sábado, 5 de julio de 2014

SATÁN: EL ORIGEN DIVINO DE LA REVOLUCIÓN

Recientemente, el reconocido psicoanalista peruano, doctor Moisés Limlij, expuso que mediante el texto clásico de la literatura inglesa “El Paraíso Perdido”, su autor, el político y poeta Jhon Milton,  realizó en 1667 (siglo XVII) una magistral radiografía general del comportamiento humano a raíz del recurrente conflicto social por el ejercicio del poder en todas sus formas: la revolución
El profesor Lemlij desarrolló el tema ante una absorta y súper interesada audiencia de  alumnos de la maestría del Instituto de Gobierno y Gestión Pública de la Universidad Particular San Martin de Porres, a invitación del titular de la cátedra, el también psicoanalista, Max Hernández.
No todos los asistentes, sabíamos quién fue Jhon Milton y menos aún conocíamos su vasta obra poética y política durante la llamada “Revolución Inglesa”, en el siglo XVII. Milton fue un escritor, poeta y político inglés republicano y, por consiguiente combatiente contra la monarquía absolutista, quien se opuso a los planes de dominación total de Carlos I,  invocando su derecho divino a la corona como fuente de su poder.  Milton, enfrentó a los monárquicos, y fue uno de los promotores, al lado del líder Cronwell, de que el rey  no pudiera convocar ningún derecho ni origen celestial y que a lo sumo podía convocar al parlamento como fundamento de su poder y como su gran supervisor. En ese papel, como miembro de la cámara de los comunes votó por la decapitación de Carlos I, pena que fue ejecutada el 30 de enero de 1,649, fecha en que se inició la vigencia de la república parlamentaria inglesa. La república se mantuvo hasta la muerte de Cronwell, luego de la cual se produjo una restauración monárquica.
En la primera sección  de su disertación, el doctor Lemlij explicó que  parte de la vasta obra literaria y política de  Miltón tiene como base la propia vida política del autor, en varios casos desarrollada en prosa poética. No obstante, el expositor subrayó que “El Paraíso Perdido” es una completa elaboración, un estudio casi completo y alegórico de la caída del hombre (de la humanidad), de hondo contenido dramático, político y ético. No obstante, el personaje central del relato no es un hombre, sino el demonio, Satán o Satanás y el cuerpo de la historia es la guerra que este ángel celestial rebelde, desató  contra Dios, su creador y jefe. Una genuina guerra por el poder.  Para Lemlij, el texto versa  centralmente sobre la comprensión del “hecho político”, o sea respecto  al enfrentamiento de un retador por el control del poder supremo y las consecuencias el fracaso de la revolución. 
El doctor Lemlij centró su  exposición  en el Libro Segundo de la Obra, segmento que expone los hechos que se suscitan luego de la sublevación de Satán y sus huestes y su subsiguiente derrota  ante los ángeles fieles a Jehová, apoyados por el aluvión de fuego y azufre, rayos y truenos  lanzados por el creador. Al final de la batalla, caído en el centro del infierno,  Satán se levanta perplejo, asombrado por la situación, pero indesmayable, convoca de inmediato a sus cómplices derrotados,  quienes eran un tercio del número total de ángeles del Señor, número que demuestra  que la base de la rebelión era razón justa.
Al recuperarse en el infierno, Satán  hace ante sus tropas un rápido balance de lo ocurrido y de sus consecuencias y,  a pesar de admitir su derrota, remarcando que su causa es válida, llama a la unión y plantea la cuestión principal: ¿Qué hacer para recuperar lo perdido, puesto que tras haber sido confinados al infierno, ya no tienen más que perder? Él mismo se responde proponiendo a sus huestes continuar una guerra abierta y sin cuartel contra Dios.
Se produce entonces un debate entre él y sus secuaces. Cada uno presenta otras alternativas de acción, como ocurre en cualquier grupo humano que enfrenta una situación extrema, o como sucede en todos los estados mayores militares y  los directorios de grandes empresas. Tratan de hallar un curso de solución.
