SERIE RECORDANDO SIN IRA V
El Mensajero
del shock.
Prologuito
Si
pues, como refiere Carlos
Castro en su columna del domingo 27 de noviembre en La República, Alberto
Fujimori Fujimori, se la hizo a la izquierda peruana en la campaña del 90. Sin ningún
compromiso, sólo por el hecho de ser la única opción contra el derechista y shockeador Mario Vargas Llosa, consiguió
el apoyo gratuito de nuestra zurda y también, claro está, el interesadísimo
respaldo del primer alanismo que dejaba
al país en escombros.
AFF
Llegó al poder y sin que le temblara un
instante la mano, como primer acto de su gobierno hizo lo que había prometido a
los cuatro vientos no hacer si ganaba la presidencia: el shock económico,
medida de la que, por esas cosas de la vida, fui el mensajero. De eso se trata
esta pequeña historia.
Debo
decir otra cosa: desde que superé el medio siglo de vida, siempre que miro lo
vivido ante “nuevas” circunstancias, tengo la percepción de que ya he vivido la
mayoría de hechos y de que, eso de que la historia se repite, o que se puede
tropezar con la misma piedra y con el mismo pie, lamentablemente, es cierto. No
obstante, en el curso de actuales acontecimientos que guardan cierta similitud a
los de determinado pasado y en cuyo contexto parecen surgir “dobles”, “avatares”
o nuevas ediciones de personajes tristemente célebres, es mi ferviente deseo
equivocarme totalmente, pues quiero vivir tiempos mejores, tiempos frescos, no remakes tal vez mal hechos, de ocurrencias
que hoy recuerdo sin ira, como el que voy a contar.
-O-
Desde
aproximadamente octubre de 1989, sobre la base de su floreciente empresa
editora que publicaba el diario popular IDOLO, acompañaba a mi gran amigo
Lorenzo Villanueva Regalado, en su aventura de introducir al mercado una nueva publicación: el diario NOVEDADES, de talante más serio y
político que el estridente y juvenil ídolo. LVR me encomendó la página editorial,
pues hacerla no implicaba mucho trabajo y me permitía mantener mi principal
trabajo en el entonces Banco Agrario, al cual había llegado en 1983 transferido
del liquidado Banco de la Industria de la Construcción (el derrumbe de Luis
León Rupp, otra historia pendiente). En el Banco Agrario, al mando de otro gran
amigo, Roque Otárola Peñaranda, en
pleno segundo belaundato, trabajaba desde la gestión del “violetero” (por su
parentesco con doña Violeta Correa, esposa del Presidente Belaunde), Juan Carlos Hurtado Miller, hasta que
su primo político le nombró Ministro de Agricultura. Este dato es importante
para entender lo que ocurrió después.
Aunque
muy empresario privado él, Lorenzo Villanueva tenía su corazoncito izquierdista
producto de sus vivencias velasquistas, por lo que Novedades rechazó en sus páginas la primera la abusiva primera
invasión de Irak ordenada por Papá Bush y alineó con Fujimori desde la
perspectiva de la izquierda. Después de la victoria de AFF en junio del 90,
dejé el diario para descansar un tiempo, en un período de transición al nuevo
régimen durante el cual tanto el músculo como la ambición humana también
trataron de recuperar fuerzas preparándose para lo que viniere, precisamente no
mejores tiempos. Muchos consideraban que el país estaba por desaparecer (es un
decir) por la híper crisis económica y la
creciente guerra interna con su secuela de destrucción de infraestructura
básica, derramamiento de sangre, inmenso dolor y muertes crueles y masivas.
-Prepárate,
Paiche. El flaco Hurtado es el primer ministro de Fujimori – me dijo Roque
Otárola una mañana de julio del 90 en su despacho, a solas, en tono de ultra
confidencia.
-
No jodas, casi no te creo, cómo es eso, cuenta… - respondí intrigadísimo,
porque el tema no encajaba en mi cuadro político del momento.
-
También será Ministro de Economía. Ayer hablé con él y ya estamos en su equipo.
-
Pero, ¿cómo puede ser…?
- La
cosa es simple, compadre. – explicó Roque, transfiriendo la información
seguramente recibida de Hurtado – En su viaje a Estados Unidos y a Europa,
Fujimori ha dicho a los organismos internacionales que su principal
objetivo es reinsertar al país en el
sistema financiero internacional y les ha rogado que le ayuden. Le han dicho
que eso solo será viable si se rodea de la gente adecuada y en eso surgió el
nombre del flaco que acaba de terminar un doctorado en gestión de estado en una
universidad de Estados Unidos.
