TOPARÁ,
SEGÚN OTRAS INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS
PARTE
IV - FINAL
LA
INVESTIGACIÓN DE ANN PETERS
Por Elmer
Olórtegui
Periodista
En
2018, la Universidad Católica del Perú, dedicó su Boletín de Arqueología N° 25
a profundizar el tema de la opción transicional entre Paracas y Nazca: “De Paracas a Nasca, interacción y
transición: esferas geográficas, prácticas sociales y procesos históricos en la
costa sur”, sobre la base de artículos y ensayos de connotados
investigadores de las mencionadas culturas. No obstante, varios de ellos
trataron el tema de la indudable existencia de la cultura Topará. La arqueóloga
estadounidense, Ann Peters una
de las principales investigadores actuales del tema, junto con su colega Elsa Tomasto-Cagigao, haciendo de editores, reseñaron
la parte medular de los trabajos en el artículo:
“De Paracas a Nasca: ¿por qué la necesidad de estudiar una época «transicional»? –
Cinco años
antes, en 2013, Peters había publicado en el N° 17 de la
misma revista científica su ensayo, “Topará en Pisco: patrón de asentamiento
y paisaje”, en el que respalda que la cerámica topará fue documentada por primera vez como el estilo
“Paracas Necrópolis, por su asociación a los contextos funerarios del
cementerio Wari Kayan en el sitio de
Paracas, que datan a aproximadamente del lapso entre el 150 ane., y el 200 ne.
También reafirma
que la cerámica, arquitectura y el patrón ocupacional topará fueron estudiados
inicialmente por Edward Lanning en
el sitio de Jahuay, en la desembocadura de la Quebrada Topará y Dwight Wallace en los valles de Pisco, Chincha y Cañete.
En 1997, Peters hizo su tesis doctoral en
arqueología sobre la relación entre el patrón de asentamiento - ocupación de
las fases topará, Jahuay, Chongos y
Carmen con los recursos acuíferos y paisaje del valle de Pisco.
Ella postula que
durante la primera mitad del Período
Intermedio Temprano, el valle de Pisco era parte de una entidad sociopolítica topará centrada en el valle de Chincha y con presencia en el de
Cañete. Esa entidad dejó su expresión alfarera, en forma de platos y botellas
funerarias del estilo Carmen y su
impronta arquitectónica en varios edificios monumentales, caracterizados por
muros gruesos de adobe y cantos rodados que no eran aldeas agrícolas ni asientos
exclusivamente ceremoniales.
La investigadora
plantea que fueron centros
sociopolíticos que albergaban a una población fluctuante y ofrecían ritos
de culto e intercambio, organizadas por núcleos sociales que controlaban la
zona. El tiempo y actividades modernas han destruido varios de estos lugares y
en particular el patrón ocupacional real. Está segura de que sectores de sitios
grandes y muchos sitios pequeños —caseríos agrícolas y campamentos de caza y de
pesca— deben haber sido borrados por ocupaciones posteriores.
Los sitios
principales fueron ubicados vinculándolos a las rutas hacia la bahía de
Paracas, los valles de Ica y Chincha, y la Sierra al Este, lo que dice que su cultura material manejaba recursos de Costa, la Sierra y del Altiplano, con el intercambio
de mayor distancia.
Según la
percepción de Peters, tras la caída de los topará, todos sus centros
principales fueron reocupados en los períodos subsiguientes por los nasca, los wari,
los inca y los invasores españoles porque, sin duda, eran claves para el manejo
de los recursos naturales regionales y
el acceso a otras regiones de la región Centrosur andina.
Los asentamientos de las fases toparenses Jahuay
y Chongos se caracterizan por sectores con núcleos de recintos aglutinados,
rodeados por canchas amuralladas, separadas por plazas abiertas. Cada sector tuvo múltiples funciones: residencial en
ciertas temporadas y para actividades especiales de producción; espacio de
compartir conocimientos especializados sobre textilería, alfarería, tallado en
madera y otras labores.
De eso Peters infiere que la organización social toparense era
segmentaria, de grupos definidos por el
parentesco y ancestros míticos e históricos, controladora de recursos naturales
y del paisaje antropogénico. Su liderazgo político, militar y ritual
debió ser algo similar al de los curacas
de las sociedades posteriores de los Andes Centrales, aunque diferente del
poder que ejercieron los incas y los invasores españoles.