Los ex ángeles lanzan propuestas que reflejan sus distintas personalidades y actitudes sociales: unos proponen ir todos y con todo lo que tengan disponible contra Dios, pues ya no hay nada que perder. Otros, del tipo cauto, recomiendan esperar, reagruparse, mejorar las tropas y decidir el mejor momento del contraataque.  Los más astutos plantean, buscar el punto más débil del enemigo y concentrar ahí el  ataque. No falta quienes creen que ya no hay nada qué hacer y solo deben asumir las consecuencias y adaptarse a las nuevas condiciones.
Satán hace suyo entonces la alternativa de buscar el flanco más vulnerable de Dios, contemporizando con la idea de uno de sus acólitos e ir a la guerra sin cuartel. Reafirma su cuestionamiento original al Ser Supremo, a quien ya no tienen que obedecer. Consolida su tesis  de que la obediencia a Dios  es improcedente, inválida, sin fundamento sólido, pues su derrota es la mejor prueba de que él  ni los demás demonios habían sido creados por el Todopoderoso, ya que ni Satán ni los demás recordaban ni tenían evidencia alguna de que así había sido. Remarca su aspiración a ser iguales a Jehova, razón primera de su rebelión, acordando darle a Dios dónde más le duele: malograr la obra máxima de su creación, el hombre, induciéndole a la desobediencia, la maldad, al dolor, a la infelicidad y al sufrimiento, así, para siempre, por toda la eternidad.
El doctor Lemlij explicó entonces a su audiencia que  para entender el planteamiento de Miltón, se debe tener en cuenta que todos los humanos  nacen con  miedo a la muerte y con el deseo, la esperanza de que alguien los proteja. Este deseo surge cuando la autoridad  del líder en ejercicio es cuestionada o pierde capacidad y  genera la necesidad de un substituto del padre, de un nuevo poder supremo capaz de enfrentar con éxito cualquier contingencia. En términos generales, la figura del padre adquiera la expresión de  “lo sagrado” que, por la dualidad  de todo lo humano, tiene su contraparte en “lo profano”.
Por lo sagrado – explicó – las personas buscan comunicarse, ponerse en contacto  con el “Padre”.  Entonces, en términos modernos de las relaciones humanas, existe una necesidad, una “demanda”, ante la cual surge una oferta e inevitablemente, entre ambas, emerge un “intermediario”, supuestamente capaz de asegurar la conexión entre los “Hijos” y el “Padre”. Pero este  intermediario para posicionar adecuadamente su papel debe demostrar su capacidad ejerciendo su poder, para lo cual también, inevitablemente, recurre a efectos teatrales, escénicos y a acciones que implican gran fortaleza y una conducta a veces brutal, muy mala y despiadada.
En el trance de la búsqueda humana del “Padre”, del líder natural, en todo grupo humano se produce entonces una cesión de facultades a quien asume la posición de liderazgo o de intermediario. No obstante, cuando se trata de grupos humanos que no tienen  una tarea específica, precisa, se genera un comportamiento primitivo que da lugar a liderazgos  resultantes de la fuerza bruta, duros, crueles e inmisericordes, con marcadas particularidades, de acuerdo a cada circunstancia. 
Al respecto, Lemlij puso como ejemplo el liderazgo que asumieron las pandillas delictivas entre los refugiados del desastre del Huracán Katrina, en el Estadio de New Orleans, por ausencia de la autoridad policial y que empezaron a ejercer poder cobrando abusivamente el uso de los servicios higiénicos en plena catástrofe.
Según Lemlij las circunstancias y características del liderazgo son: cierto sentimiento de omnipotencia y grandiosidad. Capacidad de ser salvador real, ficticio o místico. Capacidad de ofrecerse y, ambición extrema  que fácilmente se transforme en voracidad. Ejemplos en la historia y entre nosotros, sobran. EOR

Lima, 5 de julio de 2014

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