SATÁN: EL ORIGEN DIVINO DE LA REVOLUCIÓN
Recientemente, el reconocido
psicoanalista peruano, doctor Moisés Limlij, expuso que mediante el texto
clásico de la literatura inglesa “El Paraíso Perdido”, su autor, el político y
poeta Jhon Milton, realizó en 1667
(siglo XVII) una magistral radiografía general del comportamiento humano a raíz
del recurrente conflicto social por el ejercicio del poder en todas sus formas:
la revolución
El profesor Lemlij desarrolló el
tema ante una absorta y súper interesada audiencia de alumnos de la maestría del Instituto de
Gobierno y Gestión Pública de la Universidad Particular San Martin de Porres, a
invitación del titular de la cátedra, el también psicoanalista, Max Hernández.
No todos los asistentes, sabíamos
quién fue Jhon Milton y menos aún conocíamos su vasta obra poética y política
durante la llamada “Revolución Inglesa”, en el siglo XVII. Milton fue un
escritor, poeta y político inglés republicano y, por consiguiente combatiente
contra la monarquía absolutista, quien se opuso a los planes de dominación
total de Carlos I, invocando su derecho
divino a la corona como fuente de su poder.
Milton, enfrentó a los monárquicos, y fue uno de los promotores, al lado
del líder Cronwell, de que el rey no
pudiera convocar ningún derecho ni origen celestial y que a lo sumo podía
convocar al parlamento como fundamento de su poder y como su gran supervisor.
En ese papel, como miembro de la cámara de los comunes votó por la decapitación
de Carlos I, pena que fue ejecutada el 30 de enero de 1,649, fecha en que se
inició la vigencia de la república parlamentaria inglesa. La república se
mantuvo hasta la muerte de Cronwell, luego de la cual se produjo una
restauración monárquica.
En la primera sección de su disertación, el doctor Lemlij explicó
que parte de la vasta obra literaria y
política de Miltón tiene como base la
propia vida política del autor, en varios casos desarrollada en prosa poética.
No obstante, el expositor subrayó que “El Paraíso Perdido” es una completa
elaboración, un estudio casi completo y alegórico de la caída del hombre (de la
humanidad), de hondo contenido dramático, político y ético. No obstante, el
personaje central del relato no es un hombre, sino el demonio, Satán o Satanás
y el cuerpo de la historia es la guerra que este ángel celestial rebelde,
desató contra Dios, su creador y jefe.
Una genuina guerra por el poder. Para
Lemlij, el texto versa centralmente
sobre la comprensión del “hecho político”, o sea respecto al enfrentamiento de un retador por el
control del poder supremo y las consecuencias el fracaso de la revolución.
El doctor Lemlij centró su exposición
en el Libro Segundo de la Obra, segmento que expone los hechos que se
suscitan luego de la sublevación de Satán y sus huestes y su subsiguiente derrota ante los ángeles fieles a Jehová, apoyados
por el aluvión de fuego y azufre, rayos y truenos lanzados por el creador. Al final de la
batalla, caído en el centro del infierno,
Satán se levanta perplejo, asombrado por la situación, pero
indesmayable, convoca de inmediato a sus cómplices derrotados, quienes eran un tercio del número total de
ángeles del Señor, número que demuestra
que la base de la rebelión era razón justa.
Al recuperarse en el infierno,
Satán hace ante sus tropas un rápido
balance de lo ocurrido y de sus consecuencias y, a pesar de admitir su derrota, remarcando que
su causa es válida, llama a la unión y plantea la cuestión principal: ¿Qué
hacer para recuperar lo perdido, puesto que tras haber sido confinados al
infierno, ya no tienen más que perder? Él mismo se responde proponiendo a sus
huestes continuar una guerra abierta y sin cuartel contra Dios.
Se produce entonces un debate
entre él y sus secuaces. Cada uno presenta otras alternativas de acción, como
ocurre en cualquier grupo humano que enfrenta una situación extrema, o como
sucede en todos los estados mayores militares y los directorios de grandes empresas. Tratan de
hallar un curso de solución.
