también recibía el auxilio del cura  católico que asistía a la prisión.

Tacna, ciudad intensamente fenicia, no se conmovió mucho con el trance. Ni con la negativa de Velasco Alvarado a conceder al reo la gracia de la conmutación de la pena por la de cadena perpetua.  El comercio, sobre todo el contrabando de electrodomésticos, seguía intenso en sus varios mercadillos.

Cuando al día siguiente, el tema apareció en varios diarios de Lima, por orden superior, el alcaide cerró el acceso al preso.

Fuimos aproximadamente una treintena de friolentos periodistas que no dormimos la noche entre el 13 y el 14 de setiembre  montando guardia en los alrededores del penal, a bordo de vehículos.

Al amanecer la Guardia Republicana, encargada de la vigilancia de los penales y de ejecutar al reo, quiso burlarnos. Los guardias sacaron  a alguien cubierto con una frazada y lo subieron  a una camioneta policial que partió hacía Pachía, en dirección a Juliaca. Pero nosotros  no caímos en la jugada. Veinte minutos después, sacaron a Vizcarra y lo llevaron hacia el cerro Arumtum, en las afueras. Varios vehículos policiales se interpusieron para detenernos.

La descarga sonó cuando estábamos como a dos cuadras. De inmediato oímos el tiro de gracia. Llegamos a la carrera, sin aliento. El cuerpo, ensangrentado a la altura del tórax y la sien derecha, estaba aún atado a un poste. El tiro de gracia había perforado la venda que cubría sus ojos.  La niebla tacneña se disipaba gradualmente y alcancé a ver al jefe de los fusileros, el del tiro de gracia, subiendo a la cabina de un camión portatropa de la Republicana, en cuya tolva iban los demás del pelotón de ejecución. El vehículo partió, raudo.

Personal del presidió desató al cadáver, lo puso en la camilla de una ambulancia del Hospital de Tacna. El vehículo partió hacia la morgue en donde lo entregarían a los familiares del ejecutado, quienes habían dicho que lo sepultarían en Caruma.

El cura católico seguía rezando contrito con las palmas de las manos juntas, de pie ante el poste ya solitario. Me acerqué  y le pregunté cuáles habían sido las últimas palabras de Vizcarra.
-Los perdono y al señor, pido que me reciba en sus brazos -, me respondió con los ojos inundados por lágrimas contenidas.

Me retiré sintiendo que también iba a llorar, afectado profundamente por el ajusticiamiento, volviéndome a preguntar como lo había hecho cientos de veces en los últimos días, si en verdad valía la pena  eso de ojo por ojo, diente por diente. No pude desayunar, sentía que no tenía estómago y un cansancio infinito. No obstante, tampoco pude descansar…

A las once de la mañana, todos los enviados especiales nos encontrábamos en el terminal de pasajeros del aeropuerto de Tacna, esperando al “Faucett” que nos iba a llevar a Lima a escribir nuestras notas, directamente en nuestros diarios y televisoras, cuando en eso me llamaron por el altavoz.
-Señor Olortegui, señor Elmer Olortegui, tiene una llamada de Lima, acérquese a la cabina de radio…Señor, Olortegui…
Era mi Jefe de Redacción, el entonces famoso Paco Landa:
-Paiche, escucha. No te embarques. Toma un auto expreso  y ve a Arequipa. Ahí van a fusilar a otro.
- ¡¿Qué!?
-La Corte Suprema ha confirmado la sentencia. Es una maniobra contrarrevolucionaria de los vocales reaccionarios de la derecha. Llegarás a Arequipa  a las tres de la tarde. Pasas tu despacho desde allí. Manden los rollos por Faucett y váyanse de inmediato. El distribuidor de Arequipa les dará dinero…”
-Paco, ¿quién es el condenado?
-Un tal Víctor Apaza Quispe.
“Los supremos se han vuelto locos asesinos”, pensé, mientras iba a contarle las nuevas a Zavaleta, a la vez  que escuchaba que la misma voz que me había llamada por el altavoz, convocaba al enviado de La Crónica. Uno a uno la misma voz llamó  a los colegas de Lima  para recibir  la misma orden. En grupos de cinco alquilamos taxis expresos y partimos a Arequipa.
(Continuará) 

sábado, 15 de octubre de 2011


¿TURRONERO O PERIODISTA?

