Aikido: el otro lado de mi vida.
Cada loco con su tema, hobby, pasatiempo. Hay varias maneras de
llamar a la actividad reservada, personal, a veces aislada o en pequeños grupos
que las personas realizan metódicamente con pasión, dedicación y perseverancia,
llueve, truene o relampaguee.
En mi caso, además del periodismo, mi otro tema es el Aikido, un modo de defensa
personal.
La pregunta común de los descreídos
es:
"¿Para qué entrenas tanto, qué temes?"
"¿Para qué entrenas tanto, qué temes?"
Y, las contradicciones más comunes son:
"Más fácil, compra una pistola".
"Uno de estos días te vas a romper la crisma o quizá varios huesos".
"Uno de estos días te vas a romper la crisma o quizá varios huesos".
Las respuestas de folleto son:
"Todos los humanos deberían aprender a defenderse como aprenden a caminar".
"El entrenamiento consiste en prepararse física y mentalmente para aquella pelea que, ojalá, nunca tengamos que enfrentar".
"Hay que saber que construir una persona es difícil, pero destruirla es fácil".
"Es fácil dominar la lanza del rival; lo verdaderamente difícil es dominar nuestra propia lanza".
"La verdadera disuasión: no intentes arrancarme la piel, pues corres el riesgo de que te arranque el corazón".
"Todos los humanos deberían aprender a defenderse como aprenden a caminar".
"El entrenamiento consiste en prepararse física y mentalmente para aquella pelea que, ojalá, nunca tengamos que enfrentar".
"Hay que saber que construir una persona es difícil, pero destruirla es fácil".
"Es fácil dominar la lanza del rival; lo verdaderamente difícil es dominar nuestra propia lanza".
"La verdadera disuasión: no intentes arrancarme la piel, pues corres el riesgo de que te arranque el corazón".
Nunca me he puesto a pensar sobre
la racionalidad de todo lo anterior. No obstante, de lo único que doy fe, en
medio del ambiente de violencia social consuetudinaria en que vive el país, es que con el Aikido, me siento bien.
Me inicié en el Karate Shotokan en 1980, en la academia Kanazawa, con los sensei César Ferreyra y Sadanori. Luego seguí en el Colegio de Cinturones Negros del Perú, con sensei Milles, con quien llegué a Primer Dan. Hoy, sigo entrenado técnicas del Shotokan por mi cuenta, paralelamente a las de Aikido, mientras que, como bien lo dice el propio Sensei Jorge Calderon (Quinto Dan Aikido Keitenkai), como un post grado bajo su dirección, sudamos la gota gorda tratando de perfeccionar nuestra destreza en no más de seis letales técnicas de judo avanzado.
De modo que, según el calendario, llevo en estos menesteres treinta y un años...
Me inicié en el Karate Shotokan en 1980, en la academia Kanazawa, con los sensei César Ferreyra y Sadanori. Luego seguí en el Colegio de Cinturones Negros del Perú, con sensei Milles, con quien llegué a Primer Dan. Hoy, sigo entrenado técnicas del Shotokan por mi cuenta, paralelamente a las de Aikido, mientras que, como bien lo dice el propio Sensei Jorge Calderon (Quinto Dan Aikido Keitenkai), como un post grado bajo su dirección, sudamos la gota gorda tratando de perfeccionar nuestra destreza en no más de seis letales técnicas de judo avanzado.
De modo que, según el calendario, llevo en estos menesteres treinta y un años...
¿Qué es el Aikido?
Se trata de un sistema de combate cuerpo a cuerpo, a mano
limpia, o contra oponentes armados con objetos contundentes, punzo-cortantes y
hasta con armas de fuego de uso civil. Que quede bien claro: las llamadas armas
largas de fuego son otro cantar.
Su diferencia con otras artes
similares es que sus técnicas permiten al ejecutante graduar el daño a infligir
al oponente, consisten en procedimientos de disuasión o, en algunos casos, de eludir al ataque.
La mayoría tiene referencias del Aikido, a partir de las primeras películas
de Steven Segal, entre ellas “Nico”, de tema policial.
Segal, se preparó en Japón. Es
séptimo Dan en Aikido, reconocido instructor en EEUU y domina otras destrezas
conexas como Kenjustsu o el arte de la katana (sable japonés) y lucha con lanza
y varas cortas y largas.
El creador
El gran maestro Morihei Ueshiba
desarrolló el Aikido, entre los años de 1930 y 1960, a partir de su convicción
acerca de que una genuina práctica
marcial es el camino seguro hacia
la armonía entre la conciencia humana y la energía universal. De allí que el
vocablo Aikido es la unión de los conceptos japoneses textualizados en kanji, AI:
ARMONIA/ KI: ENERGIA/ DO: CAMINO, RUTA, lo cual se resume en "El camino de la armonía con la energía universal".
Ueshiba no fue un simple
peleador. Fue un guerrero, quizá uno de los últimos samurái en el Japón
moderno. Desde su juventud, dominó varias artes de pelea y participó
en varias guerras reales, en las
que predominaba el combate cuerpo a cuerpo (manejo del sable o katana, de la lanza, el cuchillo, atrape, sumisión, proyección, luxación o fractura del oponente).
Sensei Michío Kanai
El Aikido fue introducido en el
Perú por varios maestros que meritoriamente serán recordados durante el III
Encuentro Nacional de Asociaciones de Aikido (La VIDENA, 1 y 2 de octubre
2011).
Pero, en mi caso, reconozco como
a mis maestros, en este orden: a los sensei HENRY ISHIBASI SAKI, JORGE CALDERON
CASTILLO y MICHÍO KANAI.
Sensei Kanai es fundador en el Perú del estilo KEITEN KAI,
mi estilo, mi escuela de Aikido. Él, es un japonés menudito, duro como una roca, flexible como la
tela de una araña y letal como un escorpión.
Disciplinado al máximo, exigente como la Sunat e inflexible en la
puntualidad y el respeto a la palabra empeñada. Respetuoso, franco y leal. Un ejemplo a imitar.
Sensei Kanai, actualmente en Japón,
es un verdadero predicador del Aikido en ultramar: lo trajo al Perú y desde
aquí lo llevó a Bolivia, a Italia y hasta Estados Unidos. Esta por regresar a Lima, en donde lo esperamos con los brazos abiertos.
Herederos
Hoy, sus discípulos directos suman más de cien y la saga de los practicantes
de su estilo son más de cuatrocientos,
concentrados en mayor número en el dojo de la Asociación Peruano Japonesa del Perú, APJ - Centro Cultural Peruano Japonés - , en Jesús María y en el club de Aikido de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Entreno en el dojo de la APJ y allí también soy
instructor; allí me encuentro conmigo mismo al borde del agotamiento y allí,
por más que haya sido el día más negro de la vida (ya tuve varios y habrán más), al final de cada jornada el futuro adquiere otro rostro,
el de la seguridad en el camino a seguir y en una sólida confianza en uno mismo para
enfrentar el presente cuando de nuevo
salga el sol.
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