Entonces, a
fines del Período Formativo, los líderes de las culturas Topará, Paracas y Nazca
Inicial, no pertenecieron a un Estado o a un imperio. Sus desigualdades habrían
tenido un carácter más fluido: controlaban la labor y la lealtad de sus
comunidades y su gran riqueza provenía del desarrollo y buen manejo de recursos
naturales de la vertiente pacífica de los Andes Centrales. A través de
alianzas, deben haber negociado tránsito libre y protegido para el intercambio a larga distancia, tanto por la
Costa como por la Sierra.
Eso ha llevado a Peters a deducir que por entonces se instauró una red cambiante de relaciones de poder que se redefinía constantemente por el combate y las alianzas de parentesco, en cuyo contexto gran cantidad de trabajo comunal y los más finos productos de alto prestigio se canalizaban a ritos mortuorios de preservación, entierro y mantenimiento de los fardos – tumba de los ancestros.
Hablan los fardos
funerarios de Wari Kayán
En su trabajo: “¿Qué
constituye la transición Paracas – Nasca en Paracas Necrópolis? Prácticas
mortuorias, artefactos presentes, formas de indumentaria y diversidad sociocultural”, publicado también en la revista PUCP N° 25, Peters presentó
su estudio de 16 fardos de Wari Kayan
y los comparó
con otros estudiados por el
propio Julio C. Tello y con 60 procedentes del mismo sitio y de Arena Blanca.
Su indagación, sobre la base del examen científico de fardos complejos y simples le ha permitido formular una propuesta sobre el modelo del orden social, de las relaciones de intercambio y de los procesos históricos en el tiempo correspondiente.
La
muestra
Los restos humanos de la muestra son adultos
de entre 35 a 50 años. El sexo se
estableció en características físico – biológicas y el género, en los
artefactos afines. La gran mayoría de momias estaban sentadas con la cara hacia
el Norte, con los recipientes en ese lado de la base y con cañas o armas, al
lado derecho (al Este) o en ambos lados.
Hay rastros de que varios fardos fueron
abiertos durante la “transición” paracas – nasca, porque encontraron en un
fardo huesos del pie de otra momia. El equipo de Peters consideró entierros secundarios
a fardos que contenían paquetes de varias momias completas o incompletas.
La muestra de Peters tiene un mayor número de
fardos del Periodo Formativo Superior Tardío o Final y pocos contextos de la
cultura Nasca. Sin embargo, lo estudiado equivale a menos de
la quinta parte
de los fardos
intactos recuperados de Wari Kayan
y otros sectores de Paracas. Es decir, hay
muchos fardos sin estudiar.
Los entierros del final del Formativo son cercanos a la tradición Paracas, pues tienen artefactos y estilos parecidos a los recuperados de algunas tumbas de “Paracas Cavernas” y el final de “Ocucaje” y son distintos de los entierros posteriores.
Hallazgos
de la interacción Paracas Tardío – Topará
·
Las
momias del final del Formativo tienen
tatuajes grandes en manos, antebrazos y piernas, zonas donde la piel está
conservada, en forma
de diseños en
color negro-azulado. También
tienen dibujos con pintura
corporal, pero no se ha podido si son formales o
marcas del contacto con textiles u otros materiales.
·
En los
entierros de Wari Kayan, el ajuar incluye armas e instrumentos. Armas: cuchillos
de punta triangular de obsidiana con mango de madera, estólicas, hondas y flechas
grabadas. Otros instrumentos: peines, coladores, flautillas y quenas de caña o de hueso, varas de madera tallada con pulido fino y
complejo. Las armas, los instrumentos
musicales y las varas talladas están solo en entierros de masculinos. Los coladores y peines están
tanto en éstos como en los de mujeres.
·
Los
adornos de metal son grandes y complejos. Los detalles repujados, el recorte
del adorno en contornos, las figuras humanas y felinas muestran el dominio de
técnicas especiales y la importancia del trabajo de metal.
·
Entre
los adornos de plumas predominan las de papagayo (Ara ararauna) amarillas y a veces azules y adoptan forma de
abanico, de penacho triangular de plumas amarradas a una varita de madera, o de
borla construida con un anillo y pendientes de caña con plumas amarillas y
negras.
·
Hay
entierros femeninos que tienen adornos de pendientes triangulares de piel,
cubiertos por plumas amarillas adheridas.
