domingo, 27 de noviembre de 2011


SERIE RECORDANDO SIN IRA V
El  Mensajero del shock.
Prologuito
Si pues, como refiere Carlos Castro en su columna del domingo 27 de noviembre en La República, Alberto Fujimori Fujimori, se la hizo a la izquierda peruana en la campaña del 90. Sin ningún compromiso, sólo por el hecho de ser la única opción contra el derechista y shockeador Mario Vargas Llosa, consiguió el apoyo gratuito de nuestra zurda y también, claro está, el interesadísimo respaldo del primer  alanismo que dejaba al país en escombros.
AFF Llegó al poder  y sin que le temblara un instante la mano, como primer acto de su gobierno hizo lo que había prometido a los cuatro vientos no hacer si ganaba la presidencia: el shock económico, medida de la que, por esas cosas de la vida, fui el mensajero. De eso se trata esta pequeña historia.   
Debo decir otra cosa: desde que superé el medio siglo de vida, siempre que miro lo vivido ante “nuevas” circunstancias, tengo la percepción de que ya he vivido la mayoría de hechos y de que, eso de que la historia se repite, o que se puede tropezar con la misma piedra y con el mismo pie, lamentablemente, es cierto. No obstante, en el curso de actuales  acontecimientos que guardan cierta similitud a los de determinado pasado y en cuyo contexto parecen surgir “dobles”, “avatares” o nuevas ediciones de personajes tristemente célebres, es mi ferviente deseo equivocarme totalmente, pues quiero vivir tiempos mejores, tiempos frescos, no remakes tal vez mal hechos, de ocurrencias que hoy recuerdo sin ira, como el que voy a contar.

-O-

Desde aproximadamente octubre de 1989, sobre la base de su floreciente empresa editora que publicaba el diario popular IDOLO, acompañaba a mi gran amigo Lorenzo Villanueva Regalado, en su aventura de introducir al mercado una  nueva publicación: el diario NOVEDADES, de talante más serio y político que el estridente y juvenil ídolo. LVR me encomendó la página editorial, pues hacerla no implicaba mucho trabajo y me permitía mantener mi principal trabajo en el entonces Banco Agrario, al cual había llegado en 1983 transferido del liquidado Banco de la Industria de la Construcción (el derrumbe de Luis León Rupp, otra historia pendiente). En el Banco Agrario, al mando de otro gran amigo, Roque Otárola Peñaranda, en pleno segundo belaundato, trabajaba desde la gestión del “violetero” (por su parentesco con doña Violeta Correa, esposa del Presidente Belaunde), Juan Carlos Hurtado Miller, hasta que su primo político le nombró Ministro de Agricultura. Este dato es importante para entender lo que ocurrió después.
Aunque muy empresario privado él, Lorenzo Villanueva tenía su corazoncito izquierdista producto de sus vivencias velasquistas, por lo que Novedades rechazó en sus páginas la primera la abusiva primera invasión de Irak ordenada por Papá Bush y alineó con Fujimori desde la perspectiva de la izquierda. Después de la victoria de AFF en junio del 90, dejé el diario para descansar un tiempo, en un período de transición al nuevo régimen durante el cual tanto el músculo como la ambición humana también trataron de recuperar fuerzas preparándose para lo que viniere, precisamente no mejores tiempos. Muchos consideraban que el país estaba por desaparecer (es un decir)  por la híper crisis económica y la creciente guerra interna con su secuela de destrucción de infraestructura básica, derramamiento de sangre, inmenso dolor y muertes crueles y masivas.
-Prepárate, Paiche. El flaco Hurtado es el primer ministro de Fujimori – me dijo Roque Otárola una mañana de julio del 90 en su despacho, a solas, en tono de ultra confidencia.
- No jodas, casi no te creo, cómo es eso, cuenta… - respondí intrigadísimo, porque el tema no encajaba en mi cuadro político del momento.
- También será Ministro de Economía. Ayer hablé con él y ya estamos en su equipo.
- Pero, ¿cómo puede ser…?