Hasta la década de los ochenta era común en las redacciones que los periodistas veteranos preguntaran a los principiantes que cometían errores de redacción o de enfoque: ¿TÚ QUE ERES, PERIODISTA O TURRONERO?, dando por sentado  que ser periodista era mucho más que turronero.

Hoy, tras cuarenta años en el periodismo, a lo mejor termino de turronero. ¿Por qué?

Desde varios años atrás, sin prestarles mucha atención, en varias oportunidades escuché duras referencias a un presunto comportamiento general casi delictivo de mis colegas periodistas del interior del país.

Por ejemplo, Reynaldo Trinidad, mi viejo amigo de AGRONOTICIAS cuenta sobre el asunto que, según el colega Efraín Gómez,  en una importante ciudad de sierra, la mayoría de los periodistas se llaman Héctor. Y, cuando todos los descreídos  preguntan a Efraín ¿por qué?, su invariable respuesta es: “Por extorsionadores…”.

Recientemente, en una actividad académica periodística  un expositor dijo a su asombrada audiencia que, en efecto, en las ciudades del interior hay un cierto número de colegas que tienen un desempeño tipo mercenario, al servicio de las autoridades o de furibundos críticos y hasta  difamadores  de éstas, hasta que reciben publicidad o contratos de asesoría de imagen.

Hace pocos días, sin embargo, otro expositor tocó la cuestión intentando encontrar  la razón más importante de este estado de cosas: “Eso es así porque en el Perú cualquier persona puede ser periodista”, afirmó tajantemente. Un murmullo de rechazo y descreimiento se alzó entre la concurrencia.

“¿Cómo es eso?, ¿para qué están entonces las universidades y sus facultades de comunicaciones y el Colegio de Periodistas del Perú?”, replicó seriamente uno.

“¡Ya ven!”, respondió el conferencista. “Lo que pasa es que no están enterados, como no lo está  la mayoría de los propios periodistas. En 1998, el Gobierno de Fujimori dio una ley que está vigente, según la cual, la colegiación para el ejercicio del periodismo no es obligatoria…”.

“¡¿Queeeeé?!”, el murmullo creció.

“De este modo, el Colegio de Periodistas es el único que no sirve para nada, o por lo menos para su principal fin; en consecuencia, para hacer periodismo, no se necesita ir a la universidad, no se  necesita el bachillerato ni la licenciatura; puedo hacer periodismo poniéndome al frente de un micrófono para hablar y despotricar …Por eso es que hay tanto semi analfabeto que alquila una hora en cualquier emisora o canal de televisión de provincias y se convierte en periodista…sólo con un poco de audacia y conchudez”.

Quizá el expositor percibió entonces  que había aplastado a su auditorio, el cual  se había sumido en un profundo silencio, como abrumado por la vergüenza,  por lo que rápidamente pasó al tema de los delitos que pueden ser cometidos en el ejercicio del periodismo y que suman once: un dato que tampoco lo tenía preciso hasta ese momento. Interesante.

Al término de la exposición, le solicité más datos. “Es la ley 26937. Increíblemente la gestionó un gremio muy conocido de periodistas para defender a uno de sus asociados  que en Madre de Dios estaba siendo procesado por difamación y calumnia, por ejercicio ilegal de la profesión y por daños y perjuicios. Así fue. Y, como eso convenía a los propietarios de los grandes medios de comunicación que deseaban desarticular al Colegio de Periodistas y contratar a cualquier hijo de vecino como reportero barato, se juntaron, hicieron lobby y sacaron la ley…”
He aquí la malhadada ley:  

Ley N° 26937
30 DE MARZO DE 1998

LEY QUE CONTEMPLA EL LIBRE EJERCICIO DE LA ACTIVIDAD PERIODISTICA

EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA
POR CUANTO:
El Congreso de la República ha dado la Ley siguiente:
EL CONGRESO DE LA REPUBLICA;
Ha dado la Ley siguiente:

LEY QUE CONTEMPLA EL LIBRE EJERCICIO DE LA ACTIVIDAD PERIODISTICA

Artículo 1o.- Vigencia del derecho de libre expresión.
El inciso 4), del artículo 2o de la Constitución, garantiza la plena vigencia del derecho de libre expresión del pensamiento, con sujeción a las normas constitucionales vigentes.

