LA MISTERIOSA CULTURA TOPARÁ, CREADORA
DE LOS FAMOSOS MANTOS PARACAS
Parte I
Por: Elmer Olórtegui Ramírez
Periodista
REESCRIBIENDO LA PREHISTORIA
En
el antiguo curso “Historia del Perú”, de la etapa secundaria, nos metieron en
la memoria que en el desierto del Sur próximo, primero fue la cultura Paracas (deformadores y
trepanadores de cráneos, excelentes ceramistas y eximios tejedores de sus
bellos mantos). No nos dijeron por qué desaparecieron, pero nos aseguraron que
fueron reemplazados por la también muy conocida cultura Nazca, la de las famosas líneas o gigantescos dibujos
hechos en lienzos de pura arena y piedra sobre la superficie del mero planeta,
pasión total de doña María Reiche.
Esa
sucesión cronológica fue establecida por el padre de la arqueología peruana, don Julio C. Tello y su equipo, el
mismo que, deslumbrado en 1919 por la
imponente y potente fortaleza – templo de Chavín
de Huántar en un magro valle ancashino casi junto al Marañón y a la Alta
Amazonía, nos dijo que esa fue nuestra
primera civilización, o la cultura madre de todas las culturas peruanas
antiguas, cuyo origen debía buscarse en nuestra selva.
Gran
trabajo, mucha dedicación y perseverancia y amor al terruño del doctor Tello,
pero lamentablemente erró en eso de Chavín primera cultura andina, pues hoy
está comprobado que mucho antes de ese pueblo,
habían existido como sociedades complejas de avance civilizado, los Sechín, en Casma – Ancash, los Cupisnique, en los valles del Jequetepeque y Moche, en La Libertad, los Kotosh, en Huánuco y los Caral, en el valle del río Supe.
Su gran interés por conocer, recuperar y estudiar nuestro pasado, por encima de la incuria y el absoluto desinterés de los gobiernos, llevó a Tello descubrir en 1925 la cultura Paracas, a través de los vestigios del cementerio de “Las Cavernas”, en Cerro Colorado, Bahía de Paracas. Amplió su conocimiento de los paracas en 1927 con su segundo y tercero impresionantes hallazgos: los sitios “Wari Kayán” y “Cabeza Larga/ Arena Blanca”, en una ladera alta y en la falda baja de Cerro Colorado.
La confusión de Tello
En
Wari Kayán, encontró cerca de 429
momias enterradas como fardos funerarios, en lo que Tello supuso que había sido
una ciudad para muertos de alcurnia. Los vestigios estaban envueltos con varios
mantos de distinta calidad, entre los que resaltaban unos de gran belleza y calidad, tejidos con
algodón, fibra de alpaca y vicuña, dibujados primorosamente con tintes
irreductibles y acompañados de bellas vasijas y otros bienes. Para
diferenciarlo de su primer hallazgo, “Paracas
Cavernas”, Tello bautizó los lugares
como pertenecientes a la fase “Paracas
Necrópolis” una etapa de evolución
más avanzada de ese pueblo que habría ocurrido antes del advenimiento de la
nueva sociedad de los Nazca.
Así
como nuevas investigaciones han rectificado la pre historia peruana
estableciendo que la primera civilización surgió entre los años 6,000 y 5,000
adp., en la Costa Norcentral Andina, mucho antes que Chavín de Huántar, así
también, hoy, hay que reescribir la historia de la Costa Sur Andina.
La
novedad es que recientes hallazgos arqueológicos y una cronología más exacta
basada en métodos de datación modernos, han hecho emerger a la cultura Topará como un dominio de la
Costa Sur, intermedio entre las culturas Paracas y Nazca, la cual prevaleció
aproximadamente desde el año 150 antes
del inicio de nuestra era, hasta el año 150 después del inicio de nuestra era, es decir que duró tres
siglos, tiempo mucho mayor que el de nuestra vida republicana actual.
Fardo funerario topará, del cementerio Wari Kayán, Bahía de Paracas
PRIMEROS RASTROS DE LOS TOPARÁ
El
arqueólogo estadounidense, Dwight Wallace, trabajando para el “Proyecto
Arqueológico Fullbright” entre 1957 y
1959) produjo el ensayo, “Trabajo de campo en la Costa
Sur del Perú”, en el que registró su primera detección del
rastro de un estilo alfarero singular en la zona de Pisco, distinto a los
estilos Paracas y Nazca. El nuevo estilo consistía, “en una cerámica delgada, pulida de color anaranjado y sin decoración.
Los tipos relativamente raros con decoración incluyen bruñido de molde, engobe
crema, puntuación interior y ocasionalmente un engobado rojo e inciso exterior”.
Además, observó dos fases de evolución de tal estilo: Chongos A y Chongos B, en alusión al
sitio arqueológico Chongos del valle de Pisco, en donde analizó una vasija y un
plato de bordes en ángulo.
También anotó
que la cerámica de la fase Chongos A es
similar a la alfarería del estilo
Jahuay, descubierto por Lanning
a 20 Kms., al Norte de Chincha y que Chongos B está identificado en varios
yacimientos del valle de Pisco y puede ser bien definido en Ica pero allí, asociado
a un tipo engobado con decoración incisa en el contorno, característico del
tipo Nazca I.