- La cosa es simple, compadre. – explicó Roque, transfiriendo la información seguramente recibida de Hurtado – En su viaje a Estados Unidos y a Europa, Fujimori ha dicho a los organismos internacionales que su principal objetivo  es reinsertar al país en el sistema financiero internacional y les ha rogado que le ayuden. Le han dicho que eso solo será viable si se rodea de la gente adecuada y en eso surgió el nombre del flaco que acaba de terminar un doctorado en gestión de estado en una universidad de Estados Unidos.
- Por la gran flauta. Supongo será una concesión de Fujimori para superar la calificación del país como valor deteriorado por el FMI, para empezar a pagar la deuda y conseguir nuevos préstamos – repliqué tratando de explicar la presencia de la derecha peruana en lo que se suponía un inminente gobierno de izquierda.
La respuesta de Roque fue una clásica del Callejón de Huaylas, en donde él nació.
-¿Cómo será, pues? El flaco no ha dicho más. Ah!, y nos pide que mantengamos esto en el más absoluto secreto. No vayas a hablar… Tenemos que presentarnos en el Ministerio, el 29  a primera hora.
- Bueno, trataré de ser una tumba…, pero y, ¿cómo iremos?
-Vamos como su equipo de comunicaciones, pero sin dejar el Banco. Será una transferencia…
- Me parece bien, porque esos puestos no duran – le respondí y agregué – Además, en mi caso, será volver a antiguos predios…el terrible piso once del Mef…
- Claro, de eso se trata, de contar con lo que ya tú sabes…
Aludí al hecho de que entre 1987 y 1988, yo había actuado en el Mef como asesor de mis dos grandes amigos, el Vice Ministro de Economía, Belisario Esteves y del Ministro de Economía, Gustavo Saberbeín  Chevalier, hasta que ambos sucumbieron políticamente en el terremoto causado por la estatización de la banca, dispuesta por el primer alanismo.
El anuncio dela designación de Hurtado Miller como Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de Economía y Finanzas, fue una absoluta sorpresa para todos los medios políticos nacionales y creó un clima de desconcierto que, poco a poco, desde la derecha, se fue transformando en una esperanza de que no todo estaba perdido para ella. En la izquierda, el desconsuelo y el desengaño asomaron. El principal asesor económico pre victoria de Fujimori, el economista Santiago Roca, súper voceado como titular del Mef, quedó con los crespos hechos y se eclipsó para siempre.
Con los sonidos de cañonazos, tambores, trompetas y discursos veintiocheros de la asunción  de AFF a la presidencia en los oídos, nos presentamos el 29 de julio en el local de la avenida Abancay, en donde ahora funciona el Ministerio Público para iniciar nuestras labores como los comunicadores del segundo hombre fuerte del primer fujimorismo.
Con Roque nos ubicamos en una oficina provisional cercana al despacho. Ya sabía que los primeros días serían de espera, pura tertulia, atención a visitantes, hasta que todo se organizara. Bebimos café y nos dedicamos a leer los diarios. Lo que ocurrió en el curso del día fue sorprendente.
Como a eso de las diez, llegó un primer grupo de ocho  gringos, maletín en mano. Era la delegación del Banco Interamericano de Desarrollo, BID. El jefe de la representación se reunió con el ministro durante una hora mientras los demás fueron ubicados en varias oficinas  del piso, antes asignadas a asesores.
Roque averiguó si íbamos a avisar a la prensa de la presencia. La respuesta fue: No. Es reservado.
En la tarde, llegó un segundo grupo de gringos. Era la delegación del mismísimo Fondo Monetario Internacional, FMI, con el cual el régimen de Alan García se había peleado frontalmente al aplicar su política de solo asignar el 10 por ciento del PBI al pago de la deuda externa y al haber mantenido la cesación de pagos a nuestros acreedores en la que había caído el gobierno de Fernando Belaunde Terry, en el más absoluto silencio, desde octubre de 1984.
-¿Qué es esto? – Le dije a Roque – ¿una nueva invasión? Sólo falta Francisco Pizarro y Diego de Almagro…
- Compadre, parece que vienen a hacer el programa económico del nuevo gobierno. Ya te imaginas… respondió Roque, con cara de circunstancias – Les darán oficinas aquí mismo. Prácticamente han tomado el piso once. Creo no quedará ni siquiera un hueco para nosotros…
- Siento que estoy empezando a tener problemas de conciencia, Roquedal – le dije en tono de advertencia…
Al día siguiente, en la tarde, llegó también un tercer grupo de gringos, pero esta vez desde Paris. Era la delegación del llamado “Club de Paris”, que venía a cooperar con el nuevo régimen respecto a la reanudación de los pagos de la deuda de gobierno a gobierno, en la que, aunque no habíamos caído en cesación de pagos, la mala relación con el FMI tenía sus efectos serios.