Artículo 2o.- Ejercicio del derecho de libre expresión.
El derecho reconocido según la Constitución, en el artículo precedente, puede ser ejercido libremente por toda persona.

Artículo 3o.- No obligatoriedad de la colegiación.
La colegiación para el ejercicio de la profesión de periodista no es obligatoria.

Artículo 4o.- Exclusividad de la colegiación.
El derecho de colegiación establecido por la Ley No. 23221 está reservado exclusivamente a los periodistas con título profesional, para los fines y beneficios gremiales y profesionales que son inherentes a su profesión.

Comuníquese al señor Presidente de la República para su promulgación.
En Lima, a los doce días del mes de marzo de mil novecientos noventa y ocho.
CARLOS TORRES Y TORRES LARA
Presidente del Congreso de la República
EDITH MELLADO CESPEDES
Primera Vicepresidenta del Congreso de la República

AL SEÑOR PRESIDENTE CONSTITUCIONAL DE LA REPUBLICA

POR TANTO:
Mando se publique y cumpla.
Dado en la Casa de Gobierno, en Lima, a los treinta días del mes de marzo de mil novecientos noventa y ocho.
ALBERTO FUJIMORI FUJIMORI
Presidente Constitucional de la República
ALBERTO PANDOLFI ARBULU
Presidente del Consejo de Ministros
ALFREDO QUISPE CORREA
Ministro de Justicia.

En circunstancias en que mi amigo Luis Guerrero Uchuya, preclaro periodista iqueño, ha escrito en Facebook, sobre la calaña de ciertos “colegas” de su terruño, en el contexto del caso de “Radio Orión” y de su propietaria la legisladora apodada por la prensa como  presunta “Robacable”, es bueno poner en debate la vigencia de esta miserable ley que contradice totalmente todo el esfuerzo desplegado desde antes de los ochenta, para que los periodistas nos desarrollemos académica y profesionalmente con el respaldo del Colegio.

En momentos en que los propietarios de El Comercio, La República y  el club de dueños de medios llamado Consejo de la Prensa Peruana, presionan al congreso para que se despenalice la difamación y calumnia y que el Poder Judicial tampoco  imponga sanciones pecuniarias a los sentenciados por esos cargos,  ofreciendo a cambio el cuentazo llamado “autorregulación”, sería adecuado que, sobre la malhadada ley anotada,  se pronuncie el propio Colegio de Periodistas y por qué no las numerosas  facultades de comunicación social y de periodismo existentes en la actualidad.

La Constitución Política vigente y la legislación supranacional que el Perú reconoce, admiten  las libertades de información, de opinión, de expresión y de difusión, por separado. Académicamente en el país se considera a la libertad de prensa como la suma de tales cuatro libertades, cuyo ejercicio está muy bien protegido frente a la acción en contra de las autoridades del estado y de particulares.

Sin embargo, frente a los excesos  del ejercicio de tales  libertades, o sea ante el  abuso de la libertad de prensa o libertinaje, la misma legislación supranacional y nacional, protege a toda persona salvaguardando los siguientes derechos constitucionales básicos: Honor y buena reputación, intimidad personal y familiar, voz e imagen y derecho a la rectificación:
 
Art.2-Constitución Política: Toda persona tiene derecho (…):
Inc. 7. Al honor y a la buena reputación, a la intimidad personal y familiar así              como a la voz y a la imagen propias.
Protección desarrollada por el Código Penal, Capítulo Contra el Honor: delitos de injuria, calumnia, difamación y violación de la intimidad.
Toda persona afectada por afirmaciones inexactas o agraviadas en cualquier              medio de comunicación social tiene derecho a que éste se rectifique en forma          gratuita, inmediata y proporcional, sin perjuicios de las responsabilidades de ley”.
El último derecho es regulado por la Ley  N°26847 de 28 de julio de 1997, Arts. 1 al 7.