Pero, lo que
prendió la alerta entre los investigadores del Sur fue que Wallace determinó
que el tal estilo Chongos, en general, es similar a lo que se conocía por
entonces como la cerámica del estilo “Paracas Necrópolis”.
Entonces,
ocurrió que desde la década de los sesenta del siglo pasado, los investigadores
pusieron atención en el nuevo estilo de cerámica porque era diferente tanto
respecto a la alfarería paracas, supuestamente contemporánea y compartía
algunos rasgos con la posterior cerámica nazca inicial
Los topará
desarrollaron una avanzada y bella textilería en algodón y fibra de camélidos sudamericanos (llama, alpaca y vicuña), de
colores variados e intensos, con motivos decorativos de alta complejidad (La
confusión inicial hizo que sus obras fueran bautizados como los famosos “mantos
paracas”). Su cerámica, en cambio, fue monocroma y con poca decoración, eso
sí, hecha con una técnica avanzada
respecto a la Paracas, pues tenía paredes finas, era pintada antes de su
cocción, la cual se hacía a casi 1,000 grados centígrados. También practicaban
la deformación craneana y siguieron la tradición de la trepanación craneana
iniciada por los paracas. .
Los
investigadores han dado a esta cultura el nombre Topará que corresponde a un
pequeño valle ubicado en el límite de las actuales provincias de Cañete (Lima)
y Chincha (Ica). Durante su apogeo, los
topará establecieron su centro político administrativo en el gran valle de
Chincha, más al Sur, en donde existen edificaciones monumentales con su estilo
arquitectónico y técnica constructiva que aún se mantienen en pie.
La cultura
topará abarcó las actuales provincias de Cañete (Lima), Chincha , Pisco, Nazca y
Palpa (Ica), desde el litoral hasta las
cabeceras de los valles de la región y sitios en la puna andina.
·
Jahuay (valle de Topará).
·
Huaca Santa Rosa
(valle de Chincha)
·
Huaca Soto
(valle de Chincha).
·
Chongos (valle
de Pisco).
·
Cerro Colorado
(Paracas).
·
Wari kayan o “Paracas-Necrópolis” (Paracas).
·
Carapo (Palpa y Viscas).
·
Campanario (valle río Grande)
·
Gramadal Chico (valle río Grande)
·
Alto La Isla (valle río Grande)
·
Paucarastro (valle río Grande)
·
Estaquería (Palpa)
·
Buena Vista (Palpa)
·
Belén Alto (valle de Ingenio)
Guerra de expansión y dominio
Lamentablemente
sin la debida cita, la enciclopedia global Wikipedia
consigna que, en realidad los topará
desataron una guerra de expansión (invasión y ocupación) contra los paracas y
tras su dominio militar impusieron cambios en la alfarería, la textilería, la
arquitectura, la construcción y en otros ámbitos de la vida diaria de aquel
tiempo. También afirma sin dar fuente cierta, el hallazgo de armas en muchos
fardos funerarios, así como la existencia de un gran número de cráneos con
fracturas provocadas por instrumentos
contundentes, algunos trepanados, como signos de una época muy violenta.
Topará
desarrolló un particular diseño arquitectónico: grandes casas de planta
rectangular dotadas de varios ambientes amplios cuyas entradas se abren hacia
un patio y sus muros siguen un riguroso trazo ortogonal. Sus edificios
ceremoniales más imponentes están en el valle de Chincha. Constan de una
alargada plataforma orientadas de Este a Oeste, sobre la cual se alza una fila
de recintos adosados unos a otros y cercados por elevadas murallas. Tienen como
promedio 4 m. de altura. Huaca Santa
Rosa, en Chincha, junto a la
Carretera Panamericana, está considerado
como su edificio principal. Fue construido con canto rodado y mide 250 por 300 metros, aproximadamente. Otras construcciones,
como Huaca Soto, están hechas de adobe.
La expresión de
esta tradición mortuoria toparense es fidedigna en los hallazgos de Julio c.
Tello en Wari kayan, y en otros sitios de la Bahía de Paracas. Otro
cementerio importante de esta cultura fue el de Chongos, pero ha sido muy saqueado por ladrones de tumbas. El 13 de
marzo de 2018, se documentó vestigios de
que algunos individuos consumían parte de los restos humanos.
El ceremonial
funerario topará era riguroso y prolongado. Momificaban el cadáver con una técnica muy elaborada cuyo
procedimiento físico químico es aún desconocido. No obstante se cree que en la
mayoría de los casos recurrían a la
momificación natural, librada al medio ambiente.
La momia,
envuelta en su sudario y en posición sedente, era colocada en un cesto de
mimbre conjuntamente con un ajuar funerario compuesto por una serie de objetos
que pudieran ser de utilidad para la prolongación de la vida ultraterrena. Como
parte de los ajuares, han sido halladas: prendas
de vestir, hondas, tejidos, así como vasijas con granos de maní,
mazorcas de maíz, etc.