-
Por la gran flauta. Supongo será una concesión de Fujimori para superar la
calificación del país como valor deteriorado por el FMI, para empezar a pagar
la deuda y conseguir nuevos préstamos – repliqué tratando de explicar la
presencia de la derecha peruana en lo que se suponía un inminente gobierno de
izquierda.
La
respuesta de Roque fue una clásica del Callejón de Huaylas, en donde él nació.
-¿Cómo
será, pues? El flaco no ha dicho más. Ah!, y nos pide que mantengamos esto en
el más absoluto secreto. No vayas a hablar… Tenemos que presentarnos en el
Ministerio, el 29 a primera hora.
-
Bueno, trataré de ser una tumba…, pero y, ¿cómo iremos?
-Vamos
como su equipo de comunicaciones, pero sin dejar el Banco. Será una
transferencia…
-
Me parece bien, porque esos puestos no duran – le respondí y agregué – Además,
en mi caso, será volver a antiguos predios…el terrible piso once del Mef…
-
Claro, de eso se trata, de contar con lo que ya tú sabes…
Aludí
al hecho de que entre 1987 y 1988, yo había actuado en el Mef como asesor de
mis dos grandes amigos, el Vice Ministro de Economía, Belisario Esteves y del
Ministro de Economía, Gustavo Saberbeín Chevalier,
hasta que ambos sucumbieron políticamente en el terremoto causado por la
estatización de la banca, dispuesta por el primer alanismo.
El anuncio dela designación de Hurtado Miller como Presidente del Consejo
de Ministros y Ministro de Economía y Finanzas, fue una absoluta sorpresa para
todos los medios políticos nacionales y creó un clima de desconcierto que, poco
a poco, desde la derecha, se fue transformando en una esperanza de que no todo
estaba perdido para ella. En la izquierda, el desconsuelo y el desengaño
asomaron. El principal asesor económico pre victoria de Fujimori, el economista
Santiago Roca, súper voceado como titular del Mef, quedó con los crespos hechos
y se eclipsó para siempre.
Con
los sonidos de cañonazos, tambores, trompetas y discursos veintiocheros de la
asunción de AFF a la presidencia en los oídos,
nos presentamos el 29 de julio en el local de la avenida Abancay, en donde
ahora funciona el Ministerio Público para iniciar nuestras labores como los
comunicadores del segundo hombre fuerte del primer fujimorismo.
Con
Roque nos ubicamos en una oficina provisional cercana al despacho. Ya sabía que
los primeros días serían de espera, pura tertulia, atención a visitantes, hasta
que todo se organizara. Bebimos café y nos dedicamos a leer los diarios. Lo que
ocurrió en el curso del día fue sorprendente.
Como
a eso de las diez, llegó un primer grupo de ocho gringos, maletín en mano. Era la delegación
del Banco Interamericano de Desarrollo, BID. El jefe de la representación se reunió con el ministro
durante una hora mientras los demás fueron ubicados en varias oficinas del piso, antes asignadas a asesores.
Roque
averiguó si íbamos a avisar a la prensa de la presencia. La respuesta fue: No.
Es reservado.
En
la tarde, llegó un segundo grupo de gringos. Era la delegación del mismísimo
Fondo Monetario Internacional, FMI, con el cual el régimen de Alan García se
había peleado frontalmente al aplicar su política de solo asignar el 10 por
ciento del PBI al pago de la deuda externa y al haber mantenido la cesación de
pagos a nuestros acreedores en la que había caído el gobierno de Fernando
Belaunde Terry, en el más absoluto silencio, desde octubre de 1984.
-¿Qué
es esto? – Le dije a Roque – ¿una nueva invasión? Sólo falta Francisco Pizarro
y Diego de Almagro…
-
Compadre, parece que vienen a hacer el programa económico del nuevo gobierno. Ya
te imaginas… respondió Roque, con cara de circunstancias – Les darán oficinas
aquí mismo. Prácticamente han tomado el piso once. Creo no quedará ni siquiera
un hueco para nosotros…
- Siento
que estoy empezando a tener problemas de conciencia, Roquedal – le dije en tono
de advertencia…
Al
día siguiente, en la tarde, llegó también un tercer grupo de gringos, pero esta
vez desde Paris. Era la delegación del llamado “Club de Paris”, que venía a
cooperar con el nuevo régimen respecto a la reanudación de los pagos de la
deuda de gobierno a gobierno, en la que, aunque no habíamos caído en cesación
de pagos, la mala relación con el FMI tenía sus efectos serios.