·
En los
entierros predomina la tela llana de algodón. En los fardos masculinos hay túnicas cerradas y faldas de algodón natural.
Cuatro tipos de túnicas de tela llana (foto Ann Peters)
Cinco formas de faldas
masculinas en la fase final de Paracas
·
El
manto típico de “Paracas Necrópolis”, corresponde al final del Periodo
Formativo (Manto 1). Los de color rojo predominante se encuentran en los fardos
masculinos.
Tres mantos paracas –
topará del Formativo Final (foto Ann Peters)
·
Los
tocados también se encuentran en la cabeza del individuo o la cima de un fardo,
enrollado y torcido en forma de turbante. Hay una gran variedad de tocado de
hombres hechos de cuerdas, hondas y bandas de diversas técnicas (Tabla 9).
·
La
indumentaria típica de los fardos
masculinos consta de una túnica y un manto que representan el mismo ícono, tocado. El
traje femenino requiere de mayor definición por haberse encontrado en estado
fragmentario en los
casos analizados.
·
La
indumentaria frecuente —el
manto, los mantos
femeninos Lineales y las
túnicas – es indicativa de “Paracas
Necrópolis” y, en consecuencia, está ligada específicamente a la tradición
Topará. En cambio, la túnica designada como 3 y el manto 2, con bordados
predominantes, reflejan las influencias mutuas entre las tradiciones Paracas y
Topará que caracterizan al valle de Ica.
·
Peters,
también determinó que la mayoría de los fardos “Paracas Necrópolis” son de
categoría “Z”, es decir considerados pequeños, de tamaño correspondientes al
volumen de un sepultado en posición sentada. Muchos conservan solo una momia, un hermoso tocado, uno
o dos mantos,
otras indumentarias y
otros artefactos.
Sin embargo, aproximadamente el 8% del total está compuesto por fardos de mayor
tamaño y son considerados “complejos”,
porque cada uno contenía entre 30 y más de 200 diversos vestigios de diferente
tipo por lo que se les considera ajuares de personajes de alto rango.
· Peters interpreta la presencia de esos vestigios desde el enfoque de un “modelo de intercambio” bélico o amistoso entre los actores sociales, en el cual, “el liderazgo social se fundamenta en el desarrollo de relaciones diversas de alianza y confrontación, esenciales para el manejo de poder económico”. Precisa que el modelo solo implica el nivel de las conocidas alianzas entre curacas o jefes de ayllus o de comarcas, a veces vinculados por relaciones de parentesco, más no a una estructura tipo Estado. Por lo tanto, dirigió su búsqueda del rango social del sepultado en tal o cual fardo, en función de tres factores: 1) la estructura del fardo y el número de capas de exposición construidas en momentos distintos; 2) la cantidad y calidad de los vestigios identificados; y 3) la diversidad de los estilos involucrados.
Hallazgos
de la interacción Topará – Nazca inicial
Los fardos más grandes con más
objetos y variedad
corresponden a personajes
o a grupos
emparentados y a encargados
de los rituales
post mortem, vinculados a un
círculo social más
amplio, dentro del cual el
intercambio y el liderazgo social se fundamentaba en relaciones diversas. En este tipo de fardos habrían sido
sepultados líderes sociales tanto de Paracas Tardío, Topará y Nasca en el curso de la transformación política y
cultural de entonces.
Sus ofrendas tienen diversos orígenes
socioculturales y fueron producidas
en diferentes momentos
históricos. Pueden representar
hasta dos generaciones de
liderazgo.
·
En un
fardo se recuperó dos pieles de zorro. En otro, sólo una. El zorro es un
elemento característico de la mayoría de los fardos masculinos.
·
Entre
los penachos asociados
a la etapa, la mayoría tiene
una estructura y
composición particulares, en especial plumas largas amarillas de
oropéndola amazónica (Psarocolius sp.).
·
No
aparecen instrumentos musicales.
·
Las
armas halladas tienen formas conocidas: porras, estólicas, manojos de cañas
identificadas como partes de flechas, varas pulidas con un extremo puntiagudo y
bastones con anillos de tendones.
·
En los
fardos transicionales aparece nuevas versiones de túnicas
con bordados en característicos. La túnica 5 (Figura 3b y 3c) es la “unkuña” o
“esclavina”, según nombres dados por Tello y sus colegas y “ponchito”, por Paul.