Los ex ángeles lanzan propuestas
que reflejan sus distintas personalidades y actitudes sociales: unos proponen ir
todos y con todo lo que tengan disponible contra Dios, pues ya no hay nada que
perder. Otros, del tipo cauto, recomiendan esperar, reagruparse, mejorar las
tropas y decidir el mejor momento del contraataque. Los más astutos plantean, buscar el punto más
débil del enemigo y concentrar ahí el
ataque. No falta quienes creen que ya no hay nada qué hacer y solo deben
asumir las consecuencias y adaptarse a las nuevas condiciones.
Satán hace suyo entonces la
alternativa de buscar el flanco más vulnerable de Dios, contemporizando con la
idea de uno de sus acólitos e ir a la guerra sin cuartel. Reafirma su
cuestionamiento original al Ser Supremo, a quien ya no tienen que obedecer.
Consolida su tesis de que la obediencia
a Dios es improcedente, inválida, sin
fundamento sólido, pues su derrota es la mejor prueba de que él ni los demás demonios habían sido creados por
el Todopoderoso, ya que ni Satán ni los demás recordaban ni tenían evidencia
alguna de que así había sido. Remarca su aspiración a ser iguales a Jehova,
razón primera de su rebelión, acordando darle a Dios dónde más le duele:
malograr la obra máxima de su creación, el hombre, induciéndole a la
desobediencia, la maldad, al dolor, a la infelicidad y al sufrimiento, así,
para siempre, por toda la eternidad.
El doctor Lemlij explicó entonces
a su audiencia que para entender el
planteamiento de Miltón, se debe tener en cuenta que todos los humanos nacen con
miedo a la muerte y con el deseo, la esperanza de que alguien los
proteja. Este deseo surge cuando la autoridad
del líder en ejercicio es cuestionada o pierde capacidad y genera la necesidad de un substituto del padre,
de un nuevo poder supremo capaz de enfrentar con éxito cualquier contingencia. En
términos generales, la figura del padre adquiera la expresión de “lo sagrado” que, por la dualidad de todo lo humano, tiene su contraparte en
“lo profano”.
Por lo sagrado – explicó – las
personas buscan comunicarse, ponerse en contacto con el “Padre”. Entonces, en términos modernos de las
relaciones humanas, existe una necesidad, una “demanda”, ante la cual surge una
oferta e inevitablemente, entre ambas, emerge un “intermediario”, supuestamente
capaz de asegurar la conexión entre los “Hijos” y el “Padre”. Pero este intermediario para posicionar adecuadamente su
papel debe demostrar su capacidad ejerciendo su poder, para lo cual también,
inevitablemente, recurre a efectos teatrales, escénicos y a acciones que
implican gran fortaleza y una conducta a veces brutal, muy mala y despiadada.
En el trance de la búsqueda
humana del “Padre”, del líder natural, en todo grupo humano se produce entonces
una cesión de facultades a quien asume la posición de liderazgo o de
intermediario. No obstante, cuando se trata de grupos humanos que no
tienen una tarea específica, precisa, se
genera un comportamiento primitivo que da lugar a liderazgos resultantes de la fuerza bruta, duros, crueles
e inmisericordes, con marcadas particularidades, de acuerdo a cada
circunstancia.
Al respecto, Lemlij puso como
ejemplo el liderazgo que asumieron las pandillas delictivas entre los
refugiados del desastre del Huracán Katrina, en el Estadio de New Orleans, por
ausencia de la autoridad policial y que empezaron a ejercer poder cobrando
abusivamente el uso de los servicios higiénicos en plena catástrofe.
Según Lemlij las circunstancias y
características del liderazgo son: cierto sentimiento de omnipotencia y
grandiosidad. Capacidad de ser salvador real, ficticio o místico. Capacidad de
ofrecerse y, ambición extrema que fácilmente
se transforme en voracidad. Ejemplos en la historia y entre nosotros, sobran. EOR
Lima, 5 de julio de 2014
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