El
gran público no supo nada de la invasión. Los medios solo especulaban que el
gobierno estaba algo así como encapsulado preparando las medidas económicas
anti crisis que serían dadas a conocer en los días siguientes. Todos estaba a la
espera de novedades.
Confieso
que yo estaba absolutamente desanimado. Es un embauque. Fujimori es un
embaucador, pensaba, siendo testigo de que su Ministro de Economía estaba
haciendo el plan económico del país junto con el FMI, el BID y el Club de
Paris, sin independencia alguna, sometido a los dictados de esos organismos que
ya sabíamos que intereses representaban.
Como
no había casi nada qué hacer durante esos primeros días en el MEF, iba al Banco
durante las mañanas y al ministerio por las tardes.
El
8 de agosto de 1990, estando en mi oficina del Banco, por teléfono, Roque me
avisó que no dejara de ir al ministerio después del almuerzo porque el ministro
quería conversar conmigo.
-¿Sabes
sobre qué asunto?, indagué, de nuevo sorprendido.
-
No sé. Sólo me dijo que requiere de alguien de absoluta confianza. Que venga el
Paiche, dijo - repitió Roque.
- ¡Por
la gran flauta! No me gusta, pero ahí estaré – aseguré.
Llegué
al piso once como a las tres de la tarde, en puntitas de pie, como para no
alterar a nadie ni al gran silencio que dominaba los pasillos del despacho
ministerial y las oficinas de la craneoteca
gringa que tramaba el plan económico.
-Ah!,
señor Olortegui, que bueno que llega. El ingeniero estuvo preguntando por usted
y dijo que no vaya a moverse sin avisar.
-Ya.
Entonces me quedaré inmóvil. Pero, creo que no aguantaré mucho – le dije a la
secretaria payaseando y adoptando una pose de estatua.
-No
es para tanto- dijo y se fue a sus aposentos.
Pedí
al mozo que me diera una taza de café y en eso llegó Roque, quien dijo que
seguía sin saber de qué se trataba.
Así,
anduvimos loreando y leyendo diarios hasta cerca de las cinco de la tarde,
cuando la secretaria nos llamó al despacho.
Al
entrar, el flaco Hurtado estaba sentado en el sofá de cuero de color negro que
dominaba el salón frente a su escritorio. Estaba con las mangas de su camisa
remangadas y sus lentes de lectura a media nariz, dos signos de trabajo intenso
en las últimas horas.
Se
puso de pie para saludarnos y de lleno fue al grano.
-Bien.
Se trata de un acto de confianza y por eso he pensado en ti. Es fácil. Debes
llevar este sobre al Canal 7, en Santa Beatriz, tú conoces. Hay un vehículo del
ministerio que te está esperando, en el sótano. En la puerta del canal te estará
esperando Mauricio Mulder; él es el presidente. Ni a él ni a nadie entregarás
el sobre.
Escucha
bien: Mulder solo deberá llevarte a los estudios y en concreto a la oficina
donde escriben el teleprompter, ese aparato en el que leen los locutores. Allí,
ojo, solo deberás estar con el telepromtista. Cierras la puerta por dentro. Nadie
más debe entrar bajo ninguna circunstancia. Recién entonces abres el sobre,
entregas la nota al telepromtista, quien la debe escribir en el aparato.
Tienes
que cuidar que el aparato no debe estar conectado con ninguna pantalla. Nadie afuera
debe saber lo que está escribiendo.
Otra
cosa. Ni tú ni el telepromtista saldrán del cuarto, hasta que yo llegue que
será como a las 7 y 30. ¿Puedo confiar en ti?
-Bueno,
por tratarse de ti y sin conocer de qué se trata, sí. No te preocupes… ¿Puedo
pedir otro café?
-
Claro, no faltaba más…
-
Nos vemos entonces, en canal 7…dije y salí realmente con hartas ganas de tomar
un café bien negro. Roque se quedó con el Ministro. ¿De qué carajos se trataba
todo esto?, pensaba insistentemente. Y, eso mismo me repetí, a veces mirando el
sobre blanco comprobando que no se podía percibir ni una sola letra a través
del papel.