Más pequeñas que los unkus,
estas túnicas forman
parte de nueva vestimenta
masculina distinto al modo
anterior.
Cinco tipos de túnicas atribuidas
a etapa de transición paracas – nasca.
(foto: Ann Peters)
·
Siguió
el uso de la falda, pero apareció la wara
o taparrabo. Las telas de
tocado masculinas aparecen
con proporciones parecidas
a las anteriores, pero con otros estilos del
bordado.
·
El
manto siguió presente, con cambios en los estilos de bordado.
·
Aparecen
también estilos atípicos con características del surgimiento Nasca 1 con múltiples
figuras del “guerrero”.
·
Los
fardos femeninos de esta fase nasca se caracterizan por el vestido femenino
(manto 4) de dos paños de tela llana de algodón natural o de camélido teñido. El
manto femenino (manto 5) es más pequeño que los otros mantos. Este tipo de
fardo incluye también telas bordadas que cubren ofrendas más novedosas o más relacionadas a nasca
con vestimenta más antiguas.
(foto: Ann Peters)
Cuatro
piezas de vestimenta de los inicios de nasca, llamados “Anakos”.
·
En
esta fase y en la posterior, en fardos masculinos, fueron halladas túnicas
abiertas, llamadas por Tello
“casulla” (Tabla 11), cubriendo la parte exterior del fardo.
·
También
fueron recuperados penachos de una forma
particular, una especie de
borla con una
armadura cónica cubierta
por hileras de
plumas amarillas, con
otras plumas colgantes. Una
variante tiene plumas de halcón y otra un par de borlas con plumas de loro.
·
Estos
adornos presentan diversos tipos de plumas, como las de cóndor (Vultur gryphus) para abanicos y de loro
(Amazona farinosa), además de plumas
amarillas probablemente teñidas.
·
También
desarrollaron una gran variedad de cuerdas y cintas delgadas incorporando fibras
vegetales naturales, de camélido policromas en diversas estructuras y cabello
humano.
·
Ya en
la fase nasca 2 aparecen nuevas prendas de vestir con franjas
en los cuatro márgenes, denominadas por Tello y sus colegas como “anako”,
mantos llamados “mantón”, turbantes, túnicas de proporciones atípicas, con franjas
continuas en los cuatro márgenes, y bordados y flecos parecidos al grupo anako.
Se trataría de una tradición de
vestimenta del específico grupo social nasca, que llegó a participar de la
tradición mortuoria de Paracas Necrópolis.
· En esta fase nasca 2 los llautus, o cintas diversas y telas de tocado de colores brillantes fueron colocados en la cima del fardo y no están tapados por otras prendas como antes. Este cambio de prácticas indica que el fardo ancestral cambió de identidad cultural, como resultado de un realineamiento en las relaciones políticas y cambio del balance de poder en las alianzas, hechos que habrían ocurrido durante no más de cinco generaciones.
Iconografía
continua con innovaciones
Los mismos íconos fueron representados en
todos los estilos:
El ave-insecto dorsal
Los monos-humanos
El felino lateral con manchas corporales
El ave de dos cabezas
El personaje de dos apéndices cefálicos, fueron
los íconos centrales, durante todo el tiempo de la “transición”.
Pero, también fue importante la figura
danzante o sacrificada, como representación de la mortalidad. También resaltan
las figuras de guerreros, cóndores, halcones y serpientes de dos cabezas.
Los íconos relacionados a la pesca y caza
marina y la producción agrícola surgieron en
la cerámica Topará,
pero las figuras
como el “pez con brazo humano”, aparecieron en los textiles del
Formativo Final.
Los íconos del lobo marino, la llama y la vicuña, las plantas alimenticias, diversas especies de aves, las flores y los insectos aparecieron durante nasca inicial, en la composición textil.
El
proceso histórico, según la cultura material.
El final del Formativo correspondió en
las Necrópolis de
Wari Kayan a
alianzas entre diversos
grupos ligados a
la tradición Topará y su
interacción con la tradición Paracas, así como una segunda fase de
convivencia entre individuos y grupos sociales de las tradiciones Topará y
Paracas, que produjo vestimenta integrada, con la aparición de objetos
novedosos de estilo nasca, textil y cerámico
En la fase nazca 1A el registro mortuorio de
Wari Kayan, muestra que se produjo una oleada de nuevas formas de indumentaria,
de artefactos de otro tipo, de nuevos estilos e iconografía que reflejan
contacto con grupos sociales recién presentes. En la fase 1B y fase 2, hubo nuevos
estilos de vestimenta de la tradición nasca, aunque
los grupos sociales ligados a las tradiciones Topará y Paracas no
dejaron de existir,
sino que adoptaron
nuevas prácticas, íconos
y estilos en
la interacción con
sus vecinos.