El gran público no supo nada de la invasión. Los medios solo especulaban que el gobierno estaba algo así como encapsulado preparando las medidas económicas anti crisis que serían dadas a conocer en los días siguientes. Todos estaba a la espera de novedades.
Confieso que yo estaba absolutamente desanimado. Es un embauque. Fujimori es un embaucador, pensaba, siendo testigo de que su Ministro de Economía estaba haciendo el plan económico del país junto con el FMI, el BID y el Club de Paris, sin independencia alguna, sometido a los dictados de esos organismos que ya sabíamos que intereses representaban.
Como no había casi nada qué hacer durante esos primeros días en el MEF, iba al Banco durante las mañanas y al ministerio por las tardes.
El 8 de agosto de 1990, estando en mi oficina del Banco, por teléfono, Roque me avisó que no dejara de ir al ministerio después del almuerzo porque el ministro quería conversar conmigo.
-¿Sabes sobre qué asunto?, indagué,  de nuevo sorprendido.
- No sé. Sólo me dijo que requiere de alguien de absoluta confianza. Que venga el Paiche, dijo -  repitió Roque.
- ¡Por la gran flauta! No me gusta, pero ahí estaré – aseguré.
Llegué al piso once como a las tres de la tarde, en puntitas de pie, como para no alterar a nadie ni al gran silencio que dominaba los pasillos del despacho ministerial y las oficinas  de la craneoteca gringa que tramaba el plan económico.
-Ah!, señor Olortegui, que bueno que llega. El ingeniero estuvo preguntando por usted y dijo que no vaya a moverse sin avisar.
-Ya. Entonces me quedaré inmóvil. Pero, creo que no aguantaré mucho – le dije a la secretaria payaseando y adoptando una pose de estatua.
-No es para tanto- dijo y se fue a sus aposentos.
Pedí al mozo que me diera una taza de café y en eso llegó Roque, quien dijo que seguía sin saber de qué se trataba.
Así, anduvimos loreando y leyendo diarios hasta cerca de las cinco de la tarde, cuando la secretaria nos llamó al despacho.
Al entrar, el flaco Hurtado estaba sentado en el sofá de cuero de color negro que dominaba el salón frente a su escritorio. Estaba con las mangas de su camisa remangadas y sus lentes de lectura a media nariz, dos signos de trabajo intenso en las últimas horas.
Se puso de pie para saludarnos y de lleno fue al grano.
-Bien. Se trata de un acto de confianza y por eso he pensado en ti. Es fácil. Debes llevar este sobre al Canal 7, en Santa Beatriz, tú conoces. Hay un vehículo del ministerio que te está esperando, en el sótano. En la puerta del canal te estará esperando Mauricio Mulder; él es el presidente. Ni a él ni a nadie entregarás el sobre.
Escucha bien: Mulder solo deberá llevarte a los estudios y en concreto a la oficina donde escriben el teleprompter, ese aparato en el que leen los locutores. Allí, ojo, solo deberás estar con el telepromtista. Cierras la puerta por dentro. Nadie más debe entrar bajo ninguna circunstancia. Recién entonces abres el sobre, entregas la nota al telepromtista, quien la debe escribir en el aparato.
Tienes que cuidar que el aparato no debe estar conectado con ninguna pantalla. Nadie afuera debe saber lo que está escribiendo.
Otra cosa. Ni tú ni el telepromtista saldrán del cuarto, hasta que yo llegue que será como a las 7 y 30. ¿Puedo confiar en ti?
-Bueno, por tratarse de ti y sin conocer de qué se trata, sí. No te preocupes… ¿Puedo pedir otro café?
- Claro, no faltaba más…
- Nos vemos entonces, en canal 7…dije y salí realmente con hartas ganas de tomar un café bien negro. Roque se quedó con el Ministro. ¿De qué carajos se trataba todo esto?, pensaba insistentemente. Y, eso mismo me repetí, a veces mirando el sobre blanco comprobando que no se podía percibir ni una sola letra a través del papel.