Todo estaba
envuelto cuidadosamente con un número no siempre igual de mantos o tejidos de
diferente calidad y constituía un fardo funerario. El manto más cercano al cadáver solía ser el de mayor
calidad, bordado con figuras que representaban simbólicamente el mundo
mitológico topara. Los mantos restantes son de menor calidad. Algunos fardos
funerarios contienen hasta diez u once mantos y, sin duda, estos casos
correspondían a restos de dignatarios.
Textilería
funeraria
Los finísimos y
bellos mantos topará – paracas descubiertos en Wari kayan (“Paracas-Necrópolis”) suscitaron la admiración universal.
Están hechos de fibra de algodón, de camélidos sudamericanos, algo de cabello
humano y otras fibras vegetales.
Algunas telas
contienen trescientos hilos por pulgada cuadrada, solo posible gracias a un
hilado finísimo de las fibras. Sobre ellas se bordaron con gran colorido temas
naturalistas (peces, felinos, aves, serpientes, frutos y flores), así como
figuras míticas y simbólicas, todas con un arte extraordinario. Puede afirmarse
que el arte textil topará alcanzó alturas no igualadas por ninguna otra cultura
del mundo.
Los arqueólogos
creen que los mantos más finos debieron pertenecer a los jefes y otros
dignatarios del valle de Pisco, a juzgar por su complicadísima elaboración, que
debió exigir miles de horas hombre de trabajo.
La variedad,
vivacidad e intensidad de los colores de los mantos aún mantienen su vigor, pese al tiempo; los
topará llegaron a conocer la técnica de elaboración de tintes de prolongada
duración. Teñían sus hilos hasta con siete colores, a los que añadían el blanco y el pardo – oscuro del algodón
natural. Los matices del rojo provenían de la cochinilla, los
azules del índigo; un tono rojizo
amarillento era obtenido de diversas especies de la familia Rubiaceae, género Galium, que comprende unas 400 especies de plantas herbáceas anuales y perennes.
La Iconografía
La iconografía
representada en los mantos topará constituyen el antecedente de la iconografía
nazca. Las figuras y motivos complejos corresponden a dos grupos:
· Grupo Simbólico: imágenes naturalistas de animales y vegetales.
· Grupo Mitológico o de culto: compuesto por figuras de antropomorfas con
parte de ave, felino, orca, vegetales y
otros seres sobrenaturales de mayor rango. Entre ellos destaca uno en especial,
con rasgos humanos combinados con los de felino y ave.
Cráneo
alargado, en el Museo Regional de Ica.
La costumbre del
alargamiento craneano fue ampliamente vigente
entre los topará. Aplicaban dos formas: cráneos alargados (paltauma)
y cráneos redondeados. La deformación craneana se iniciaban a temprana edad. Se
cree que aplicaban vendas alrededor de la cabeza sobre las cuales colocaban
tablillas, las que sujetadas al cráneo con cuerdas ejercían
presión sobre los huesos, haciendo que a lo largo de varios años la cabeza
adquiera la forma deformada requerida.
Esta práctica es
muy antigua y se ha dado también en otras culturas en diversas partes del
mundo. Los investigadores especulan que tuvo su origen en el remoto paleolítico
del viejo mundo y fue trasladada al nuevo mundo durante el proceso del poblamiento de América. Teóricamente, debió ser motivada por el deseo de algunos individuos
de diferenciarse de otros de su mismo grupo racial, por razones de jerarquía.
Trepanación craneana
Los
topará mantuvieron la tradición paraquense de las operaciones quirúrgicas,
mediante el procedimiento de la trepanación craneana. Es posible que esto haya
sido una habilidad de ciertos shamanes avanzados.
El
curandero cirujano disponía de un equipo especial: cuchillas de obsidiana de
diversos tamaños, cuchillos de corte curvo en forma de medialuna, tipo tumi
(hechos de aleación de oro y plata), pinzas, algodón y tejidos tipo vendas. La
intervención buscaba salvar a personas afectadas por fracturas craneanas
producto de accidentes, de golpes en combate o que eran pacientes de distintos
tipos de cefalea o de enfermedades mentales
El
curandero – cirujano eliminaba el cabello de la zona crítica, cortaba la piel
para levantarla y acceder a la parte dañada de la caja craneana afectada o a la
que se sospechaba estaba bajo la influencia de espíritu malvado. Luego
perforaba el hueso con el cuchillo de obsidiana hasta abrir poco a poco una
abertura circular hasta llegar al material cerebral sin dañar su membrana
protectora. Entonces realizaba el tratamiento respectivo para la desinflamación
del tejido cerebral y el conjuro necesario para extirpar el espíritu dañino. La
parte final consistía en el cierre de la trepanación con placas de oro o
secciones de calabaza, lo que permitía que la herida cicatrizara sin ningún
problema.
Hay un buen número de vestigios humanos
con rastros de trepanación y callos óseos que indican que los pacientes sobrevivían a esa
práctica.
Cráneos humanos trepanados, tradición paracas que conservaron los topará.
Continúa, Parte II
Debate sobre la cultura Topará
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