Entonces, el patrón mortuorio Paracas Necrópolis estuvo ligado a entidades sociales asociadas a variantes de la tradición cerámica Topará, y la mayoría de los estilos textiles que dominan en cada fardo han sido probablemente producidos por comunidades ligadas a esa tradición, en cada fase aparecen artefactos evidentemente no producidos por ellas. El carácter de estos artefactos cambia a través del tiempo, ligado tanto a las relaciones políticas cambiantes con otras comunidades como a los cambios en los estilos emblemáticos de cada grupo social.
CERÁMICA DE WARI KAYÁN, SEGÚN VANESSA TINTEROFF
La arqueóloga Vanessa Tinteroff, según su trabajo publicado también en el boletín
PUCP ya citado: “Las
vasijas de Necrópolis, península de Paracas (costa sur, Perú): ensayo de
análisis de su producción, su distribución y su depósito en contextos
funerarios” analizó exclusivamente
también la cerámica de Wari
Kayan.
Ella considera también que “la transición” correspondió a la emergencia
de una organización
sociopolítica aglutinante, multicultural,
compuesta por gente paraca, topará y nasca, en condición de dirigentes de cada uno
o algunos valles de la Costa Centrosur.
Esa organización singular mantenía intercambio
social, político y económico y sobre todo la paz, en un periodo de convulsión y
crisis, según otros autores, situación que resulta muy volátil por no decir,
imposible.
Wari
Kayan habría sido un lugar
neutral y sagrado de cohesión donde se enterraban las elites de las diferentes
comunidades.
Tinteroff identificó 550 piezas cerámicas recuperadas
por Tello en Wari Kayan, la mayor
parte de las cuales permanece sin ser estudiadas en
el Museo Nacional Arqueológico,
Antropológico e Histórico del Perú. Del total, centró su análisis en 115
piezas, habiendo terminado el estudio de formas y acabados de superficie
de 44 piezas, cuyo contexto pudo ser establecido.
Entre las 44, identificó cuatro grupos: i) ofrendas de grupos locales del pueblo llano. Ii) Ofrendas de grupos medios locales, iii) de grupos medios de fuera de la península, y iv) ofrendas de grupos de alto rango, procedentes de distintos lugares de la región.
LOS
VESTIGIOS DE METAL DE WARI KAYAN,
SEGÚN MARIA
VELARDE Y PAMELA CASTRO
María Velarde y Pamela Castro, estudiaron los objetos de metal hallados en los fardos de Wari Kayan y los compararon con los correspondientes a Ocucaje, Nazca y otros, obtenidos del mismo lugar. Hallaron cambios estilísticos muy notorios a lo largo del tiempo de uso de Wari Kayan, como mayor variabilidad tipológica, simplificación en la factura y el acabado y la introducción de nuevas formas que se hicieron más frecuentes en Nazca.
LA VIDA
EN SAMACA, ICA, DURANTE LA “TRANSICIÓN”,
SEGÚN
LAUREN CADWALLADER et al.
En el valle del Bajo Ica
Sobre la ocurrencia más hacia el
Sur de la zona de
intensa interacción, Lauren
Cadwallader et
al. estudiaron sin excavar los indicios de cómo fue la vida diaria
en el sitio transicional 1004, en la cuenca de Samaca, en el valle Bajo Ica,
cerca de geoglifos similares
a los de
las pampas de
Nazca.
Analizaron la cerámica, textiles, redes, material
lítico, restos botánicos y de fauna y restos humanos que, según los autores,
señalan que los lugareños tenían varias
estrategias de subsistencia sobre la base de un manejo
eficiente del medioambiente.
Pero, hallaron rastros de un ambiente social convulsionado, similar a lo encontrados en otros sitios de la época, de lo que deducen que esos pobladores participaron en la transición.
“MINA
PRIMAVERA”, SEGÚN
HENDRICK
VAN GIJSEGHEM et al.