En efecto, tal como el Ministro había dicho, el flaco Mulder estaba esperando en la puerta del canal 7, con varios de sus subordinados. Como remanentes del régimen fenecido tenían caras de desesperación por saber qué diablos traída entre manos.
-Paiche, estamos a tu disposición, ¿de qué se trata?, me dijo Mulder, algo excitado.
-Ni yo mismo sé. Solo soy el mensajero con instrucciones especiales. Me debes llevar al telepromter y dejarme solo con el telepromtista, hasta que llegue el Ministro. Eso es todo.
-¡Caramba!,¿ por qué tanto misterio?
- Te aseguro que creo que, además de Hurtado, y algunos más, nadie más sabe de qué se trata.
Caminamos a grandes zancadas por los angostos e intrincados pasillos del canal de televisión del estado.
-Esto es absolutamente extraño. Aún no sabemos a qué horas ni a qué hora se difundirá lo que traes. Esperábamos que el propio Presidente anunciara en estos días las medidas económicas, pero no hay nada. – comentó Mulder.
Bueno. Con el telepromtista adentro, cerré la puerta por dentro y tras comprobar que el sistema no tenía pantalla hacia afuera en esos momentos, abrí el sobre. A medio leer, solté:
- ¡Por la gran puta, nos jodimos! - Sin terminar de leerlo, entregué el escrito al telepromptista, quien ávido ante mi reacción, también lo devoró.
- ¡Carajo, es el shock…! comprendió al toque.
Me había sentado en una silla cercana intentando recuperarme de la sorpresa y asumir una calma que estaba lejos de sentir. ¿Qué hacer?  Nada, me respondí mentalmente, pensando a 180 por hora.
Más sereno que yo, el telepromptista, reaccionó diciendo.  
-Dijo que no lo haría y ahora lo hace. A lo mejor no hay más remedio. Lo escribiré.
Extendió el papel en su mesa y empezó a teclear. Las grandes letras empezaron a surgir en su pantalla en blanco y negro.
Al cabo de 21 años, he olvidado como resistimos encerrados durante cerca de hora y media en aquella cabina hasta la llegada del Ministro. Puedo decir sin embargo, que fueron circunstancias verdaderamente amargas y tristes que comprobaban que un advenedizo a la política era capaz de iniciar su mandato y traicionar a los electores incumpliendo su principal promesa electoral. En este país, todo puede suceder. No hay duda, pensé centenares de veces.
Desde el teleprompter, vi llegar a Hurtado enfundado en su saco y pantalón oscuro, camisa blanca y corbata también oscura, como de luto. Ya maquillado, se sentó frente a cámaras.
-Conecta tu aparato con el estudio – le dije al telepromtista, abrí la puerta y salí. Fui al estudio cuando Hurtado ensayaba leer su famoso mensaje del shock.
No me acerqué a él cuando terminó. En mi fuero interno ya había decidido replegarme al Banco y no ir más al Mef. Problemas de conciencia. Para ayudarle a evadir a la prensa, los del Canal 7 lo ayudaron a salir por la puerta trasera. En cambio, yo salí por la puerta principal, donde no había ni una mosca. Por la avenida José Gálvez, a esa hora casi no había vehículos transitando. La ciudad parecía haberse paralizado. No recuerdo si me llevé o dejé el papel con el terrible mensaje en la oficina del telepromtista. Con el ánimo en condición de tapizón, me subí al vehículo del Mef que me esperaba.
-Es el shock - me dijo el chofer. Había oído el asunto por la radio.
-Sí, señor, es el shock, por el que no votamos – le respondí y me sumí en el silencio.
Una vez en el sótano del Mef, decidí no subir al piso once. Me encaramé a mi volwaguito fiel y me fui con ánimo de llegar al puente y tirarme al río. Pero, llegué al primer grifo y, felizmente, pude llenar el tanque de combustible después de esperar en una fila de ocho vehículos que iba aumentando con el paso de las horas.
Al día siguiente, le dije a Roque que me retiraba del Mef por razones de conciencia y que en mi nombre agradeciera al Ministro su confianza al haberme hecho participar en el terrible shokicidio contra el país. El resto ya es parte de la historia.  


      

   

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