No obstante, hasta hoy, es casi  imposible que algún agraviado por El Comercio consiga pronto una debida rectificación en sus páginas. Los demás medios casi lo imitan. El caso emblemático de Magaly  Medina, ha mostrado que en ciertos casos puede haber justicia en el Perú a favor del derecho de las personas frente al abuso de los periodistas y de los medios.

Al respecto, un gran amigo, vocal supremo  de una de las salas penales de la Corte Suprema, a quien personalmente considero uno de los pocos jueces probos del país,  sobre el tema del pedido interesado de la despenalización de la difamación, me respondió: “En ese tema hay que sopesar los excesos o abusos de un lado, de los medios y de otro lado de las autoridades del estado. Los jueces deben saber ponderar muy bien cada situación y fallar”.

“Claro”, le respondí. Eso es en casos entre los medios y el estado o entre el estado y  aquellos. Lo normal es que terminen poniéndose de acuerdo y prefieran hacer negocios.  Pero de lo que se trata es de los más desvalidos, de cualquier caso de los medios contra la gente de a pie, a quienes a diario hacen papilla en sus portadas y páginas o en sus noticieros de radio y TV.

“Ah, bueno. En ese caso, la necesidad de protección es innegable. Lo que pasa es que tampoco funciona porque la mayoría de los simples ignora lo que debe hacer, o no tiene recursos, o simplemente tiene miedo”.

Si, pues, ignorancia, como en el caso  de nuestro desconocimiento  de que hoy turronero y periodista, es igual. 

martes, 11 de octubre de 2011


HACIA LA UNIDAD DEL AIKIDO NACIONAL
LUEGO DEL III ENCUENTRO DE ESCUELAS

Con el mayor  éxito esperado se realizó entre el 1 y 2 de octubre el III Encuentro Nacional de Asociaciones de Aikido del Perú. Con disciplina, dedicación, unión y fraternidad, cerca de 400 practicantes literalmente sudaron la gota gorda en el coliseo de lucha libre de la Villa Deportiva Nacional practicando con atención, dedicación y respeto, diversas técnicas que permitieron a los seguidores de tal o cual estilo o escuela, conocer las particularidades de las otras.
En el ambiente de las artes marciales, aparte de los anteriores encuentros de Aikido, respecto a certámenes del mismo tipo solo recuerdo un seminario de los distintos estilos de Karate al que asistí en 1988, en el desaparecido Dojo Zen Bu Kan,  de Miraflores.  Se presentaron cultores de Shotokan, Shorin Ryu, Goyu Ryu y Wado Ryu, pero no auto convocados. Fueron cada uno por su lado, al llamado de un promotor privado. 



Nutrida asistencia
En la vida cotidiana la frase: “todos los caminos conducen a Roma”, resume que se puede llegar a un mismo objetivo por distintas vías o maneras de hacer las cosas. El encuentro demostró que, en general, el Aikido es un arte marcial efectivo, capaz de conseguir el objetivo de eludir o evadir, contener, controlar y reducir al oponente con una misma técnica que, con ciertas diferencias, es desarrollada por cada escuela. Esto puede ser considerada como "la efectividad en la diferencia".
“Nunca vi tantos aikidokas juntos”, comentó  un kohai observador. No era para menos porque el último encuentro del mismo tipo se realizó hace veinte años. Se presentaron aikidokas principiantes, medios, avanzados e instructores consagrados dentro de sus respectivas organizaciones


Fomentando  la armonía universal
Desde el inicio del certamen, hubo gran espíritu, energía y ganas de aprender.
El sábado 1 de octubre, inicio la práctica conjunta el dojo de la Universidad Agraria de La Molina, bajo la dirección de Sensei Félix Shimabuku, con énfasis en el desequilibrio por acción del tai sabaki y el manejo del ki. Siguieron luego las actividades a cargo del Dojo de la Universidad Nacional de ingeniería, UNI, bajo la dirección de Sensei Luis Salazar, quien presentó el singular desarrollo que ha logrado su escuela en el dominio de las caídas con gran control de la seguridad del Uke.
Continuó después la práctica dirigida por Sensei Rony García, de la Unión de Aikido del Perú, un estilo muy dinámico, veloz y de mucha circularidad. 