Sobre otras innovaciones tecnológicas que
marcaron la etapa, Hendrick Van Gijseghem et al., sobre la base de sus investigaciones en Mina Primavera,
han determinado que la hematita que se extraía del lugar durante la “transición”, posibilitó la técnica del
pintado pre cocción de la cerámica topará, uno de los hechos que marcaron el
final de la cultura Paracas.
Su análisis de las áreas de trabajo,
herramientas, demás equipo y 17 fechados radiocarbónicos, muestra que con el
descubrimiento o la aplicación de la nueva técnica de pintado se produjo un aumento
gradual de la
explotación minera desde “Paracas Tardío”
hasta “Nazca Temprano”.
También pone énfasis en que tanto la actividad minera como el material que se extraía eran actividades que se cumplían cargadas de un fuerte componente simbólico, mediante ceremonias y rituales especiales periódicas, dedicadas a divinidades de la tierra y de sus profundidades. Esto expresaba el hecho de una estrecha relación cotidiana entre la tecnología y la producción de bienes de prestigio durante la “transición”.
En resumen, los cinco mencionados investigadores llegaron a conclusiones similares: Las colecciones de Wari Kayan y otros sitios arqueológicos, más que una unidad cultural o dos fases, como lo había planteado Tello, muestran que existió una amplia variedad de artefactos y evidencias de una intensa interacción duradera, la cual es a la vez producto de ese proceso y factor de las transformaciones políticas, económicas y sociales de la transición Paracas – Nazca.
LA VISIÓN DE PETERS Y TOMASTO
Además
de los análisis anteriores, Ann H.
Peters y Elsa Tomasto-Cagigao, en su trabajo: “De Paracas a
Nasca: ¿por qué la necesidad de estudiar una época «transicional»? – 2018, remachan la tesis de que hubo una transición
entre las sociedades paracas y nazca, que duró varias largas centurias.
Sin
embargo, echan mano a la cautela académica para, dentro del contexto de la supuesta
“transición”, reducir el factor Topará a
la sola presencia de un estilo alfarero más, a pesar de reconocer que se trata
de “una transición con aspectos políticos
(…) definida solamente con base en restos arqueológicos”, que
también contiene componentes “de
una transición sociotecnológica (…) que merece
y requiere de un estudio propio, porque nunca se va a poder entender la
dinámica de interacciones y cambios que lo caracterizan, si siempre se figura
como el inicio o el final de otro período histórico”.
En
ese sentido, Peters y Tomasto proponen el estudio de la “transición
Paracas-Nazca” teniendo en cuenta a los grupos sociales existentes en aquel
entonces en la región Costa Sur, lapso entre los años 250 ane., y 250 ne., así como a los evidentes procesos de
innovación y transformación cultural,
social y político que caracterizaron a ese tramo
prehistórico y que están asociadas
a lo se ha dado en denominar Paracas
Tardío, Topará y Nazca Temprano.
Así
mismo, luego de revisar las investigaciones ya mencionadas, se percibe
claramente que tampoco se atreven a mencionar siquiera la posibilidad de que
los Topará hayan realizado una amplia campaña militar de invasión y ocupación
de la región Costa Sur para expandir y consolidar su dominio total del área
durante tres siglos, hasta su declive y el surgimiento de la sociedad nazca.
Prudente,
pero también extrañamente, dicen que durante la “transición” no hubo cambios
importantes en lo
“doméstico”, es decir en la vida diaria, en lo cotidiano, pero, a renglón seguido afirman que “sí fue una etapa de convulsión social,
marcada por desplazamientos de grupos humanos del Norte hacia el Sur, con la
llegada de elementos Topará, y de Este a Oeste, con la migración de pobladores
serranos hacia la Costa”. ¿Cómo se condice los “día a día”, supuestamente
absolutamente pacíficos de la “transición”, con la afirmación de que fue una
etapa de convulsión social con grandes movimientos de gentes en todas las
direcciones? Más aun teniendo en cuenta que las propias arqueólogas anotan que
las características de este lapso, según Peters y Tomasto, son intensos
cambios:
· Nuevas maneras de hacer las cosas
· Nuevas actividades en las cadenas productivas
· Nuevas ideas sobre cómo hacer geoglifos
· Ritos funerarios diferentes.