En
efecto, tal como el Ministro había dicho, el flaco Mulder estaba esperando en
la puerta del canal 7, con varios de sus subordinados. Como remanentes del régimen
fenecido tenían caras de desesperación por saber qué diablos traída entre
manos.
-Paiche,
estamos a tu disposición, ¿de qué se trata?, me dijo Mulder, algo excitado.
-Ni
yo mismo sé. Solo soy el mensajero con instrucciones especiales. Me debes
llevar al telepromter y dejarme solo con el telepromtista, hasta que llegue el
Ministro. Eso es todo.
-¡Caramba!,¿
por qué tanto misterio?
-
Te aseguro que creo que, además de Hurtado, y algunos más, nadie más sabe de qué
se trata.
Caminamos
a grandes zancadas por los angostos e intrincados pasillos del canal de
televisión del estado.
-Esto
es absolutamente extraño. Aún no sabemos a qué horas ni a qué hora se difundirá
lo que traes. Esperábamos que el propio Presidente anunciara en estos días las
medidas económicas, pero no hay nada. – comentó Mulder.
Bueno.
Con el telepromtista adentro, cerré la puerta por dentro y tras comprobar que
el sistema no tenía pantalla hacia afuera en esos momentos, abrí el sobre. A
medio leer, solté:
- ¡Por
la gran puta, nos jodimos! - Sin terminar de leerlo, entregué el escrito al
telepromptista, quien ávido ante mi reacción, también lo devoró.
-
¡Carajo, es el shock…! comprendió al toque.
Me
había sentado en una silla cercana intentando recuperarme de la sorpresa y asumir
una calma que estaba lejos de sentir. ¿Qué hacer? Nada, me respondí mentalmente, pensando a 180
por hora.
Más
sereno que yo, el telepromptista, reaccionó diciendo.
-Dijo
que no lo haría y ahora lo hace. A lo mejor no hay más remedio. Lo escribiré.
Extendió
el papel en su mesa y empezó a teclear. Las grandes letras empezaron a surgir
en su pantalla en blanco y negro.
Al
cabo de 21 años, he olvidado como resistimos encerrados durante cerca de hora y
media en aquella cabina hasta la llegada del Ministro. Puedo decir sin embargo,
que fueron circunstancias verdaderamente amargas y tristes que comprobaban que
un advenedizo a la política era capaz de iniciar su mandato y traicionar a los
electores incumpliendo su principal promesa electoral. En este país, todo puede
suceder. No hay duda, pensé centenares de veces.
Desde
el teleprompter, vi llegar a Hurtado enfundado en su saco y pantalón oscuro,
camisa blanca y corbata también oscura, como de luto. Ya maquillado, se sentó
frente a cámaras.
-Conecta
tu aparato con el estudio – le dije al telepromtista, abrí la puerta y salí. Fui
al estudio cuando Hurtado ensayaba leer su famoso mensaje del shock.
No
me acerqué a él cuando terminó. En mi fuero interno ya había decidido
replegarme al Banco y no ir más al Mef. Problemas de conciencia. Para ayudarle
a evadir a la prensa, los del Canal 7 lo ayudaron a salir por la puerta trasera.
En cambio, yo salí por la puerta principal, donde no había ni una mosca. Por la
avenida José Gálvez, a esa hora casi no había vehículos transitando. La ciudad
parecía haberse paralizado. No recuerdo si me llevé o dejé el papel con el
terrible mensaje en la oficina del telepromtista. Con el ánimo en condición de
tapizón, me subí al vehículo del Mef que me esperaba.
-Es
el shock - me dijo el chofer. Había oído el asunto por la radio.
-Sí,
señor, es el shock, por el que no votamos – le respondí y me sumí en el
silencio.
Una
vez en el sótano del Mef, decidí no subir al piso once. Me encaramé a mi
volwaguito fiel y me fui con ánimo de llegar al puente y tirarme al río. Pero, llegué
al primer grifo y, felizmente, pude llenar el tanque de combustible después de
esperar en una fila de ocho vehículos que iba aumentando con el paso de las
horas.
Al
día siguiente, le dije a Roque que me retiraba del Mef por razones de
conciencia y que en mi nombre agradeciera al Ministro su confianza al haberme
hecho participar en el terrible shokicidio
contra el país. El resto ya es parte de la historia.
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