Domingo de más sudor
El domingo 2, a pesar del esfuerzo continuo del sábado, el entusiasmo no decayó y la mayoría de los practicantes acudió puntualmente.
Reanudó las actividades a la hora señalada, Sensei Jorge Calderón Castillo, de nuestra asociación Aikido Keitenkai, remarcando que la enseñanza de nuestra disciplina también incluye la práctica de importantes valores sociales como la puntualidad,  el cumplimiento de compromisos y sobre todo, de la palabra empeñada, el respeto a los demás  y la observancia de una estricta cortesía dentro y fuera del dojo.  Sensei Calderón expuso las cuatro técnicas básicas de Keitenkai, de carácter formativo, que contienen los elementos básicos del estilo: postura, tai sabaki circular amplio y veloz, gran fortaleza de manos para atrapes y control de muñeca, manos, brazo y codo del oponente, para la ejecución de técnicas de pie o tachi waza.




La siguiente jornada, fue dirigida por Sensei José Rivasplata del Dojo Yosei Kan, quien centró sus enseñanzas en el control de ataques sorpresivos por la espalda (Ushiro ryote), con la aplicación de desequilibrios efectivos seguidos de técnicas de katate, fundamentalmente sankyio.
En la última jornada de la tarde, Sensei Akira Assayag  del dojo Kanarazu Katsu, de la Asociación Estadio La Unión, presentó variantes de Aikido, con intensas y directas aplicaciones de golpes (atemi) de puños y pies.
Siguió después la exposición y práctica a cargo de Sensei  José Mateo, de Buse Dojo, quien mostró el desarrollo de su estilo en cuanto a postura de combate, atrape y ejecución de técnicas en la modalidad omote, esto es, mediante contención del ataque, desequilibrio  y consecuente contraataque. 
Finalmente, Sensei Oliver Estremadoyro, del dojo Tada Ima, de Arequipa, presentó ejecuciones  de suwari waza (ambos en posición en Shiko)  y en hammi handachi  (Uke de pie, tori en shiko)


La unión de aikidokas peruanos: objetivo en camino.
El objetivo del certamen de promover en los hechos los conceptos de armonía,  unión, el respeto entre todos los seres humanos y la efectividad de este arte marcial como medio de mejorar la calidad de vida, en especial de la salud mental y física, se cumplió plenamente.
Durante la clausura hubo gran emotividad cuando doce destacados y reconocidos maestros de Aikido, recibieron un merecido homenaje de la Comisión Organizadora del encuentro  y de la concurrencia: asistieron Jorge Calderón Castillo, Ronny García, Héctor Roca, Ramiro Mendoza, Jorge Ríos, Henry Ishibashi, Ernesto Choy, José Rivasplata  y Gustavo Gorriti.


Sensei Jorge Calderón recibió las distinciones conferidas a Mushin Michío Kanai, nuestro fundador de Keitenkai y a Sensei Ricardo Inami, quienes no pudieron estar presentes por motivo de viaje.
Luego de su discurso de cierre de actividades, el presidente de la Comisión Organizadora, Rodolfo Paredes Palma, de la Asociación Aikido Keitenkai, recibió un merecido homenaje y agradecimiento por la realización del certamen, gesto que fue extensivo hacia los demás miembros de la comisión.
El agradecimiento, reconocimiento y homenaje a O-Sensei, Morihei Ueshiba, creador del Aikido, fue una constante en toda la jornada.  
En resumen, el III ENAA, ha puesto al aikido peruano en un franco camino de unión, fraternidad y desarrollo, gracias al espíritu emprendedor de sus actuales directivos. Esperamos llegar a algo concreto en ese camino en el cual pretendo estar para contribuir con mi gotita de sudor y mi granito de arena.