Peters
y Tomasto aceptan que “lo Topará” jugó un papel esencial en el proceso de
cambio y transición por lo que finalizan planteando que “resulta crucial conocer lo que ocurrió en los valles norteños de Cañete
y Chincha, durante ese tiempo con el objetivo de conocer y comprender “el
origen del desarrollo de lo que llamamos Topará y que afecta a los valles
sureños de la Costasur al final del último milenio a.C.”
Henry
Tentalean et al., en su informe ““El fenómeno
Paracas: estado de la cuestión y un modelo de explicación social”, plantea que tras poco más de 600 años de
vigencia, durante el periodo “Paracas
Tardío”, los paracas enfrentaron la conjunción de diversos factores
adversos que desataron una severa crisis económica, política, agravada por
desastres medioambientales.
Esa
complicación habría provocado “la desintegración del poder a nivel de valles y,
en consecuencia, el debilitamiento regional del fenómeno Paracas. Muchos sitios
fueron abandonados, pero “otros fueron reocupados por grupos sociales que poseían
una cultura material diferente”.
La
mayor parte de la reocupación que señala
Tantalean es atribuida a los llamados “elementos” de la cultura Topará, de procedencia chinchana, lo que habría
ocurrido hace aproximadamente 2,200 años adp., después de que numerosos sitios
paracas habían sido abandonados.
No
obstante, en cierto número de asentamientos, el nuevo orden Topará estableció
su predominio sobre poblaciones adscritas al antiguo universo paracas, imponiendo variaciones religiosas, un nuevo
de culto a los muertos y sus estilos
arquitectónico, constructivo, alfarero y textil. Particularmente impusieron un
nuevo estilo cerámico, monocromo, pero
con uso de varios colores, de gran finura, conseguida gracias al pintado previo a la cocción a alta temperatura, es decir el
detectado por Lanning y Wallace, en Jahuay y Chongos.
También
implantaron avanzadas técnicas de hilado y tejido de fibra de algodón y de
auquénidos sudamericanos, en cuyos productos de alta belleza y finura,
aplicaron un bagaje iconográfico
complejo.
Y,
habría ocurrido también eso de que,
“tras cuernos, palos”, pues en el curso de la consolidación del dominio
toparense, hay registros en el valle de Palpa de que en el año 2,050 adp., un
ENSO (Fenómeno El Niño) desató una intensa sequía que devastó la la flora y la
fauna terrestre y marítima, lo que, como en todos los casos de este tipo de
desastre ambiental, acentuó la crisis económica y social convirtiéndola en
imposible de manejar por parte de las elites locales o de valles, agobiadas
también por la supremacía toparense.
Así
mismo, Tentalean alude como signo de la decadencia de los paracas, que en 1999,
Anna Cook percibió que en aquel tiempo,
el valle de Ica pasaba por un escenario altamente conflictivo.
No
obstante la afirmación de Tentalean sobre la intrusión de los topará, su colega
polaco Krsysztof Malakowski, en su
libro, “Señores de
los imperios del Sol”, (2014:26), insiste en que el origen de la cultura Nazca (2,100 adp., al 600 ne.), es su antecesora, la cultura Paracas (2,700 al 2,100 adp.),
sin considerar a Topará bajo ningún punto de vista. Además, afirma que, corroborado por análisis
del ADN de los fósiles de tumbas paracas y nazca, lo real fue que la misma
población paracas siguió desarrollándose más hacia el Sur hacia Río Grande y
Palpa hasta conformar la cultura Nazca.
Según
Makowski, el surgimiento de Nazca como cultura, está marcado por la difusión de
un nuevo estilo cerámico con engobe (aplicación de una pasta de arcilla
coloreada sobre la cerámica antes o después de su cocción) en el valle de río
Grande. Este tipo alfarero, fue
reemplazando gradualmente a la “cerámica paracas” que era pintada, luego de salir del horno, pero no
menciona que en ese tiempo prevalecía en la zona la alfarería topará que era
pintada antes de entrar al horno.
Otros elementos arqueológicos marcadores de la nueva cultura nazca fueron: i) el traslado de la representación iconográfica que los paracas habían implantado en sus tejidos, a los ceramios polícromos. ii) El cambió del panteón de espíritus o divinidades paracas, debido a la desaparición de algunas deidades y el surgimiento de otras.
Entonces, ¿lo que ocurrió fue el
surgimiento de la Cultura Nazca o el
resurgimiento de los Paracas a quienes los arqueólogos de siglo XX solo les
dieron otro nombre?
FIN